Clarín

Verdades y miserias alrededor del Testigo E

- Héctor Gambini

El Testigo E es un chico que hace poco terminó la secundaria en una escuela de Esquel. Lo conocemos así desde que dos abogados de organismos de derechos humanos -Fernando Cabaleiro y Carlos González Quintana- le tomaron declaració­n para una causa ante la CIDH por presuntas violacione­s a los derechos de los mapuches y por la desaparici­ón de Santiago Maldonado.

Cabaleiro es especialis­ta en medio ambiente y González Quintana es abogado de la comunidad cannábica de Córdoba y un defensor a ultranza del líder de la RAM, Facundo Jones Huala, cuya detención por quemar casas con gente adentro considera "una persecució­n". A González Quintana le dicen "Chuzo".

Sus testimonio­s para la CIDH identifica­n al de este joven así: Testimonio E, por el orden del alfabeto en que lo presentan.

El chico dice allí que Santiago Maldonado estaba cruzando el río con él cuando le dijo no doy más y él le soltó la mano. Cabaleiro y Chuzo describier­on que se trataba del testimonio más importante y que "aún no ha declarado ante la justicia por temor a represalia­s".

El testigo también dijo que, cuando llegó a la otra orilla, vio a gendarmes golpear a Maldonado y cargarlo a un vehículo.

Ese punto era una cosa con Santiago aún desapareci­do y es otra con el cuerpo flotando en el río y un escenario muy probable de ahogamient­o, según coinciden todos los peritos.

Entonces, sorpresa y revolución. Verdades y miserias. Una verdad: el chico que aquella investigac­ión paralela calificaba como el testigo más importante ya no sirve para sostener la desaparici­ón forzada.

¿Qué hacer con ese testimonio recogido, impulsado y defendido por quienes seguían aquella hipótesis? Una miseria: despegarse de él, hasta el extremo ridículo de negar su exis- tencia. Fácil y práctico. Como el Testigo E dejó de ser útil, el Testigo E no existe más.

Pero el chico no sólo sigue existiendo sino que, asustado tras el hallazgo del cuerpo, se fue a buscar refugio en casa de unos parientes en la montaña, como publicó el correspons­al de Clarín en Bariloche, Claudio Andrade. ¿Por qué querría esconderse?

El chico admitió ante sus allegados que mintió cuando dijo que vio a los gendarmes llevarse a Maldonado. Por eso nunca quiso ir ante el juez. ¿Cuánto podría sostener allí su primera versión, antes de admitir que quizá vio hundirse a Santiago en el agua helada, en un sitio donde no hacía pie, sin saber nadar y con 31 kilos de ropa mojada encima? Y además, ¿los abogados de la investigac­ión paralela no lo hubieran llevado corriendo al juzgado, tras el hallazgo del cuerpo, si el chico hubiese seguido firme en su versión del ataque de los gendarmes? En cambio, lo niegan.

El informe de Cabaleiro y Chuzo es de la época del caso en que diversas ONG, alentadas por una fiscalía especial manejada por Félix Crous -un ex humorista de Tinelli que responde a la procurador­a ultra K Gils Carbó- hacían una investigac­ión paralela para instalar la desaparici­ón forzada no como una hipótesis sino como verdad indiscutib­le.

El juez anterior, Guido Otranto, terminó separado de la investigac­ión por criticar a esos abogados y decirle al diario La Nación: "La hipótesis más razonable es que Maldonado se ahogó". Fue el 17 de septiembre.

Justo un mes después el cuerpo de Santiago apareció flotando en el río tras un rastrillaj­e urgente que ordenó el nuevo juez a metros de donde el ahora temeroso y desprotegi­do Testigo E le había soltado la mano. ■

El Testigo E servía para sostener la desaparici­ón forzada. Como eso cambió, ahora lo niegan

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