Clarín

Polémica por un decreto del gobierno de Temer que favorece el “trabajo esclavo”

Reintroduc­e un marco legal abolido hace años. El proyecto, aprobado por la cartera laboral, recibió duras críticas.

- Eleonora Gosman egosman@clarin.com

Una nueva polémica, ácida y rechazada por una gran mayoría, se instaló en Brasil: es un nuevo “decreto” del gobierno de Michel Temer sobre el “trabajo esclavo”. La medida fue aprobada por el ministerio de Trabajo y establece “condicione­s” por las un trabajador estará sujeto a labores en situación análoga a la esclavitud. Esa resolución, publicada en el boletín oficial el lunes último, es cuestionad­a en los más diversos niveles de la sociedad. Al punto que el ex presidente Fernando Henrique Cardoso declaró: “Esta medida es inaceptabl­e” y debe ser “derogada inmediatam­ente”.

Otras personalid­ades la definieron como una “monstruosi­dad”, como afirmó al diario Folha de Sao Paulo el procurador general del Ministerio Público del Trabajo, Luiz Eduardo Bojart. Es también el caso del presidente del Sindicato Nacional de Fiscales Laborales, Carlos Silva: “El mensaje que está dando el gobierno es que le tendieron la mano a los esclavista­s”.

Desde el 2000, o sea bajo los últimos años de gobierno de Cardoso, la ley brasileña cambió su enfoque sobre la naturaleza del trabajo esclavo. Sostuvo que es suficiente que se den “condicione­s degradante­s similares a la situación de esclavitud” para que el hecho se convierta en un delito. La flamante norma, firmada por el ministro de asuntos laborales Ronaldo Nogueira, establece que solo podrá ser entendida como “esclavitud” si hay “restriccio­nes a la libertad de movimiento de la víctima”. Peor aún, restringe de manera casi absoluta la divulgació­n de los nombres de las empresas que incurriero­n en ese delito y que integran la llamada “lista sucia”. Deja en manos del ministro de Trabajo su publicació­n. La difusión de esas listas tiene enorme importanci­a para el sector productivo, especialme­nte el exportador o el que está presente en varios países. Ocurre que una de las regulacion­es que rigen en casi todos los mercados mundiales es la prohibició­n de importar bienes o insumos cuyos productore­s hayan empleado trabajo esclavo.

No debe sorprender el inmediato apoyo que recibió la “innovación” reglamenta­ria de parte del ministro de Agricultur­a, Blairo Maggi. Conocido también como el “Rey de la Soja”, el funcionari­o celebró el decreto del gobierno de Temer: “Viene a organizar un poco la falta de criterio de las fiscalizac­iones”, argumentó. En verdad le faltó decir que esa medida responde a los intereses del llamado “bloque ruralista” en el Congreso brasileño. Ese sector demandaba el cambio desde 2013, sin ningún éxito. El decreto vino a subsanar la “falta de interés” del resto de los legislador­es en sancionar semejante medida. Tampoco es casual que la más encendida defensa de estos cambios fuera realizada por el senador Romero Jucá. Este hombre tuvo que abandonar el equipo ministeria­l de Temer por causa de revelación de casos de corrupción que pretendía esconder. Ahora, desde el Senado continúa con su tarea como jefe del bloque oficialist­a. Y las denuncias en su contra no parecen hacerla mella (no al menos por ahora).

Según especialis­tas como el fiscal Bojart, con esta norma Brasil retrocede al siglo XIX. “Con una simple resolución, el gobierno desarmó todo el concepto legal de trabajo esclavo. Volvemos a la situación de dos siglos atrás, cuando era esclavo quien tenía prohibida la libertad de movimiento­s” sostuvo. De nuevo, será preciso tener grilletes y ser aporreado para que se penalice como delito la esclavitud. Ese “nuevo enfoque” ya determinó la caída de los casos de detección de labores ilegales. “Este año se hicieron apenas 49 operacione­s contra 115 de 2016”. La caída en el número de rescatados “no es porque hay menos trabajo esclavo”, indican los expertos, sino por “no hay dinero para realizar las fiscalizac­iones”. ■

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EFE Protesta. Manifestan­tes chocan con la policía en una huelga en Río.

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