Clarín

“En el siglo XXI hay que construir puentes, y no levantar muros”

El cantautor español criticó a los independen­tistas, dijo que le preocupa el envejecimi­ento y confesó que grabó su último disco sin necesidad de los "polvitos blancos" que usaba antes.

- Diego Jemio Especial para Clarín Yo soy más educado que Bob Dylan. Habría ido a recibir el premio Nobel”. No tengo Internet y no tengo móvil. Sólo leo los periódicos. Me mantengo pretecnoló­gico”. Admiro a los que se ponen a trabajar todos los días en una

“Acabaré como una puta vieja, hablando con mis gatos”, escribió Joaquín Sabina en una de las canciones de su último disco, Lo niego todo. Siempre con la lengua afilada y confesiona­l, el español dice que éste es el disco más urgente -y quizá más melancólic­oque hizo en los últimos años. Se reunió con Benjamín Prado y Leiva para “renovar un poco el aire” y creó doce canciones en primerísim­a persona, que van de la rumba y el rock and roll al reggae, un ritmo infrecuent­e en él, pero que recuerda de sus años en Londres, cuando tenía 20 años y compartía bares con jamaiquino­s.

Como sucede desde hace algunas décadas, después de cada disco de Sabina viene una gira maratónica por la Argentina, con once shows en el Luna Park y otros tantos en el interior del país. “¿Qué hacen acá? ¿Habéis dejado solo a Macri?”, pregunta al iniciar la conferenci­a de prensa, en el coqueto Four Seasons porteño, y antes de describir a la Argentina como un país “querendón y exagerado”, y hablar del envejecimi­ento, de un disco que hizo “sin dormir y sin la ayuda de polvitos blancos” y sobre la independen­cia de Cataluña. -En una nota dijiste: “No me importaría que éste fuera mi último disco”. ¿Estás cansado de grabar, aburrido o sentís que ya dijiste mucho? ¿O es todo eso junto? -La verdad es que llevo 20 años diciendo eso. Siempre que hago un disco pienso que ya no tendré la energía ni las ganas para sacar otro. En realidad, estaba un poco aburrido de mi trabajo en el estudio. Sigo disfrutand­o mucho de las giras, de los viajes y de subir a un escenario. Lo que pasa es que grabar se convirtió en algo tan tecnológic­o... Se tarda tres horas en darle a un botoncito para cambiar no sé qué tonterías cuando desafinas. ¡Me revienta, porque a mí me gusta desafinar! Estaba un poco harto de todo eso. Esta vez el proceso fue más rápido. Quizá haya algún disco más y nuevas giras. Me veo dentro de unos años tocando en teatritos en plan acústico, donde se puedan oír mejor los matices y la relación con el público sea menos tribal y más humana.

-Se habló de la idea del réquiem en tus canciones, en especial en “Lo niego todo” y en “Lágrima de mármol”. ¿Querías matar al personaje o ver cómo salías vivo de todo? -En Lo niego todo quería burlarme del personaje. Todo viene de una frase que publicaron en un diario de Chile. Pusieron: “Llega el profeta del vicio”. Y yo pensé: “Me sobrevalor­an” -se ríe-. Hablan del juglar del asfalto y cursilería­s así de terribles. Yo di pie a eso por ser un bocazas y por mi vida noctámbula y callejera. En cuanto a lo del réquiem, da un olorcillo fúnebre. Tengo 68 años y no sé escribir sin hablar de lo que me preocupa. Naturalmen­te, una de las cosas es el proceso de envejecer. -La canción “¿Qué estoy haciendo aquí?” es un reggae, un ritmo infrecuent­e en tu repertorio. ¿Cuál es tu relación con esa música? -Viví en Londres entre los 20 y 27 años. En ese momento, comenzó a surgir el movimiento con los jamaiquino­s de la ciudad. Yo me metía por curiosidad en los bares llenos de rastas. Siempre quise hacer un reggae. Un día, mi amigo y jefe de la compa- ñía, Afo Verde, me contó que tuvo un grupo de reggae. Le dije: “Hazme una melodía y hacemos una canción”. Además, me gustó la broma de hacer un tema con el jefe de la discográfi­ca.

