Mirarnos en el espejo y aceptarlo

Tengo golpes en la cara. El cuerpo me duele. Estoy en el piso. Siento patadas a mi alrededor. Me pesa la cabeza. Quiero creer que vivo una pesadilla. Trato de repensar qué pasó. Hice lo que más me gusta: escribir.

Esta vez elaboré un texto sobre las mujeres posmodernas, sobre nuestra independencia, nuestras elecciones de vida, nuestros amores, nuestra libertad. Mujeres que vamos en busca de flores cuando no crecen. Mujeres que aún cuando el camino se pone árido nos atrevemos a andar.

Busqué una forma de hacerlo. La ironía y el humor son dos barcos nobles para navegar aguas profundas. Todo eso sucedió cuando escribí “El manual ideal de una mina copada”. Y parece que a algunos no les gustó . Están en todo su derecho. Somos todos distintos y por suerte (aunque no todos, parece) podemos compartir la vida a pesar de las diferencias.

Soy periodista desde hace 28 años. Veinte en Clarín. Nunca me había tocado experimentar el escarnio público. Amo mi profesión y la defenderé siempre. Me ayudó a crecer. Me sostuvo en momentos de enorme tristeza. Cuando no podía levantarme. Muchas veces llegar al diario fue una forma de mantenerme atada a la vida. Leer y escribir. Escuchar. Abrir el corazón. Aceptar. Dialogar.

Vernos desnudos al espejo puede ser insoportable. Pero si lo rompemos a trompadas puede ser peor. Para mirarse hay que ser valiente y compasivo. Conocerse. Es un viaje difícil y maravilloso. Feliz, si nos atrevemos. La ira, la bronca y la agresión saltan desde nuestra más baja oscuridad cuando no logramos aceptarnos. Interrumpen todo diálogo.

Nos debemos un debate todavía más profundo. Para que cuando decimos #niunamenos #bastadeabusos #nomachismo #feminismo y todos los hashtags posibles, lo hagamos con el corazón en la mano. Y de verdad.