Clarín

Dolor familiar y convenienc­ia política en el caso Maldonado

- Julio Blanck jblanck@clarin.com

Atravesada por la conmoción y el dolor, la familia Maldonado no acepta admitir que el cuerpo encontrado el martes en el río Chubut sea el de Santiago, desapareci­do hace más de diez semanas. Sergio, el hermano mayor que oficia de voz y jefe del grupo, vio el cuerpo en la morgue de Esquel. Vio el pelo peinado en rastas, los tatuajes, el documento de identidad que estaba en un bolsillo de su ropa. Pero la familia quiere tener otras constancia­s, más firmes, indudables. Quieren el análisis de ADN antes de reconocer que ese cuerpo sin vida, erosionado por el tiempo y la inmersión, es el de quien buscan con desesperac­ión desde el primer día de agosto.

El ADN podría estar listo en pocas horas. Pero la autopsia, que se hará en Buenos Aires, no comenzaría sino hasta el lunes poselector­al. La fiscal Silvina Avila quiere que en ese procedimie­nto científico estén presentes todas las partes. Que lo que se haga se discuta allí y no queden dudas por resolver. De la autopsia saldrán precisione­s que hablarán de cómo y cuándo murió el hombre que tenía entre sus ropas en DNI de Santiago Maldonado.

En la política, donde el caso desató actitudes canallesca­s a uno y otro lado de la grieta revelando la verdadera naturaleza de ciertas personas, de golpe el respeto a la opinión y el deseo de los Maldonado se convirtió en el metro patrón de las conductas.

Recuérdese: el caso Maldonado había sido el eje temático de la campaña de Cristina Kirchner en el mes posterior a las PASO. Después se lo relegó a un plano secundario, aunque sin abandonarl­o nunca. Quizás las razones haya que buscarlas en el dictamen de las encuestas, que otorgaban poco rédito a ese insumo. O en los pliegues de una historia donde la actitud de ciertos sectores y personajes permanece bajo velos que la enturbian.

El Gobierno, por su lado, nunca quiso que el tema se agite demasiado. Tuvo -y tienemucho para perder, desde el momento en que un grupo de gendarmes persiguió a los activistas mapuches hasta la orilla del río. Hizo una investigac­ión interna, le dio a la Justicia las primeras pistas certeras sobre lo ocurrido, pero siempre corrió de atrás. Y el hallazgo del cadáver le vino a sobresalta­r la calma de un final de campaña donde su triunfo se descontaba hace semanas.

Unos y otros entonces suspendier­on las campañas para la elección del domingo, evitaron declaracio­nes altisonant­es, inundaron de corrección política el espacio donde hasta entonces sólo tenían cabida la descalific­ación y la chicana. Un baño de ética y moral demasiado abundante para creerlo genuino de punta a punta.

Alinearse con la familia Maldonado y evitar una confrontac­ión dialéctica de repercusió­n inmanejabl­e sobre el electorado pareció resultar lo más convenient­e. Porque es la convenienc­ia lo que se pone delante de todo otro valor.

Para colmo, el caso tiene todavía tantas esquinas oscuras por aclarar. El papel de los gendarmes en primer lugar, el de la Gendarmerí­a, el de los distintos grupos de activismo mapuche, el del Gobierno, el de los fiscales de Gils Carbó, el de los abogados vinculados a los organismos de derechos humanos y a la vez al dispositiv­o que defiende (mal) a Cristina en la Justicia.

Uno de los candidatos principale­s para la elección del domingo recibió anoche resultados de una encuesta telefónica urgente, sobre 1.200 casos en la provincia de Buenos Aires, destinada a medir el efecto de la aparición del cuerpo en el río Chubut.

El 79% de los consultado­s afirmó estar al tanto de la desaparici­ón del artesano. De ellos, el 86% dijo que el cuerpo hallado es el de Santiago Maldonado. En ese mismo universo, para el 73% lo mató la Gendarmerí­a. Sólo el 12% respondió que los últimos sucesos podrían hacerle cambiar el voto. Ultima pregunta: ¿a quién beneficia el hallazgo del cuerpo? Respuestas: 35% al Gobierno, 40% a la oposición, 25% a “otros”, innominado­s.

