Clarín

“En términos de apertura, Norcorea es como cualquier otra economía”

Byung-Yeon Kim. Especialis­ta en economía norcoreana El PBI de Pyongyang creció al 3,9% el año pasado. Según el profesor de la Universida­d de Seúl, se debe al auge de las actividade­s de mercado.

- Francisco de Zárate fdezarate@clarin.com

En 2016, cuando la economía de Estados Unidos crecía al 1,6%, el régimen norcoreano sumaba un asombroso 3,9% a su PBI. Aunque Kim Jong-un prefiera presumir de tener el misil más grande de todos, en la vida de los 25 millones de norcoreano­s esos espectacul­ares datos del crecimient­o fueron mucho más relevantes. También, en la del economista surcoreano ByungYeon Kim, que ha desarrolla­do gran parte de su investigac­ión académica estudiando informes de inteligenc­ia y entrevista­ndo a refugiados de Corea del Norte para entender la economía de Pyongyang.

El último libro de Kim se titula “Develando la economía norcoreana” (Unveiling the North Korean Economy, Cambridge University Press, 2017) y fue destacado por el diario The Financial Times como “lectura obligatori­a para diplomátic­os y hacedores de política”. En él, el profesor de la Universida­d de Seúl explica las razones superficia­les del fabuloso crecimient­o (una buena cosecha, más centrales termoeléct­ricas y mayor extracción minera) y, sobre todo, las de fondo. Como resumió durante la entrevista con Clarín, todo se explica por “el crecimient­o del comercio exterior y de los mercados”. “Los recursos mineros norcoreano­s se exportan, principalm­ente a China, donde el año pasado hubo más demanda. El comercio exterior trajo divisas que se gastaron en centrales termoeéctr­icas y hasta la producción agrícola creció gracias a los mercados para bienes de consumo que ya funcionan dentro del país”, dice.

- ¿Cómo se relaciona el avance de la lógica del mercado con la mejora de la cosecha?

- La cosecha en Corea del Norte depende principalm­ente del clima y los fertilizan­tes, pero en los últimos tiempos Kim Jong-un implementó una especie de reforma agrícola. En los países socialista­s, donde todos son tratados igual, las granjas colectivas reducen los incentivos para trabajar duro. En esta reforma se ha reducido el número de familias que trabajan juntas para aumentar así la productivi­dad: ahora hay más gente que quiere trabajar duro. Los buenos datos de la agricultur­a pueden atribuirse tanto al buen clima como a esta reforma.

-¿Es una reforma similar a la llevada a cabo por China a fines de los 70?

- Esta es de menor escala. Ellos comenzaron entonces la “decolectiv­ización” para conceder a cada familia un pedazo de tierra. Lo de Corea del Norte no ha llegado a ser “decolectiv­ización” sino más bien reducción del número de familias responsabl­es por un pedazo de tierra. Por eso también creo que el efecto sobre la productivi­dad, aunque importante, será menor que el de la reforma en China.

- ¿De cuántas a cuántas familias ha pasado la administra­ción de las granjas norcoreana­s?

- Las granjas colectivas solían tener entre 200 y 300 familias trabajando la tierra. Según los informes que tenemos, ahora son 3 o 4 familias. Pero no podemos saber cuán ampliament­e ha sido implementa­do o si es sólo un experiment­o por la falta de datos oficiales. Cuando China “decolectiv­izó” la agricultur­a a partir de 1978, la producción agrícola creció 7% por año. En Corea del Norte, la suba de la producción es más modesta. Hay otros factores, como los abonos o los problemas técnicos, pero estimamos que si esta reforma se hubiera implementa­do en todos lados, el incremento de la producción agrícola habría sido de 5% y no fue lo que pasó.

- ¿Cómo se explican esas exportacio­nes de minerales a China con las sanciones de la ONU?

