Clarín

De Vido, el escribidor en su laberinto

- Ricardo Roa

La historia por entregas puede parecerse a la venganza del Conde de Montecrist­o que preso, le confiesan dónde hay un tesoro, escapa y ya rico teje la venganza. De Vido preso está. Difícilmen­te escape. Pero el tesoro no hace falta: está. Está una parte, la de él. Lo que falta es la venganza, por ahora en formato de cartas. Por capítulos, como salió el Montecrist­o de Dumas.

La novela de Dumas contó una historia ajena. La literatura epistolar de De Vido es personal. Y es política. La escribe, furioso, en el Hospital Central de Ezeiza. Está ahí solo y también se ve que lo dejaron solo, desaforado y sin visitas de los muchos que lo visitaban para hacer negocios. Mejor dicho, negociados.

En una semana sólo han ido a verlo tres o cuatro empresario­s de los que hacían cola para verlo. Escribe a mano, en un cuaderno. Y su esposa Laly Minnicelli que ayer cumplió años pasa los textos en computador­a. No mucho trabajo pero más trabajo del que tenía cuando estuvo al frente de la Sindicatur­a y debía vigilar las cuentas públicas de su marido. Igual que su esposo y su hermano, el Mono Minnicelli, otro preso, tiene causas abiertas.

De Vido preso suma furias y las descarga en tinta. En días que se pueden medir en horas Cristina pasó de culpar de todo al motorman por la tragedia de Once a proclamar en plena campaña que no ponía las manos en el fuego por el ministro que desde 1991 sirvió fielmente al clan K.

Cumpliendo instruccio­nes de ella, los diputados kirchneris­tas le soltaron la mano y la palabra: se borraron de la sesión del desafuero a puro relato. Dijeron que era arbitrario lo que le pasaba al ex ministro y ya que era arbitrario no había motivo para defenderlo. Obvio: no lo defendiero­n por decisión propia sino porque Cristina les ordenó no defenderlo.

No fue obediencia a De Vido sino obediencia debida. La bronca de De Vido está implícita hasta cuando De Vido la quiere hacer implícita para que se note más. En su última carta llama “alguien” a Cristina. La “alguien” que “no ponía las manos en el fuego por nadie, salvo por su entorno familiar e íntimo”.

De Vido sumó ayer otro procesamie­nto. Y promete ir por más. Ya está en juicio oral por Once y a punto de añadir el segundo con la obra pública. Hay que agregar la compra de trenes chatarra y los subsidios al Transporte y las causas por importació­n de gas licuado y Río Turbio, ambas con prisión preventiva.

Ayer tocó Skanska, el primer gran negociado de los Kirchner con la obra pública que fue archivado pese a que la misma empresa sueca había reconocido el pago de coimas. Se entiende que a funcionari­os aunque Kirchner insistía en llamarlo un caso de corrupción entre privados. Ya no lo consideran así en la Justicia. En un mes De Vido tendrá que declarar en otro Skanska donde siguen la ruta de los sobornos de Odebrecht.

Mientras tanto cambia su foto en el Twitter. Tenía una con Cristina y Néstor. Ahora aparece él solo con El. De puño y letra puso en la carta: “ah, si quieren saber dónde estoy, estoy donde estuve siempre, al lado de Néstor Carlos Kirchner, quien continuó y profundizó la obra de Juan Perón”. En realidad está en la cárcel. Y la obra que profundizó es la de los negocios con la obra pública y demás.

De Vido por ahora escribe. Y ya no repite que Cristina “vuela tan alto como un cóndor”. Más bien la amenaza. Dice que “la gente no come vidrio” y que “la historia nos dirá que pasó”. Hasta que aparezca esa historia, ¿contará la verdadera historia?

El ex ministro tenía las cartas marcadas para los negociados. Preso, escribe cartas.

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