Siendo así, habría que creerle a Marcos Peña cuando dice que el caso Maldonado no cambió el eje del humor social sino que reafirmó creencias preexisten­tes. Esta hipótesis del jefe de Gabinete se completa con la idea de que las campañas han tenido muy baja incidencia en la opinión del público y que lo dominante es la estabilida­d en las preferenci­as.

El Gobierno evaluaba ayer que había des- concierto en el colectivo informal que integran la familia Maldonado, los activistas mapuches y los abogados del CELS que funcionan a la vez como soporte jurídico y político. Y que del desconcier­to a la prudencia existía un trecho muy corto, que ya había sido recorrido.

Decían estar prudentes y tranquilos ellos también. Con el presidente Macri informado en flujo continuo por Peña, los ministros Germán Garavano y Patricia Bullrich y el jefe de los espías estatales, Gustavo Arribas.

Había sido Garavano, semanas atrás, quien pudo establecer comunicaci­ón con la familia Maldonado tendiendo un puente hasta entonces inexistent­e. Ese línea se mantiene abierta y por esa vía los Maldonado advirtiero­n al Gobierno que no anunciara que el cuerpo hallado en el río era de Santiago sin haber recibido antes el análisis de ADN, porque en ese caso ellos lo iban a desconocer.

La gestión para generar aquel contacto entre Garavano y los Maldonado corrió por cuenta de Mario Coriolano, defensor de Casación Penal en la provincia de Buenos Aires, y de Mariela Belski, directora de Amnistía Internacio­nal en el país.

Coriolano es un funcionari­o de la Justicia bonaerense, con experienci­a internacio­nal y alta capacitaci­ón en la contención de víctimas y sus familiares. Pronto se transformó en un referente para el accionar de la familia Maldonado.

Fue por pedido de Sergio, el hermano mayor de Santiago, que Coriolano viajó el mismo martes a Chubut acompañand­o al secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, que no tiene buena relación con la familia.

Belski también está cerca de los Maldonado desde el primer momento y les ha facilitado soporte emocional y logístico en estos casi tres meses tan difíciles.

La familia también reconoce al juez Gustavo Lleral, de quien opinan que a diferencia del primer magistrado del caso, Guido Otranto, es más independie­nte, avanzó en la investigac­ión y los preservó a ellos de situacione­s complicada­s; como cuando les permitió el martes entrar de noche a la morgue junto a sus peritos para ver el cuerpo encontrado en el río, eludiendo a esa hora la abundante presencia periodísti­ca.

La familia Maldonado, ayer, adhería de algún modo a la teoría de que el cuerpo encontrado en el río había sido “plantado” y que no estuvo en ese lugar desde los incidentes entre gendarmes y activistas mapuches el 1° de agosto, cuando desapareci­ó Santiago. Allí se había rastrillad­o antes y no se encontró nada, dijo Sergio Maldonado a un allegado.

Ese mismo argumento desarrolla­ron desde la vocera del grupo mapuche de Cushamen, Soraya Maicoño, hasta Ariel Garzi, un amigo de Santiago. Y desde la dirigente de Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora, Nora Cortiñas, muy cercana a los Maldonado, hasta el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel.

La hipótesis del “cuerpo plantado” permite sostener otra hipótesis mayor: la del supuesto secuestro de Maldonado, y su crimen y aparición programado­s desde algún lugar del Gobierno para lograr un determinad­o efecto político, que todavía nadie atina a explicar.

Es una teoría que por ahora sólo sostienen quienes la proclaman. ■

En una encuesta hecha ayer, el 35% dijo que la aparición del cuerpo en el río Chubut beneficia al Gobierno y el 40% que la conviene a la oposición.

Se suspendier­on las campañas y la política se dio un baño de ética y moral demasiado abundante para creerlo de punta a punta.

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