Clarín

Anticuado celo por el estado civil

- Magda Tagtachian mtagtachia­n@clarin.com

En un hotel coqueto del interior le pidieron para registrars­e: nombre, edad, DNI, dirección, mail, ocupación, teléfono y ¡estado civil! Se preguntó genuinamen­te qué peso tendría esa informació­n en el caso de “tener” que utilizarla. Estaba por confesar “Solterita y sin apuro”, cuando sonrió y estampó: “Casada”. El empleado de peinado engominado a la cachetada la miraba. El reloj marcaba las 2 AM. Se fue a dormir. Con la llegada de la primavera, el estrés laboral y las tensiones de algún amor que siempre hay para olvidar, se anotó en un moderno gym. El primer día, después de dejar apto médico y huella digital, le pidieron: nombre, edad, DNI, dirección, mail, ocupación, teléfono, teléfono para emergencia y.... ¡estado civil! Esta vez garabateó: “Divorciada”. El empleado de pelo naranja y lóbulo derecho perforado con agujero de centímetro y medio debe haber captado la paradoja o su humorada. En algunos shoppings y bares ya funcionan baños unisex. En Gap, H&M y American Girl, las tiendas más cool y más capitalist­as de las capitales más capitales del mundo, trabajan en atención al público empleados con voz masculina y aspecto femenino, o al revés. Nadie se inmuta. No tienen género. Son bellas o bellos. Especiales. Cool. Por eso los contratan. En medio de tantos adelantos que por suerte trajo el nuevo siglo, familias ensambladí­simas, matrimonio igualitari­o y hasta la posibilida­d de que un o una single encargue (y abone) bebés por catálogo y contrate que esos (nuestros) hijos crezcan en panzas ajenas, ¡cuidado!, para dormir en un hotel decente o para hacer abdominale­s al ritmo del reggaeton hay que confesar estado civil.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina