Clarín

Del fútbol americano a estrella del jazz por accidente

El cantante cuenta por qué dejó el deporte para dedicarse a la música, y cómo se enfrentó al éxito repentino.

- César Pradines Especial para Clarín

En un lapso bastante breve para los tiempos del género, Gregory Porter se convirtió en la mayor voz masculina de la escena jazzística. A su talento vocal le suma una presencia emocionant­e y una estética cuidada en la que sobresale su caracterís­tica gorra con pasamontañ­a, que esconde viejas cicatrices. Porter, que se presentará el domingo en el Teatro Coliseo, trae como antecedent­es haber ganado en 2014 el Grammy como Mejor Disco de Jazz Vocal, con su álbum Liquid Spirit, y las ventas de sus álbumes sobrepasan largamente la media del mercado del jazz.

Aunque la música siempre le resultó atrayente, recién la abordó de manera profesiona­l a raíz de una lesión en el hombro, que lo sacó de las canchas de fútbol americano a los 18 años. Era un jugador que prometía. Nació el 4 de noviembre de 1971, en Bakersfiel­d, California; hijo de una clériga que lo apoyó firmemen- te a la hora de dedicarse a la música y salirse del violento mundo de aquel deporte.

-¿Cómo fueron sus comienzos en el canto profesiona­l? ¿Hubo alguna razón en especial que postergara tanto su entrada al showbusine­ss?

-De pequeño supe que amaba la música, pero nunca creí que realmente podría tener una carrera. A mis 20 años, pensaba que no habría posibilida­des. Por entonces jugaba al fútbol americano, pero tuve una lesión seria en el hombro que me impidió seguir. Mi madre me había inculcado el amor por la música, y su devoción por la iglesia me ayudó mucho también en ese sentido. Frecuentab­a clubes de jazz mientras tenía distintos trabajos. A su vez, realicé varias grabacione­s para sellos, sin mayores resultados. No es una tarea sencilla encontrar la gente adecuada en la industria. Siempre lo comparo con los concursos de televisión; se ve tan simple como llegar a una audición y triunfar, pero no es así en la vida real. -¿Fue su madre quien frente a la lesión le dijo que no se olvidara de cantar?

-Sí, absolutame­nte. Recuerdo que ante la gran frustració­n de no poder dedicarme al deporte, mi madre (que estaba enferma) me dijo que por un lado era mejor, porque podría centrarme en los estudios. Y que no me olvidara de cantar. Ahora, con el tiempo, valoro su mirada. -Usted estudió actuación. ¿Hay una puesta en sus presentaci­ones? -Un actor tiene que estar preparado para enfrentar a un público distinto cada día. Necesita tener una energía para conectar con la audiencia, debe creerse su personaje, y es así como lo traslado también a mis presentaci­ones en vivo. Mi gorra y mi atuendo son parte de ese “actor” que sube al escenario. El pasamontañ­as también me ayuda a ocultar algunas cicatrices (risas).

Con sus discos Water (2010) y Be Good (2012) logró ser rápidament­e reconocido por su talento, su voz profunda y una fuerte capacidad para transmitir. “No hago nada nuevo, pero hacía mucho tiempo que nadie lo hacía”, señaló, cuando firmó para el sello Blue Note. Lejos de centrarse sólo en la interpreta­ción, el artista es un compositor de inte- resantes líricas, en las que no falta una cálida mirada optimista. -¿Cómo vivió su rápida consagraci­ón con su primer disco, "Water"? -Todo pasó demasiado rápido desde ese primer álbum. Las valoracion­es de los críticos son muy subjetivas, y yo solo compito conmigo mismo. Intento que las presiones queden afuera a la hora de componer o en los shows. Me considero un ser muy agradecido y espiritual que intenta conectar con la música; y a la vez, humilde, gracias a mi madre. -En una entrevista, usted afirmó que debió expandir su mente para cantar de la forma en que lo hace. ¿Podría contarnos a qué se refería?

-En la vida, uno atraviesa situacione­s que lo hacen juntar experienci­as, así que puedo componer e interpreta­r desde puntos de vista distintos. Algo de mi voz comunica emociones, me vuelvo en ese momento el protagonis­ta de la canción y creo en lo que canto.

En 2013 editó Liquid Spirit, y el año pasado su último trabajo, Take Me to the Alley, por con el que el jurado del Jazz Awards lo reconoció como Mejor Cantante Masculino de Jazz 2016. También en 2016 lanzó al mercado un disco en vivo, y la difusión de ambos es el plan en el que está embarcado actualment­e, mientras proyecta. -¿Tiene bosquejos de lo que serán sus próximos pasos?

-A fines de octubre sale mi nuevo material, Nat King Cole & Me, un homenaje a quien me hizo amar la música. Me acompaña la London Studio Orchestra. El disco incluye doce temas del repertorio de Nat King Cole, que yo escuchaba de pequeño. Además, hay una versión del tema When Love Was King, de Liquid Spirit. -¿Sobre qué material girará su concierto en Buenos Aires?

-En principio, voy a tocar gran parte de mi disco Take Me to the Alley, y también a repasar algunas otras canciones de mi repertorio. ■

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Fina estampa. A su prodigiosa voz, Porter le suma una estética cuidada.

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