A las urnas con un libro bajo el brazo
Allí donde hay libros, se presume que el capital social de una comunidad crece. No en vano procesos oscuros de la historia y grandes dictadores, desde la Inquisición, pasando por Hitler, Pinochet, hasta Videla, entre otros, ordenaron quemarlos en ho
gueras públicas. No sólo querían destruirlos, sino esparcir además el escarmiento. Allí donde hay libros que se leen no es aventurado decir que quienes lo hacen, lo sepan o no, se están nutriendo internamente, en el fondo de sus espíritus, contra los virus del autoritarismo y la intolerancia. Leer forma mejores ciudadanos, y segura- mente mejores personas. Hay quienes temen a eso más que sus propias muertes.
El libro es cultura viva, progreso en movimiento. Dice Daniel Etounga-Manguellé, intelectual camerunés, activo protagonista de procesos de desarrollo en Africa, que “nuestro objetivo es preservar la cultura africana, una de las más -si no la más- humanistas que existen. Pero debe ser regenerada a través de un proceso iniciado desde adentro que permita a los africanos seguir siendo ellos mismos y a la vez seres de su época”. Alguien dirá que no somos Africa, claro. Sin embargo, hay millones de argentinos que viven en la indigencia, tapados bajo la alfombra de la hipocresía en las últimas décadas. No son “seres de su época”. Sufren una arbitraria veda al acceso no sólo a bienes materiales, sino al universo intangible de los libros y la cultura, a sus raíces. Por eso, saber que hay una puerta abierta al saber para todos en una biblioteca reservada a los más eruditos, es una estupenda noticia.
Un mensaje en un día para honrar la democracia con el voto. Todos a las urnas, y con un libro bajo el brazo. Eso ya es votar por la democracia.