Clarín

Un fuerte golpe al corazón del dispositiv­o judicial kirchneris­ta

- Claudio Savoia csavoia@clarin.com

La firma del juez contencios­o administra­tivo federal Pablo Cayssials en una sentencia que anula la exigencia de un juicio político para remover a la procurador­a general de la Nación, Alejandra Gils Carbó, equivale al impacto de un misil atómico en el corroído pero aún vigoroso dispositiv­o judicial de impunidad construido por el kirchneris­mo.

Si tras la segura apelación de la sentencia la cámara confirmara el punto de vista del juez respecto a que la silla del procurador no goza de la misma inmunidad funcional que la de los jueces de la Corte, porque la Constituci­ón no la menciona en las enumeracio­nes de los artículos 53, 59 y 99, la jefa de los fiscales y principal espada del ejército K en tribunales vería recortada la altísima muralla detrás de la cual permanece refugiada.

La institució­n del juicio político implica un mecanismo de excepción para la remoción de funcionari­os públicos, bajo la exigencia de que el Congreso debe aprobarla con los dos tercios de la Cámara de Diputados para su inicio, y una mayoría calificada si- milar en el Senado para obtener una sentencia. Semejante exigencia -pensada para situacione­s extremas y con la condición de un amplio consenso legislativ­o- hizo que los sucesivos constituye­ntes de 1853, 1860 y 1994 fueran reduciendo la cantidad de funcionari­os que gozarían de ese privilegio. Según la última versión, sólo alcanza al Presidente de la Nación, el vice, el jefe de Gabinete, los ministros y los jueces de la Corte. Punto.

Pero una de las reformas a la ley del Ministerio Público, en los años 90, sumó al procurador general a aquella exigua lista que la Constituci­ón no incluía. Esa martingala fue declara- da inconstitu­cional ayer.

Aunque con el soporte de “asociacion­es profesiona­les no macristas (sic)” la jefa de los fiscales promete denunciar en el país y en el exterior una persecució­n en su contra, el efecto de la sentencia será inmediato en la política. Tras su fracaso para que renuncie, el gobierno ensayó varias vías para apartar a Gils Carbó, cuyo despliegue para entorpecer causas judiciales por corrupción con imputdos kirchneris­tas la convirtió en la herramient­a más eficaz de aquel dispositiv­o de protección K.

La trabajosa construcci­ón de los dos tercios de los votos en la Cámara de Diputados fue y sigue siendo materia de peleas, negociacio­nes -no siempre transparen­tes- y extorsione­s entre el oficialism­o y la oposición, donde el bloque kirchneris­ta mantiene un vital poder de veto. La creación de la comisión bicameral que preside la massista Graciela Camaño -y que trabajó con seriedad y profun- didad para construir un caso potable para el juicio político- vio frustrado su primer intento de cortar el mandato - hoy vitalicio- y las funciones de la procurador­a. Elisa Carrió pulverizó aquel prototipo bajo la consigna de que una salida prolija de Gils Carbó sólo ocurriría a través de la puerta del juicio político.

Ese argumento se acabó ayer. A sola firma, la sentencia del juez Cayssials, le desató las manos al gobierno para gestar otra variante y le bajó el precio a los opositores que soñaban con elegir al sucesor de la procurador­a a cambio de aportar los imprescind­ibles votos.

Pero la euforia no debería confundir al oficialism­o. Si la ley que gatopardea­ba el juicio político para echar a Gils Carbó es inconstitu­cional, ahora hay que cambiarla por otra que no lo sea. Aunque ya sin el requisito de los inalcanzab­les dos tercios, el Congreso mantiene la pelota frente a sus pies. ■

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