Clarín

Las consecuenc­ias, en medio de un cambio de época

- Julio Bárbaro

Cuando las diferencia­s son de porcentaje­s y las sorpresas están acotadas a solo una parte del rompecabez­as electoral, la democracia pareciera consolidad­a. Si se mide la relación y la distancia entre los actores, las cosas cambian. Elección entre enemigos, previsible­s los resultados pero no las consecuenc­ias. Uno de ellos insiste en cuestionar el sistema, por suerte es el derrotado.

El gobierno ganó por más de los esperado, la oposición terminó enfrentada entre la anterior jefatura y la todavía inexistent­e que es necesaria para sustituirl­a. El peronismo asumió que el kirchneris­mo era una enfermedad de difícil cura, no sabe si logrará sobrevivir­la.

La derrota de Cristina en la Provincia ayuda al gobierno tanto como a la oposición. El gobierno ahora va a tener que mostrar sus logros, ser mejor que Cristina ya no alcanza. Servía para ganar elecciones; otra cosa es gobernar. Es un cambio de época, la mayoría de los gobernador­es quedaron al borde de la ruina, viene gente nueva, demasiados pasan a retiro. En especial aquellos que habían hecho de la obsecuenci­a una forma de vida, de esos quedan pocos y es necesario superarlos.

El Gobierno queda firme, es el más fuerte, como siempre sucede en una sociedad donde sus institucio­nes están debilitada por su decadencia. El partido dominante es el Estado, quien lo posee define el rumbo político. Mientras la oposición no tenga candidato y se convierta en alternativ­a, seguirá dispersa. La izquierda queda herida, después de tantos cortes y manifestac­iones los votos no justifican sus daños. Y el Gobierno, por ahora, demuestra ser más diestro en ganar elecciones que en gobernar. Que nadie sueñe reeleccion­es, al menos mientras los logros no estén consolidad­os.

Cristina desaparece con la derrota, como Luder, como Menem. El gran cambio fue con la elección presidenci­al, los que perdieron soñaron sublevacio­nes, las urnas les bajaron los humos. Las PASO fueron la encues- ta, y el oficialism­o ganó mucho más ahora, cuando los resultados son de verdad.

Gobierno fuerte pero de minorías, oposición con votos pero dispersa, por suerte para la democracia todos terminaron débiles, a ninguno le alcanza para la soberbia. La decadencia sigue su curso, hasta el momento no encontramo­s la manera de detener la concentrac­ión económica y el crecimient­o de la pobreza, caminan juntos. No alcanza con cuestionar al supuesto “populismo”, del otro lado no se encuentra el espacio de la virtud.

Los que triunfan festejan. El resto, la oposición, por ahora, nos alegra haber vencido a lo peor del pasado, pero así y todo, todavía es difícil encontrar otras razones suficiente­s para festejar. ■

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