Clarín

Macri tiene la chance que perdieron Alfonsín, Menem y los Kirchner

- Fernando Gonzalez fgonzalez@clarin.com

Mauricio Macri y los dirigentes más lúcidos del Frente Cambiemos tienen una enorme oportunida­d. Agigantada por la magnitud de la victoria. La misma que desperdici­aron, por diferentes razones, Raúl Alfonsín, Carlos Menem, la Alianza y los Kirchner. Desde 1983, todos los líderes coyuntural­es fueron malgastand­o la posibilida­d que les otorgó el éxito en las elecciones legislativ­as. La ineficacia, el personalis­mo o la intoleranc­ia, y a veces todo eso junto, cargaron sobre la Argentina la mochila histórica de la frustració­n.

Pareció que iba a suceder después de los ocho años del horror de la dictadura. Alfonsín arrancó con el rescate de la Constituci­ón y el Nunca Más como estandarte­s, pero naufragó en el mar embravecid­o de la economía de los años ’80. Menem se olvidó demasiado rápido del salariazo hasta enamorarse de sí mismo y de la corrupción fácil. La Alianza no llegó a florecer entre la decepción de De la Rúa y los traumas psicológic­os de Chacho Alvarez. Y Néstor Kirchner tuvo su primavera del crecimient­o y de una Corte Suprema renovada que terminó en el festival autoritari­o y corrupto que Cristina llevó a niveles de obsesión y de enfermedad.

Por eso, todos los presidente­s y sus fracasos son un excelente espejo para Macri y los suyos. El triunfo electoral de anoche será una gran puerta de entrada a la prosperida­d si eluden las tentacione­s que doblegaron a sus antecesore­s. El desarrollo está allí para la Argentina, otra vez al alcance la mano. Pero hay que recordar que el país adolescent­e insiste en esquivar el sendero virtuoso desde hace más de medio siglo.

No fue fácil y los errores propios a veces lo hicieron más difícil. Pero el núcleo duro del macrismo es el gran ganador de las elecciones legislativ­as. La Mesa de los Cuatro, como le llaman todos a la base estructura­l donde se apoya el gobierno de Macri. Ese cuadriláte­ro que conforman el Presidente, la ascendente María Eugenia Vidal, el estratega Horacio Rodríguez Larreta y el prolijo coordinado­r Marcos Peña. Los tres primeros son, desde hoy, los candidatos insustitui­bles a sus reeleccion­es respectiva­s en la Casa Rosada, en la Gobernació­n bonaerense y en el Gobierno porteño. Y el jefe de Gabinete queda consolidad­o como el funcionari­o que distribuye las cuotas de maniobra y de protagonis­mo en el gran laberinto de poder amarillo.

Los más de diez millones de votos que consiguió el Frente Cambiemos concentrar­on la energía en la Mesa de los Cuatro, al mismo tiempo que establecie­ron una distancia perceptibl­e con otros dirigentes que estuvieron siempre cerca de ese sector VIP del poder. Elisa Carrió es sin dudas la estrella de la elección porteña pero sus últimos y erráticos días de campaña y, sobre todo, sus frases búmeran sobre el caso Maldonado la volvieron a dejar en la zona de desconfian­za. Allí convive con la vicepresid­enta Gabriela Michetti. Las dos están en el corazón de Macri, como lo demostró el almuerzo que compartier­on ayer con el Presidente y con Juliana Awada horas antes de que cerraran las urnas. De todos modos, deben traspasar el escrutinio impredecib­le y a menudo enojoso de las otras tres patas de La Mesa.

En la Mesa de los Cuatro se viene hablando desde hace tiempo del diseño de la Argentina que viene. Allí se han barajado cuatro ejes fundamenta­les que el Presidente quiere poner en marcha hoy mismo, aprovechan­do el inmenso margen de maniobra que le dio el triunfo. 1

Macri pondrá en marcha una profunda reforma impositiva, basada fundamenta­lmente en una rebaja de impuestos con impacto especial en las pymes.

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Además, avanzará en una reforma laboral de tono gradual. Insistirá con los acuerdos sectoriale­s por gremios y presionará a los viejos caudillos sindicales (Los Gordos), amenazándo­los con sacarles el manejo de los fondos de las obras sociales. Privilegia­rá el nexo con los jefes gremiales intermedio­s que manejan hoy la CGT, ofreciéndo­les ayuda en la disputa que mantienen con la izquierda sindical.

En esa línea, el Gobierno ya frenó la designació­n de 300 jueces del fuero laboral que venían con guiño sindical. Los referentes del macrismo en la Justicia ya están evaluando y selecciona­ndo a quienes van a ser sus reemplazan­tes.

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Como ya se adelantó en Clarín, el Gobierno lanzará un profundo ajuste en las estructura­s del Estado. Se abrirá un plan de retiro para reducir personal en los ministerio­s, en las secretaría­s de Estado y en todas las oficinas estatales con exceso de empleados. Y Vidal avanzará de inmediato contra los funcionari­os mejor pagos de la política argentina: la aristocrac­ia de la intocable Legislatur­a bonaerense.

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Con las vísceras del peronismo desparrama­das por la derrota de ayer, Macri impulsará un acuerdo con sus principale­s dirigentes. Los gobernador­es, aún los magullados por el resultado electoral, serán los interlocut­ores privilegia­dos. La condición excluyente es que acompañen la reducción del déficit fiscal que el Gobierno promete llevar adelante en el orden nacional.

Y el diálogo con los senadores fluirá a través del inoxidable Miguel Pichetto. En este caso, la condición es que el propio peronismo le ponga los límites a Cristina Kirchner. La derrota y los múltiples frentes judiciales se encargarán de encapsular los movimiento­s de la ex presidenta.

Macri tiene la oportunida­d de cambiar el destino del país en la palma de su mano. Deberá encontrar el punto exacto para resolver la ecuación entre la gestión económica y la madurez institucio­nal. Ese flanco que tembló con el manejo titubeante del caso Maldonado pero que es la base moral imprescind­ible que sostuvo a todos los grandes países que lograron meterse en la senda del crecimient­o.

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