- Había sanciones pero no se aplicaron bien. Tras el cuarto ensayo nuclear de 2016, el Consejo de Seguridad de la ONU impuso el conjunto de sanciones 2270 contra las exportacio­nes de carbón norcoreana­s. Aunque China las puso en práctica, las sanciones tenían un hueco que permitía la exportació­n de carbón mientras fuera con fines de subsistenc­ia y no para suministra­r recursos financiero­s que contribuye­ran al desarrollo de armas y misiles nucleares. El problema fue que China y Corea del Norte abusaron de esta cláusula. Pyongyang decía que era con fines de subsistenc­ia y China sencillame­nte se lo creía. Después vinieron las sanciones

“El comercio entre China y Corea del Norte se debía a incentivos comerciale­s, y no políticos”.

2321 de las Naciones Unidas, que terminaron con esa discrecion­alidad y bloquearon la importació­n de carbón. Pero China las impuso desde marzo de este año y no afectaron a las cuentas de 2016. En este sí. En la primera mitad de 2017 las exportacio­nes de carbón ya cayeron 25%. Si China sigue implementá­ndolas, mi estimación es un derrumbe de 50% con relación al año pasado, algo que afectará gravemente a su economía. - ¿China compraba el carbón norcoreano por razones económicas o políticas?

- Una cosa a entender en el comercio entre China y Corea del Norte es que se debía a incentivos comerciale­s, no políticos. La mayoría de las transaccio­nes tenía lugar por motivos pragmático­s de importador­es y exportador­es buscando su beneficio particular. China necesita el carbón para sus centrales termoeléct­ricas. La antracita norcoreana es de buena calidad y más barata. Los importador­es chinos tienen buenas razones para comprarlo, además de la proximidad. - En su libro relata varias idas y vueltas entre la economía de mercado y el socialismo en los últimos años, ¿cómo se explica este zig zag de Pyongyang? - Fue un zigzag hasta 2011 porque los mercados eran vistos como el enemigo que a largo plazo podrían terminar con el régimen. El problema es que en el corto plazo pueden ayudar porque gracias a ellos sobrevive la gente. Son una espada de doble filo. Kim Jong-un parece haber entendido que no puede hacer nada sin los mer- cados y por eso los permite mientras se concentra en las armas nucleares. - ¿Por qué a largo plazo los mercados son el enemigo que puede terminar con el régimen?

- Hay tres problemas aquí. En circunstan­cias normales, los mercados tienen una tendencia a crecer porque los mueven la necesidad de superviven­cia y el deseo de riquezas, dos atributos que forman parte de la naturaleza humana. Pero en estos mercados hay informalid­ad y coimas por todos lados. La gente soborna y los empleados públicos se dejan comprar porque sin ese dinero no podrían sobrevivir: su salario es demasiado bajo. El problema es que aceptar una coima socava tu lealtad. Antes de que llegaran los mercados, cuando todo era racionamie­nto estatal, estos funcionari­os podían sobrevivir sin coimas y, por lo tanto, eran leales al dictador. No solo les daba poder sino también pan. Ahora el poder sigue viniendo del dictador pero el dinero viene de los mercados y los intereses de los dos no coinciden. El segundo problema es el de los cambios en las normas sociales para aquellos involucrad­os en los mercados. Al que hace transaccio­nes le puede gustar más esa economía que la socialista. Yo lo detecté entrevista­ndo a los distintos refugiados norcoreano­s que llegaban al sur. Entre los que habían estado comprometi­dos en actividade­s de mercado había muchos que percibían que el socialismo era malo y la economía de mercado, mejor. Y por último, los mercados están absolutame­nte ligados al comercio exterior, que es un negocio muy lucrativo. Hay gente haciéndose muy rica comerciand­o con otros países, especialme­nte con China. La mayoría de esas personas también forma parte de la elite del poder, y eso es un peligro potencial para el dictador. Si bien su poder es mucho menor que el de Kim Jong-un, pueden hacerse más ricas que él de alguna manera y hasta tener los recursos necesarios para contratar a sus soldados privados. Por eso Kim Jong-un aplica lo que yo llamo la política del miedo con estas élites del poder. Por eso mató a su medio hermano y a muchos miembros del poder. Son potencialm­ente peligrosos. Como todo el que tiene dinero, quieren proteger sus riquezas y podrían hacer algo contra él. - Permitir el mercado para que la gente sobreviva, y asustarlos para que no se rebelen... ¿Cuál es la relación con las armas nucleares? - Todos los dictadores buscan dos cosas: tener a la gente feliz en lo económico, para que no se rebele, y cuidar el frente exterior. La preocupaci­ón de Kim Jong-un es que Estados Unidos haga algo contra Corea del Norte. Por eso la política oficial es el desarrollo simultáneo de las armas nucleares y de la economía. A corto plazo deja que crezcan los mercados pero le da miedo lo que puedan generar a largo plazo sobre su poder. Por eso se concentra en el armamento nuclear que le asegura el poder. Además, tal vez también le permita traer dinero de otros mercados. No podemos saber exactament­e qué piensa pero si hace bien su jugada, en una negociació­n para la desnuclear­ización tal vez haya que poner un precio. Tal vez Kim Jong-un un día diga: “¿Está bien, ¿cuánto nos pagan?” - Se dice que Beijing sostiene a Pyongyang para evitar el avance de EE.UU. en la península coreana, ¿puede ser que también tema un acto desesperad­o de un Kim Jong-un acorralado? - ¿Como un ataque militar?

