Clarín

El triunfo de un clásico: Las Violetas, elegido como el mejor café notable de la Ciudad

La tradiciona­l confitería de Almagro recibió 3.706 votos en un concurso organizado por el programa BA Capital Gastronómi­ca del Gobierno porteño. Y fue el preferido entre 49 establecim­entos. Le siguieron el Café Roma, de La Boca, y el Tortoni.

- Karina Niebla kniebla@clarin.com

Fue fundada en 1884, pero sigue vigente como el primer día. Y ayer lo demostró: la confitería Las Violetas fue votada como el mejor café notable de la Ciudad por 3.706 vecinos, en un concurso organizado por el Programa BA Capital Gastronómi­ca del Gobierno porteño. El anuncio se hizo durante el Festival de Café FECA.

El certamen también sirvió para armar el ranking de los 10 mejores bares notables. A Las Violetas le siguieron el Café Roma (3.576 votos), el Tortoni (2.255), Los 36 Billares, El Gato Negro, London City, Florida Garden, Los Galgos, Esquina Homero Manzi y La Biela. En el concurso participar­on 19.496 porteños, que tuvieron que elegir entre 49 establecim­ientos.

Cuando Isidro Montes, gerente de Las Violetas, llegó ayer por la tarde al café, premio en mano, la euforia entre el personal y los clientes fue total. Como cuando se gana un mundial, hubo aplausos, gritos, abrazos. Y hasta la consulta de un turista estadounid­ense, que no entendía qué pasaba. “¿Cómo? ¿Number one?”, preguntó.

“Las familias vienen acá generación tras generación”, resaltó Montes, sentado en una mesa del salón, recuperánd­ose del festejo. Y aunque dijo que el lugar tiene mil historias guardadas, recordó una en especial: la de una pareja que se encontraba en el bar, en los años 70, pero que debió separarse durante la dictadura. Uno se fue a Francia, el otro a Alemania. “Cuando volvió la democracia, quisieron reunirse y lo hicieron acá”, contó este asturiano que ya pasó la mitad de su vida en Buenos Aires.

Luciano Correa, un mozo histórico, también aportó sus anécdotas. Después de pasar por otros clásicos gastronómi­cos como Edelweiss y Café Esquina Homero Manzi, desembarcó en el café más famoso de Almagro en 2001, para la reapertura.

“Hay abuelas que me cuentan que acá conocieron a sus maridos. Turistas que antes de bajarse del avión ya planean venir acá; artistas internacio­nales como Francis Ford Coppola o Viggo Mortensen”, enumeró Correa. “Hasta ex compañeros de primaria que décadas después siguen juntándose en la confitería”, agregó. Y presentó a Lito, José, Tito y Coco, que a sus 77 años eligen todos los sábados este café como espacio “terapéutic­o”. “Parecemos más jóvenes porque venimos acá a hacer catarsis”, confesó divertido Lito.

Ana, de 56 años, llevó a sus compañeras de la primaria en Mataderos para que conocieran el emblemátic­o café, del que ella es habitué. Llegaron justo para el festejo. “El ambiente es hermoso, te atienden bien, no te apuran. Me gusta mucho que exista un lugar así, hay que cuidarlo”, resaltó.

A dos mesas de distancia estaba la familia Lotuf, que vino desde Rosario para un bautismo y antes decidió pasar por el bar. “Había venido antes de la reforma. Lo elegí porque es un lugar tradiciona­l, me siento muy cómodo, y nos gusta la comida y la ar-

quitectura”, explicó Jorge Lotuf (66), en un almuerzo tardío que atravesó varias generacion­es.

Durante todo el año, en las mesas de Las Violetas lo que más se ve es la famosa bandeja María Cala, con torta, masas finas, sándwiches de miga, fosforitos, budín, pan dulce e infusiones. Por la noche, la carta varía semanalmen­te, aunque siempre mantiene una impronta bien porteña: supremas con salsas, lomitos salteados, pastas, milanesas y risottos.

Los fines de semana, el local se llena de turistas que quieren ver en persona los vitrales franceses, la boiserie restaurada, los anillos de bronce y las columnas. Y las filas en la vereda a la espera de una mesa ya se convirtier­on en otra tradición del lugar.

Hace 20 años, la realidad de Las Violetas era muy distinta: las cuentas no daban, cerró y el local quedó abandonado. Se decía que iba a ser comprado por una cadena de supermerca­dos. Pero la insistenci­a de los vecinos y la iniciativa de un grupo de empresario­s gastronómi­cos lograron su reapertura en 2001, tras seis meses de restauraci­ón. Y ayer, sus mozos y cocineros vivieron el premio como un triunfo personal.

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FOTOS: FERNANDO DE LA ORDEN El equipo ganador. El gerente, Isidro Montes, levanta el trofeo rodeado de los mozos y el personal de cocina.
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Habitués. Los clientes celebraron la elección de su café como el mejor.
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Tradición. La “Bandeja María Cala Victoriana” viene con champagne.

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