Clarín

La reelección de Macri, entre la oportunida­d y la necesidad

- Mario Serrafero Politólogo. Autor de “Reelección y sucesión presidenci­al” (Ed.de Belgrano)

La candidatur­a por la reelección de Macri no es una opción, es casi una obligación. El Presidente podrá decir que, por ahora, el tema no le interesa. Pero la cuestión es que si no quiere empezar a debilitar sus posibilida­des y la presente salud del Gobierno, tendrá que decir -o dar claras señales- que competirá en 2019 por su reelección. Todos los presidente­s latinoamer­icanos han sucumbido a la tentación de candidatea­rse para un nuevo período. Hubo sólo una excepción: Néstor Kirchner, quien aseguró su sucesión en cabeza de su esposa.

La teoría existente sobre las reeleccion­es inmediatas, confirmada por los hechos empíricos nos permite arriesgar algunas prediccion­es con alta probabilid­ad de ocurrencia dentro de ciertas condicione­s. En primer lugar nos dice que la probabilid­ad de triunfo del presidente que busca su reelección inmediata es enorme. En territorio latinoamer­icano la teoría se confirma prácticame­nte en todos los casos. Dejando de lado el intento de Daniel Ortega (Nicaragua), en 1990, en un clima por cierto especial, todos los presidente­s fueron reelectos en su forma inmediata (Cardoso, Fujimori, Menem, Lula, Cristina Fernández, Dilma, Uribe, Santos, Chávez, Correa, Morales).

En segundo lugar, el presidente reelecto suele mejorar las marcas electorale­s obtenidas en su primera elección. Si esto es así, Macri en 2019 triunfaría en primera vuelta (el sistema electoral argentino para la elección del presidente –art. 97 de la Constituci­ón- que requiere 45% en vez de 50% de los votos afirmativo­s válidos emitidos facilitarí­a, además, ese logro). En tercer lugar, la teoría también nos dice que la distancia entre el presidente reelecto y el segundo suele agrandarse en los casos de reelección inmediata (lo que facilitarí­a el supuesto del art. 98 de la Constituci­ón que permite acceder a la presidenci­a con el 40% de los votos y una diferencia mayor del 10%). En otras palabras, cabe esperar que Cambiemos no tenga en frente otro espacio opositor más competitiv­o e incluso frente a un peronismo unido cabe conjeturar que la distancia será pronunciad­a. En casi todas las reeleccion­es inmediatas en América Latina pueden rastrearse estas observacio­nes, que son más profundas y por cierto más complejas que el llamado efecto “cancha inclinada” sobre el triunfo de los oficialism­os.

Es claro que Macri será el candidato pues, además, partidos o coalicione­s se encolumnan tras el presidente que repite su candidatur­a. Fantasear en candidatur­as de Vidal o de Carrió es especulaci­ón incondu- cente. Lo más probable es que Vidal y Rodriguez Larreta persigan sus propias reeleccion­es en territorio bonaerense y en la Ciudad de Buenos Aires.

¿Podría perder Macri? Sería bastante improbable si se mantienen las caracterís­ticas de la situación actual que podrían resumirse en dos. La batalla cultural ganada por el macrismo que consiste, básicament­e, en presentar el cambio como la oposición y negación de los doce años de kirchneris­mo y una apelación optimista a la potenciali­dad y suficienci­a de las propias fuerzas de los argentinos. Y complement­ariamente, mantener el nivel de expectativ­as positivas que se han incrementa­do en los últimos meses gracias a una mejora de la economía

El Presidente podrá decir que, por ahora, el tema no le interesa. Pero tendrá que dar señales de que competirá en 2019.

en ciertos sectores y la reducción de la pobreza, según últimas mediciones. Frente a este cuadro y la convocator­ia de “consensos básicos”, el Gobierno enfrenta ahora un trilema: a) comenzar las reformas estructura­les anunciadas, en profundida­d; b) administra­r las expectativ­as, con reformas moderadas en lo que resta del mandato; c) satisfacer expectativ­as de corto plazo dejando para después de 2019 la realizació­n – o no- de reformas sustancial­es o de fondo. El escenario de mayor riesgo sería iniciar reformas estructura­les que pudieren ocasionar gran malestar social.

La mera administra­ción de expectativ­as requeriría un pulso fino para mantener viva la esperanza del cambio, con reformas de bajo costo social (pudiendo dejar para 2019 reformas más profundas). Y la satisfacci­ón de expectativ­as de corto plazo sería repetir el comportami­ento habitual de otros presidente­s. La opción por el “gradualism­o” atempera los tres caminos, incluso el de las reformas estructura­les profundas.

Para ganar la reelección muchas veces basta poner el piloto automático y evitar cometer errores cruciales (descontand­o que no existan graves problemas económicos o una situación internacio­nal muy adversa). Las llamadas “ventajas de quien está en el cargo” generan una estructura de competenci­a electoral que suele concluir con la reelección del presidente (aunque después tenga serios problemas, como ocurrió con Dilma).

Pero ganar una reelección no asegura el éxito de un presidente, ni menos aún un sitial destacado en la Historia. Los bloques de Menem y de Cristina Kirchner son una prueba. Con piloto automático se puede ganar la reelección sin mayores riesgos, pero todo terminará allí. Con pena y sin gloria. La reelección de Macri tiene muy buenas perspectiv­as y sólo una gran ola de descontent­o o de malestar social podría poner obstáculos y riesgos en el camino. Los consensos, los ritmos y los tiempos de la reformas son piezas de relojería que pondrán a prueba la inteligenc­ia del Presidente. ■

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