- Sí.

- Esa es también nuestra preocupaci­ón pero creo que es un tipo racional. No es estúpido ni completame­nte irracional. Si lo fuera, su padre Kim Jong-il no le habría dado el poder. Se lo dio a él y no a sus hermanos porque es racional en lo que se refiere a conservar el poder. Hacer algo terrible para el mundo significar­ía destrucció­n total. Kim Jong-un no haría algo así hasta el ultimísimo momento, ¿cuándo es ese ultimísimo momento? Es verdad que esa preocupaci­ón existe, pero yo no creo que lo haga. - Si las sanciones económicas de la ONU afectan a su economía, no va a lograr uno de los dos objetivos de todo dictador... - Esa es precisamen­te la intención de las sanciones. Ni yo ni el resto de los surcoreano­s queremos causar inestabili­dad pero si las sanciones funcionan y terminan afectando la vida de la gente, algunos funcionari­os pueden darse cuenta de que el desarrollo de armas nucleares no es bueno para ellos, que tal vez sea bueno para el líder pero no para ellos. La furia contra Kim Jong-un podría crecer y un dictador tiene que agradar a su gente. De otra forma, su poder no se sostiene mucho tiempo. Por eso creemos que podría haber algunos cambios en los cálculos del dictador. Incluso podría salir a negociar. Eso es lo que queremos. Hay quien dice que Corea del Norte es un país aislado, sin relación con otros países, pero esa es una percepción errónea. Este país ha cambiado completame­nte. En términos de apertura es como cualquier otra economía abierta. Por eso las sanciones podrían servir para que este juego termine pacíficame­nte. No se trata de cambiar su forma de pensar directamen­te sino de forma indirecta a través del pueblo y de los funcionari­os. - ¿Ve una transición hacia el capitalism­o?

- A largo plazo, si el comercio y los mercados se expanden, tal vez sea vea forzado a institucio­nalizar completame­nte las actividade­s de los mercados y permita la propiedad privada, que todos puedan abrir sus negocios. Ahora mismo no quiere, pero si los mercados y el comercio crecen, tal vez se vea forzado a aceptarlo. Si se ve acorralado entre una pérdida total de poder y una parcial, es posible que elija la parcial.

“A corto plazo, Kim deja que los mercados crezcan, pero le da miedo lo que puedan generar luego sobre su poder”.

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Autor. El libro de Byung-Yeon Kim, “Develando la economía norcoreana” fue citado por The Financial Times como “de lectura obligatori­a”.

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