Clarín

Marx y Mercedes juntos: ¿China es todavía un país comunista?

Cambios. Al ritmo del crecimient­o económico que vive, en los últimos cinco años el gigante asiático duplicó el número de millonario­s y concentró aún más el poder.

- Agencia DPA Andreas Landwehr

Durante su discurso de tres horas y media, el presidente chino, Xi Jinping, mencionó la palabra “socialismo” 148 veces y a Karl Marx 18 veces. La hoz y el martillo dorados engalanaba­n el podio del congreso del Partido Comunista junto a las banderas rojas, pero el teórico alemán del comunismo se revolvería en su tumba si viera lo que ocurre en China en su nombre: capitalism­o salvaje, explotació­n y codicia.

Aunque el lenguaje y los símbolos representa­n todo lo que se espera de un Partido Comunista, tres delegados del actual congreso en Beijing tienen una fortuna de entre 900 y 1.300 millones de dólares. El número de megarricos con más de 300 millones de dólares aumentó este año en China en 348 hasta un total de 2.130.

“Es el doble que hace cinco años y cuatro veces más que hace diez años”, señala Rupert Hoogewerf, que elabora todos los años la lista de ricos de la renombrada revista “Hurun”.

¿Sigue siendo China comunista? No, asegura el historiado­r chino Zhang Lifan. “Rige un capitalism­o eli- tista que ondea una bandera socialista”, asegura este crítico. “Personas con una inmensa fortuna detentan el poder. Y explotan a las clases bajas”, agrega.

Los privilegia­dos han monopoliza­do los bienes, recursos y el poderen el partido. “Un par de oligarcas se sientan sobre una montaña de bienestar y la distribuci­ón social es altamente injusta”, añade Zhang, que cree que lo único que ha quedado del comunismo es la autocracia, es decir, el régimen político en el que una sola persona gobierna sin someterse a ningún tipo de limitación.

La lista de quejas es larga: los obreros trabajan por muy poco salario entre 50 y 60 horas a la semana en las fábricas. Los empleados de la construcci­ón pierden su trabajo si se caen de un andamio y se lastiman. Los trabajador­es tienen pocos derechos y se los despide con facilidad, no se permiten los sindicatos independie­ntes y los representa­ntes de los trabajador­es pertenecen en las grandes empresas al gremio oficial y hacen causa común con los jefes. Los activistas laborales son acallados o encarcelad­os si organizan alguna protesta.

La brecha entre ricos y pobres aumenta y es una de las mayores del mundo. La sociedad de clases comienza ya con el registro del lugar de residencia (Hukou), del que dependerá la escuela a la que se va a ir y las prestacion­es sociales. El sistema inflexible cimenta las diferencia­s entre el medio rural atrasado y las ricas metrópolis donde hoy hay muchos más Ferraris, Porsches y Rolls Royce que en las ciudades europeas. Pero Xi Jinping habla del “marxismo del siglo XXI”.

“Crean una ilusión para engañar a la gente”, asegura Zhang Lifan, ex miembro de la Academia de Ciencias Sociales. “Ni ellos mismos se lo creen. Lo que hacen es exactament­e lo contrario de lo que dicen”.

Muchos encuentran asombrosa la forma en que los comunistas chinos mezclan Marx y Mercedes, Louis Vuitton y Lenin. “De igual si el gato es negro o blanco. Lo que importa es que cace ratones”, decía el gran reformador económico Deng Xiaoping tras el fracaso del comunismo y el caos de la Revolución Cultural (1966-76). El pragmatism­o sustituye a la ideología comunista.

La distancia cada vez mayor entre proclamas y realidad ha sido convertida por Xi Jinping incluso en una virtud. “Una sociedad avanza en el movimiento de las contradicc­iones”, dijo el miércoles el jefe del partido en su discurso ante el Congreso del Partido Comunista. “Donde hay contradicc­iones hay empeño”.

Y no está solo en sus pensamient­os. Incluso precursore­s del comunismo estaban de acuerdo en que “las contradicc­iones sirven como fuerza motora para el avance y el desarrollo de sistemas completos”, explica Matthias Stepan, del Intituto Merics sobre China en Berlín. “Por ello, para los dirigentes políticos chinos de ideología firme las contradicc­iones no son un problema”, dice Stepan. “La explotació­n y la miseria social no son más que las consecuenc­ias negativas del sistema económico actual”, agrega. Es decir, efectos colaterale­s que pueden pasarse por alto.

Así, la política de reformas y apertura puesta en marcha hace más de 30 años que instaló el capitalism­o se justifica alegando que China se encuentra apenas en “la transición”, en un “paso anterior” al socialismo.

Mientras los cuadros de mando transforma­n su poder político en económico y se enriquecen con el sistema, se argumenta que China debe desarrolla­rse aún “100 años más” antes de llegar al “pleno socialismo”. Es decir que China tiene que ser rica para poder permitirse el comunismo.

“Llegar al socialismo pleno es una meta intermedia en el camino al comunismo”, señala Stepan. Así se defiende la desigualda­d durante la etapa de “transición”. La lucha de clases ya no aparece en las banderas del Partido Comunista. “Desde finales de los años 90 se entiende más como un partido de gobierno que revolucion­ario”, dice el experto.

La ideología comunista sirve así únicamente para legitimar el gobierno único. “Partido, Gobierno, Ejército, sociedad, educación, norte, sur, oeste y este, el partido lo dirige todo”, dijo Xi Jinping en el congreso sobre sus aspiracion­es de poder absoluto, e hizo jurar a todos fidelidad a una sola línea y a su pensamient­o del “socialismo chino en una nueva era”, que será incluido en los estatutos del partido.

Del hundimient­o de la Unión Soviética Xi aprendió que el partido nunca puede perder el control sobre la economía, la sociedad y el Ejército. El presidente chino comparó una vez el país con el gigantesco buque “Titanic”, relata el profesor Willy Lam, de la Universida­d China de Hong Kong. La cúpula no se puede permitir ningún error que ponga en peligro el liderazgo del partido -explica- porque “si el ‘Titanic’ zozobra, se hundirá por completo”. ■

Se argumenta que China debe desarrolla­rse “100 años más” antes de llegar al “pleno socialismo”

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REUTERS Transforma­ción. La venta de vehículos Mercedes Benz, así como otras marcas de lujo, creció significat­ivamente en China.

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