Un espectáculo que arranca al borde de la muerte
En el marco del festival internacional, un grupo alemán recorre la ciudad, partiendo del Cementerio de Recoleta. Buena
El punto de encuentro para Remote Buenos Aires es el Cementerio de Recoleta. La protagonista es una inteligencia artificial que cambiará de nombre y de tonos, pero siempre guiará vía auriculares, y a lo largo de dos horas y media, a un grupo de sesenta personas por la ciudad. Un viaje que incluye subte, shopping, una iglesia y termina cerca del Obelisco.
Remote..., del colectivo alemán Rimini Protokoll, es una espectáculo que no tiene actores, sino una serie de sonidos y palabras. Oscila entre el audio tour, el juego y el city tour. Del teatro toma la idea de una conjunción de personas, en este caso una platea móvil, que genera en su des- plazamiento una serie de acciones efímeras vista por otros. Entre las primeras indicaciones, la voz le pide a cada participante que elija una cripta del cementerio y proyecte cómo será la propia. Luego señala que cuando el oyente ya no esté, ella estará para recordarlo porque, aclara, “yo no dejo huellas, sigo las tuyas”.
Remote... tiene sus bellos momen- tos, sobre todo en el cierre. Sin embargo, cuando intervenir una ciudad no tiene las lógicas urbanas europeas, sino porteñas, la experiencia decae. Intervenir las calles de Buenos Aires parte de una densidad singular: la irrupción es la norma, no la excepción que produce extrañeza. Desde los múltiples reclamos que toman las calles, pasando por la represión poli- cial, hasta las bicisendas y jaulas antiestrés. Todos materiales ásperos, pero ricos. Remote dialoga con una dinámica de ciudad moderna y en Buenos Aires diluye su potencia conceptual para generar esencialmente un gesto snob. Posee un formato que se comunica más con las lógicas y presupuestos festivaleros que con la ciudad que se propone irrumpir . ■