Charlas con mi perra a boca de urna

En nuestra habitual charla de los miércoles tuve que llamar un poco al orden a Lola, mi perrita beagle, porque estás un poco vanidosa desde que tu nombre sale en los diarios y desde que tu foto apareció en una revista de gentes famosas. Te habrás visto un poco regordeta, aflojá con el balanceado. Me preocupa que estés vanidosa porque la vanidad es una variante sutil de la soberbia, dos sentimientos inútiles en los humanos, imagináte en los perretes. Esta no fue una buena semana para vos, lo sé: en Córdoba juzgan al asesino de Chocolate, aquel cachorro hermoso al que quemaron y despellejaron vivo. No, perrita, no hay pena de muerte en la Argentina. Si, ya sé, pero no hay y está bien que no haya. ¿Cómo? Sí, también, hijo de mil, sí, probablemente. Pero hay que dejar actuar a la Justicia que es más sabia que nosotros. Y más lenta también. No me cambies de tema. Estábamos con tu vanidad que, junto a la soberbia, son un camino que lleva a la petulancia, al autoritarismo, a la ceguera. Mañana se vota en todo el país. No, vos no votás, pero deberías. Eso quiere decir que habrá ganadores y perdedores. Es mucho más difícil saber ganar después del triunfo, que saber perder tras la derrota. Así que habrá que avisarle a cada quien que eviten caer en la soberbia, que con el triunfo es cuando todo empieza de verdad y cuando nada acaba. Y que don Francisco de Quevedo decía que la soberbia nunca baja de donde sube porque siempre cae de donde subió. De modo, Lola, que a bajar los humos, a agradecer los honores y a seguir con tu trabajo silencioso: no podés defraudar a tus seguidores. Y no, Quevedo no es una marca nueva de alimento balanceado.