Clarín

Adultos mayores: el orgullo de ser grandes

- Christian Gribaudo

Imaginemos una mañana cualquiera de la semana que quieran. La ciudad sacude la modorra, los padres se levantan para ir a trabajar, los chicos protestan porque tienen que ir a la escuela. Los trenes, los colectivos y los subtes escupen mareas de gente apurada. Pero no es en 2016. Es en 2050, cuando uno de cada cuatro habitantes tenga más de 60 años.

¿Será igual a esta sociedad? ¿Esos adultos mayores serán como los de hoy?

La respuesta es no. Las proyeccion­es dicen que una persona de 75 añso será activa, con participac­ión social y deportiva, con buena parte de la vida por delante. Ese día de 2050, en el mundo se despertará­n unso 900millone­s de seres humanos que serán así: grandes. Tendrán mucho para cuidarse, pero mucho para dar.

El escenario no es futurista. La abuela de la etiqueta de la mermelada ya está perdiendo la imagen referencia­l que tenía en neustras cabezsa. No está encorvada por- que hay medicina para la columna, los lentes gruesos ahora son de contacto, la piel aún es tersa y su mano no tiembla. Quizás teje, pero porque quiere, no porque es lo único que le queda por hacer. Acaba de cortar con su nieto por Skype, ya hizo sus ejercicios mentales para que el cerebro siga “entrenando” y en un rato, quizás se junte con sus amigas para charlar sobre un próximo viaje. ¿Mermelada? Puede ser que coma, pero light, para cuidar la forma.

Ahora miremos el estereotip­o conel que alguna gente todavía identifica a un jubilado actual: viejo, débil, apático, desactuali­zado, dependient­e, pasivo.

¿Ustedes están leyendo y quizás ya estén en la edad del retiro laboral o cerca, se sienten así?. Estoy seguro de que no. La verdad es que, por suerte, no hace falta esperar al 2050. Hoy ya existe una enorme diferencia entre esa persona comúnmente imaginada y con la que, en verdad, convivimos.

Por eso estamos obligados a pensarlos distinto, a tratarlos con singularid­ad y a entender que no existe un único tipo de adulto. Los mayores, como cualquier otro colectivo etario, son heterogéne­os.

Viven en lugares distintos, interactúa­n con entornos diversos, cumplen roles diferentes.

La historia detrás de cada individuo no es la misma y las políticas públicas deben entender y atender esa diferencia, pero partiendo de una premisa base: todo lo que se haga debe apuntar a mejorar la independen­cia, la participac­ión, el cuidado, la autorreali­zación y la dignidad.

Si las sociedades, los Estados y quienes tenemos responsabi­lidades lo entendemos así, vamos a poder contribuir a cimentar comunidade­s que vean y traen a los adultos mayores como son realmente: agentes positivos, activos y valiosos. Eso va a cambiar toda nuestra realidad. Y también, la percepción que tenemos sobre ella.

Ahora, cuando todavía tenemos muchos años por delante para disfrutarl­os, queremos sentir el orgullo de ser grandes.

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