Clarín

LIZY POR PARTIDA TRIPLE

Tagliani se sumó al programa de Susana en reemplazo de Gasalla, es columnista de radio y hará temporada en Mar del Plata.

- Daniela Aguinsky daguinsky@clarin.com

Televisión, teatro y radio: para terminar de conquistar nuestros corazones, a Lizy Tagliani sólo le falta sacar un disco. El domingo, tras la salida de Antonio Gasalla, Lizy debutó con Susana Giménez. Fue como la dueña de una verdulería a la que bautizaron en vivo La banana mágica. Además, sigue teniendo su peluquería en Recoleta, pasa revista en En qué mano está (Telefe) y hace radio con Santiago del Moro a la mañana. Encima, encabezará la comedia Mi vecina favorita en Mar del Plata. “Estoy muy contenta. No me atrevo a decir que reemplazo a Gasalla, esa camiseta me queda grande. Pero sí, es un momento muy importante en esta pequeña carrera que estoy construyen­do”, arranca Lizy.

-¿Qué significab­a Susana cuando la veías como simple televident­e?

-En mi infancia, cuando ella empezó el programa, yo era susanista a full. La admiro, la quiero, me parece muy divertida. Además, no podés ser travesti sin querer ser un poquitito Susana.

-Tu primer espectácul­o te lo produjeron dos clientas de la peluquería...

-No paro de asombrarme. La generosida­d de Santiago del Moro en la radio, o la de Marcelo Tinelli, que me abrió las puertas... Y sí, mis clientas Luciana y Laura me dieron a conocer. La obra se llamó Mamá quiero ser; eso desencaden­ó en El Bailando... Hicimos ocho meses en el Piccadilly ¡fue un éxito! Después vino Carlos Paz con Pedro Alfonso, la novela Quiero vivir a tu lado y ahora esto con Susana... -¿Cómo explicaría­s tu éxito? -Será que muchos se sienten identifica­dos con mi historia, o mi manera de contar las cosas... mi desparpajo. Cuento mi vida como si fuera un asado con amigos borrachos. Eso produce empatía.

-¿Pensás que Telefe hizo una apuesta a la diversidad? Pienso en el viaje a Ibiza con Marley, por ejemplo...

-No me pongo a pensar en si lo de Telefe es apertura mental o qué: lo agradezco. Con Marley lo disfruté muchísimo. Por primera vez viajaba tan lejos en avión: ¡once horas y en primera, nena! Me trataron como una estrella. Tenemos mil anécdotas... como cuando en el vuelo de ida ¡estuve cinco horas tratando de encontrar el baño! Me paraba, daba vueltas... y al final ¡estaba mimetizado con la pared!

-Oí decirte que ahora te permitís más cosas, que te sentís liberada...

-Mirá, soy trans desde los siete, y Lizy desde los trece. Tuve el apoyo de mis padres, pero era bastante prejuicios­a... No me imaginé tener un novio, una familia, y muchísimo menos tener un hijo, pese a que amo a los niños. Tuve una pareja durante once años, intenté formalizar otra... Ahora me casaría: no tengo la necesidad de ser madre, pero sí si hay un niño que lo necesite. Me sentía una gran tía trava. Siento que puedo generar mi propia familia y no es un pecado.

-¿Somos homofóbico­s? A vos la gente te ama, pero a la vez detienen a dos chicas por besarse en la calle.

-No creo en las fobias como la homofobia y transfobia. Las fobias son trastornos psíquicos. El maltrato y desigualda­d tiene que ver con la educación y con la mirada que juzga. Hay que aprender a respetar al diferente. Yo no busco nunca la aprobación, ni me ocupa la mirada del otro. Todas las personas somos discrimina­das y discrimina­dores: lindos, feos, negros, blancos, pobres, ricos.

-Probaste varios nombres, ¿por qué te quedaste con Lizy Tagliani?

-Mi abuela me llamaba Lizy. Después pasé por varios: Carla, Luisina, Vernónica... Un día, en un boliche, me dejé la campera, me gritaban “¡VERÓNICA!” y yo no me daba vuelta. Ahí descubrí que el único nombre que registraba era Lizy. Lo de Tagliani fue en 2001, cuando abrí la peluquería con un socio, Fabián Vera. Es el apellido del marido de mi mamá, Jorge, que aún vive conmigo. Pegaba, se convirtió en una marca.

-Dijiste que no te parece necesario cambiarte el nombre en el documento... ¿Lo seguís sintiendo así?

-El tema del DNI es una ley y un derecho que tienen todos. No sienta precedente si yo ahora me cambio, no es necesario. No me molesta llamarme Edgardo Luis Rojas en el documento. Es un nombre que pensó mi mamá para mí, más allá de todo. Dar explicacio­nes de este tema atrasa. Por qué no le van a preguntar a Valeria Lynch, que se llama María Cristina Lancellott­i, por qué no se cambió el nombre, por ejemplo. ■

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Manda fruta. Lizy, el domingo pasado, en “la verdularía” con Susana.

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