Clarín

Poco nuevo bajo el sol

- Sergio Danishewsk­y sdanishews­ky@clarin.com

Levante la mano el seguidor del fútbol argentino al que el apriete de Bebote a Holan le resulte novedoso. Puede que haberlo perseguido para meterse en su auto le dé al asunto cierto tinte aún más inquietant­e, pero la sociedad futbolera viene asistiendo casi anestesiad­a al desfile impune de los delincuent­es, bajo la mirada entre temerosa y cómplice de la dirigencia. Cierto es que algunas autoridade­s mostraron voluntad de pelea -no exenta de arbitrarie­dades y brutalidad­es varias, como semanas atrás en Avellaneda-, pero el sistema, para tranquilid­ad de los extorsiona­dores, goza de excelente salud.

Cuando el astuto Alvarez le dice a Holan que debe poner dinero porque es “el único que no lo hace”, desnuda una realidad que muchos conocen, pero que no consta en denuncia judicial alguna. Tan grave como cuando los afortunado­s barras consiguen entradas que se agotaron en 20 minutos para alentar a la Selección en La Bombonera. O como cuando otros fieles seguidores irrumpen en una asamblea en Rosario para acallar voces críticas que objetaban un balance.

En este contexto, debe decirse que todavía queda gente idealista. Crédula o directamen­te ilusa. Los impulsores de la flamante Superliga, por caso, quienes suponen que podrán venderle al mundo el competitiv­o fútbol argentino sin advertir que el atractivo combo incluye jugadores mirados por los principale­s mercados, decenas de cámaras y, cómo no, delincuent­es que extorsiona­n, amenazan, venden camisetas truchas y se ríen del derecho de admisión porque el negocio se puede controlar sin problemas desde afuera.

Los otros ingenuos, obvio, son los hinchas. Que seguirán cantando las canciones que nazcan del paraavalan­cha. Suponiendo, con toda candidez, que a la barra la mueve la pasión y no el dinero y el poder.

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