-El público espera siempre los clásicos y decís que sometés tus nuevas canciones a prueba. ¿Cómo es ese diálogo entre lo que vos querés y lo que la gente pide? -Ahora va todo tan de prisa. Los discos se bajan al día siguiente de salir. Antes era más jodido presentar una canción nueva. Puedo decirte que para los músicos es estimulant­e hacer una música que no tocaste 500 veces. Lo mejor de tener canciones nuevas es poder someter al público a una tortura durante la primera media hora del show porque ellos quieren escuchar las viejas. En este disco quise un clima nuevo, con Benjamín Prado y Leiva, que tiene 30 años menos que yo. Hemos escrito canciones como lo hacíamos hace 15 años: sin dormir. No me sucedía desde 19 días y 40 no

ches -el público le corrige que eran 500 noches. 'Se me hicieron pocas', remata. No había tenido antes esa urgencia y esa necesidad de contar. En 19 tos días... blancos. me Ahora ayudaba ya con no lo unos hago, polvi- pero volví a sentir un sentimient­o de rejuveneci­miento. -¿Por qué a los nuevos solistas les cuesta tanto lograr la empatía y la fenomenolo­gía de artistas como vos, Serrat o Alejandro Sanz? -Yo también me hago esa pregunta. Me preocupa no ver a versiones jóvenes de Bob Dylan, Leonard Cohen o David Bowie. Lo nuestro fue un proceso de acumulació­n de año tras año. La gente fue viendo que somos fieles a lo nuestro y no monigotes de las multinacio­nales; no estamos en el tema del marketing. Yo ni siquiera sueno en la radio. Tu no verás una campaña de publicidad sobre mí. Si la ves, dímelo porque me pondría muy contento. Hay nuevos medios, como Facebook, Twitter y todo eso, pero faltan recursos para hacer una obra con cimientos sólidos. -¿Cómo viviste estos meses lo que está ocurriendo con la independen­cia de Cataluña? -Los españoles y los catalanes llevamos dos meses hartos de hablar de ese tema. En Europa, el nacionalis­mo ha sido la causa de todas las desgracias y grandes guerras en todo el siglo XX. En España, nunca tuvimos tanta libertad, prosperida­d y democracia como en los últimos 40 años, a partir de la Constituci­ón de 1978. Cataluña es la zona más rica y una de las más libres. Una banda de políticos profundame­nte irresponsa­bles han estado a punto de llevar a los catalanes a un abismo imposible. No hablo de los catalanes contra los españoles. Lo primero que hicieron ellos es dividir a los propios catalanes. Estoy en contra del nacionalis­mo y de la división. Creo que en el siglo XXI hay que construir puentes, y no levantar muros. -¿Qué consecuenc­ia percibís en la vida cotidiana de la sociedad española? -La división de las familias. Esto de no poder cenar con algunos de ellos. Los independen­tistas hicieron un mundo de mejores y peores catalanes; eso es algo realmente diabólico. -Serrat lo vivió de cerca y fue muy castigado...

-Lo de Serrat fue duro porque él es un emblema de la catalanida­d. Cuando el Barça gana una copa, él entra al campo y canta el himno del club. Y algunos le llaman fascista. ¿Te lo puedes creer? Eso está pasando. Es terrible. -Estás por comenzar una gira de 16 shows. ¿Te sigue sorprendie­ndo el fanatismo? -Argentina es un país tan querendón y exagerado. Un día, íbamos en un auto a la salida de un concierto. Un hombre nos persiguió a toda velocidad. Asomó al niño por la ventana y me dijo: 'Mirá, se llama Joaquín'. Y yo le contesté: 'Sí, sí, pero por favor guarda al ni

ño'. Al cabo de un rato, el hombre nos volvió a perseguir. Nos alcanzó a los 200 metros e hizo lo mismo con una niña. 'Mirá, se llama Sabina'. Al principio no son un público fácil de conquistar, pero luego son los mejores. No lo digo sólo yo sino también los Rolling Stones. En España me dicen: 'Vos sos

argentino'. Me lo tomo en serio y como un piropo. Yo hago música urbana. La primera y la mejor música urbana que existió en castellano es el tango. Ahí empieza mi lado argentino, que no paró de crecer en estos años.

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DIEGO DÍAZ Como en casa. Sabina contó que en su país le dicen que es argentino, y que se lo toma en serio y como un piropo.
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