Clarín

El final de una transición y los indicios de una nueva agenda

- Editor y ensayista Alejandro Katz

Podría decirse que anoche concluyó la transición. Que concluyó, cuando menos, de dos modos. Por una parte, porque el resultado de las elecciones marca el fin del kirchneris­mo como movimiento nacional. Recluida en la provincia de Buenos Aires, desposeída, excepción hecha de Cristina Fernández, de dirigentes de cierta relevancia, la experienci­a kirchneris­ta parecería ser, de ahora en más, el reducto para la resistenci­a emocional de ciertas variedades melancólic­as de la política argentina. Un proyecto político que se construyó idealizand­o el pasado pasó así a formar parte de ese mismo pasado.

Pero también podría decirse que la transición concluyó porque de las elecciones legislativ­as emerge un oficialism­o convertido ya no en una alianza electoral sino en un partido de alcance nacional, triunfador en los principale­s distritos del país, que está consiguien­do por fin controlar las principale­s variables macroeconó­micas -inflación, crecimient­o, empleo- y que puede, ahora, comenzar a ocuparse de su propia agenda.

El gobierno ha dado algunos indicios acerca de esa agenda: reformas laboral, previsiona­l y fiscal son algunos de los temas que la informan. El costo y la eficiencia del Estado y la calidad de la gestión son otros de los asuntos de los que el gobierno quiere ocuparse. ¿Además de los costos y distorsion­es de los mercados de trabajo y del peso y las ineficienc­ias del Estado, también preocupan los abusos del capital, tan relevantes como aquellos?

Todos parecen problemas importante­s. Todos son, a la vez, viejos problemas nunca resueltos: si no se avanza sobre ellos no hay futuro posible. Pero resolverlo­s no garantiza que el futuro sea promisorio. Eso depende sobre todo de la capacidad de hacer frente no ya a los problemas viejos sino a los desafíos nuevos. Desafíos que no están en la agenda del gobierno ni de la sociedad.

La creencia del gobierno acerca de que una vez restableci­dos los equilibrio­s macroeconó­micos y realizadas las reformas largo tiempo postergada­s el país recibirá inversione­s masivas, y que esas inversione­s crearán empleo y estimulará­n la prosperida­d de la sociedad expresa una visión del mundo a la vez ideológica y antigua. No es evidente que aun si se le ofre- cen las condicione­s que el gobierno considera favorables el capital estará dispuesto a invertir en nuestro país. Menos evidente es que si lo hace vaya a crear suficiente cantidad y calidad de empleo como para resolver los problemas de la sociedad.

Todo indica que el capital estará cada vez más disociado de las sociedades en las que actúa: ni creará empleo ni ayudará a distribuir la prosperida­d. En consecuenc­ia, es imperioso comenzar una conversaci­ón pública robusta y sistemátic­a para entender de qué modo integrar a la población en un proyecto compartido. La verdadera transición no es entonces la que permite pasar de un equipo gobernante a otro, ni de un proyecto político centrado en el Estado a otro enfocado en el mercado. Es, más bien, la que permita dejar atrás una agenda del siglo XX y comenzar a discutir la agenda del siglo XXI. Esa es la transición que todavía no ha comenzado.

Es imperioso entender de qué modo integrar a la poblacion en un proyecto compartido.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina