El drama de los hijos de curas, bajo la lupa de una nueva investigación
Grave problema. En un informe, el diario The Boston Globe reveló que miles de niños viven sus vidas marcados por la vergüenza, el secreto y hasta el abandono.
Confesó y renunció el padre Oscar Turrión, rector del seminario diocesano romano de la controvertida orden de los Legionarios de Cristo. Se enamoró de una mujer hace años, en el momento de gran inestabilidad de la orden, con quien tuvo una hija. Hace unos meses nació un segundo hijo. Otro escándalo en los Legionarios de Cristo, cuyo fundador, el padre mexicano Marcial Maciel, hizo temblar los cimientos de la Iglesia hace unos años, tras ser un permanente candidato a santo de una cofradía muy conservadora. Se descubrió que Maciel había abusado sexualmente de niños y seminaristas, era padre de varios hijos y se había amancebado con al menos dos mujeres. El Vaticano intervino a los Legionarios en 2010. Ahora el padre Turrión anunció su intención de dejar el sacerdocio.
El Papa salvó de la disolución a los Legionarios de Cristo, de origen mexicano, que por el apoyo de gente muy rica eran llamados los Millonarios de Cristo. Francisco además es partidario de mantener el celibato obligatorio, extraño en un Papa con tantos ímpetus reformistas.
El caso del padre Turrion exaltó la investigación del diario The Boston Globe, el mismo que destapó los escándalos de los curas pedófilos en Estados Unidos hace unos años, sobre todo en el caso de la arquidiócesis de Boston (EE.UU.), cuyo responsable, el cardenal Bernard Law, abandonó la ciudad llamado por el Vaticano para asumir el rol de archipreste de la basílica pontificia de Santa María la Mayor, situada frente a la embajada argentina en Roma. Law goza de la immunidad diplomática con pasaporte vaticano y esa impunidad la ejercita hasta hoy, a los 85 años, ya retirado pero siempre firme protegido por el Vaticano.
Los periodistas del grupo investigador “Spotlight” del Boston Globe, protagonistas de un célebre film de Hollywood, (“Spotlight”) destacaron en la nueva pesquisa que solo una parte de los sacerdotes cumple con el celibato. El nuevo destape periodístico aborda la difícil cuestión de los hijos de los curas. “Si solo el 1% de los 400 mil sacerdotes que hay en el mundo tuviera un hijo, habría como mínimo cuatro mil personas que podrían necesitar ayuda emocional y de todo tipo por parte de la Iglesia”, señala lo investigación. Las historias que revela el Boston Globe son dramáticas. Miles de niños hijos de curas han vivido su vida marcados por la vergüenza, el secreto, la ilegitimidad o el abandono.
Michael Rezendes, en el informe especial del diario de Boston, dice que “es brutal” el potencial para niños no planeados. El libro “Un mundo secreto”, de Richard Sipe, publicado a fines de los ‘80, es un punto de referencia fundamental sobre el tema del incumplimiento del celibato eclesiástico. Allí dice que solo el 50% de los curas mantiene su promesa de celibato, mientras que el 30% mantiene relaciones sexuales regulares con mujeres. Por ejemplo, Jim Graham se preguntó durante décadas por qué su padre lo trataba con frialdad. Tenía 48 años cuando sus tíos Kathryn y Otto le mostraron el recorte de un dia- rio de un hombre que se le parecía, vestido de sacerdote, y le dijeron que era su padre, el reveredo Thomas Sullivan, quien acababa de morir. Su madre había tenido una relación extramatrimonial con él y su marido sabía que Jim era hijo del cura.
En la investigación del Boston Globe se explica que “los hijos e hijas de sacerdotes suelen crecer sin el amor y el apoyo de los padres” y se los obliga a mantener el secreto, si saben la verdad. “Son las víctimas desgraciadas de una iglesia que durante casi 900 años ha prohibido a sus sacerdotes que se casen o tengan relaciones sexuales, pero nunca ha establecido normas para que los curas o los obispos sepan que deben hacer cuando un clérigo es padre de un niño”.
Tampoco el Vaticano ha establecido nada y cada individuo trata su caso como una crisis personal, agrega el diario de Boston. Algunos sacerdotes cuentan la verdad a sus hijos e hijas. Pero otros no y muchos son dados en adopción.
Si saben la verdad desde pequeños, la “herida emocional es honda”. El Boston Globe cuenta el caso de Chiara Villar, una mujer de 36 años que vive en Toronto, Canadá. Allí nació cuando su madre siguió a su padre, el sacerdote Anthony Inneo. Chiara pasó una infancia feliz junto al hombre que llamaba “Papi”. Pero cuando comenzó a ir al jardín de infantes le revelaron el secreto y le dijeron que, si alguien le preguntaba su relación con el cura Antonhy Inneo, debía decir que era su tío. Inneo hacía el doble juego para mantener la dramática farsa con Chiara, quien vivía sentimientos de vergüenza y falta de indignidad y se hería con cortes que solía practicarse.
El Boston Globe señaló que es poco frecuente que los curas progenitores se asuman la responsabilidad legal y financiera de la paternidad y logran que las madres de los niños no los presionen demasiado para iniciarles acciones legales. “A muchos se les rompe la fe en la Iglesia al reconocer que una institución considerada un faro de la verdad moral ha permitido que los sacerdotes tuvieran hijos y rehuyeran las responsabilidades de apoyo, atencion y amor de un padre”.
Hace tres años, el Comité sobre Derechos del Niño de la ONU solicitó al Vaticano que estime la cantidad de niños engendrados por sacerdotes católicos. Sobre el tema no hay hasta hoy noticias de una respuesta. ■