Desconcierto pero sin enojo en la calle catalana por la “huída”
Reacciones. Algunos secesionistas dicen que es mejor así porque no irá preso. Para otros es un momento de dolor y muchas dudas, pero no lo ven como una traición.
Desde muy temprano, la plaza Sant Jaume, sede del Palau de la Generalitat desde donde el presidente Carles Puigdemont gobernó Cataluña durante 21 meses, se pobló de cámaras que apuntaban a una puerta por la que él nunca ingresó.
“Ya saldrá a saludar. Tengo un sobrino que es mosso d’Esquadra y me dijo que el presidente Puigdemont está adentro, trabajando”, se ilusionaba Isabel, una catalana que se enojó cuando vio a un señor circular por la plaza con una bandera española y un cartel de “Victoria”.
Pero poco después, el dato de la presencia de Puigdemont en Bruselas junto a cinco de sus ex consellers se esparcía sorprendió a algunos con dolor. Pero no generó fastidio entre
“Estoy muy mal, muy desoncertado. Hay muchas dudas, cosas que no entendemos”.
los catalanes independentistas más duros que, lejos de verlo como una traición a la “causa” de la república, intentaron ver en esa salida a un estratega que “sabe por qué lo hace”.
“Prefiero un presidente en el exilio a un presidente en la cárcel”, dijo Manuel Vinyals, un catalán de 65 años, físico jubilado que salió a la calle con su Nikon para retratar “estos días históricos que estamos viviendo”. “Ya sa- bemos de qué se trata; ya hemos tenido un presidente en el exilio”, agregó.
Vinyals se refirió a Josep Tarradellas, uno de los fundadores de Esquerra Republicana de Cataluña (el partido de centroizquierda socio de la alianza de gobierno del President “huido), que fue elegido presidente de la Generalitat en el exilio en 1954 y regresó a Barcelona como president en 1977. Aún recuerdan sus palabras desde el balcón del Palau de la Generalitat, después de más de dos décadas de ostracismo: “Ciudadanos de Cataluña, ya estoy aquí”.
Pero las cosas no son así para todos. “Estoy muy mal, muy desconcertado -admitió Ignacio Contamadas, un comerciante jubilado de 66 añosHay muchas dudas. Hay cosas que no entendemos. No vivo la presencia del presidente Puigdemont en Bélgica como una traición, pero el gobierno nacional no hace más que hostigar.”
Aniol Costa, vocero de la plataforma Universitats per la Republica, que organizó numerosas marchas a favor de la independencia, fue prudente: “Vamos a esperar a que el presidente nos mande un mensaje, pero vemos en su actitud un modo de preservar la república. Es increíble que en pleno siglo XXI el gobierno nacional siga judicializando y persiguiendo al gobierno de Cataluña que fue elegido legítimamente y no puede ejercer su soberanía en su propio territorio”.
Para Josefina Campos Rubi, una catalana con parientes en Mendoza y en La Plata, “a Puigdemont lo han acorralado. Lo entiendo y lo justifico. Tiene hijas pequeñas y sobre su cabeza pende una posible condena de 30 años”, dijo Josefina en referencia a la denuncia que el fiscal general del Estado, José Manuel Maza, realizó ante la Audiencia Nacional contra el ex presidente y su gobierno por rebelión, sedición y malversación.
Lo cierto es que hasta que se supo que había viajado en auto a Marsella y de allí, en avión a Bruselas, Puigdemont, el ex presidente de la Generalitat destituido por el gobierno nacional, era el hombre más buscado de Cataluña.
Por la mañana se lo esperó en vano en el Palau de la Generalitat, donde se especulaba si la policía lo dejaría ingresar o no a los antiguos funcionarios.
Tampoco asistió a la reunión del Comité Nacional del partido PDeCAT que definió la estrategia electoral. Pero sí se permitió jugar con la incertidumbre sobre su paradero al publicar en su cuenta de Instagram una foto del cielo visto desde el interior de la Generalitat con un “buen día” en catalán.
La inquietud y la incertidumbre crecían mientras algunos miembros de su gobierno destronado por la aplicación del artículo 155 de la Constitución se presentaban en sus puestos de trabajo con ficticia naturalidad. La presidenta del Parlament catalán, Carme Forcadell, ingresó temprano al palacio legislativo del parque de la Ciudadela. “Continuamos trabajando”, señaló en su cuenta de Twitter. Un rato después, sin embargo, canceló la reunión de la mesa prevista para las diez de la mañana porque la Cámara “se ha disuelto”, dijo .
Antes de las nueve de la mañana, Josep Rull, ex titular de la Conselleria de Territori i Sostenibilitat, entró a su despacho. En la puerta del edificio lo esperaban sus empleados. Estaban también allí los Mossos d’Esquadra que estrenan nuevo jefe-, quienes habrían invitado a Rull a retirar sus cosas de la oficina. ■