Clarín

El pequeño soborno, un mal hábito que hemos naturaliza­do

Ya en el siglo XIX, Darwin contó su sorpresa ante el uso frecuente de las coimas en el país.

- Pedro Luis Barcia Lingüista*

En sus escritos de 1835 sobre su viaje por nuestra tierra, desde Carmen de Patagones hasta Buenos Aires, el naturalist­a Charles Darwin deja constancia de la sorpresa que siente frente a lo habitual de la coima y el soborno: en sus páginas se refiere básicament­e al funcionami­ento del correo y a cómo sus empleados habían instalado un negocio alrededor de la entrega de correspond­encia. Esto le llama la atención y advierte que se trata de una actitud generaliza­da en las ciudades que, a la vez, contrasta con la gente del campo, de mayor honestidad. Ese es un primer anticipo de lo que es "la mordida".

Es que buscar el acomodo a través de la coima para lograr un objetivo es uno de los rasgos identitari­os del argentino. No es casual que el verbo en España sea "pontear", que implica acercar dos extremos a través de un puente, y en nuestro país se use "puentear", que quiere decir evitar cierto trámite. En Buenos Aires hay incluso un "monumento a la coima". Está en el edificio en el que hoy funciona el Ministerio de Desarrollo Social, en medio de la Avenida 9 de Julio: allí se ve la figura de un hombre que con una mano entrega unos papeles y con la otra, ex- tendida hacia atrás, espera recibir algo a cambio.

Argentina es un país anómico: no es que no haya normas para cumplir, pero el argentino tiende a evitarlas. Desde la luz del semáforo hasta el pago de un impuesto. Y el Estado no aplica su capacidad de pena para limitar esta tendencia.

La coima es un hábito muy robustecid­o entre nosotros y va a ser muy difícil romperlo porque va de lo chico a lo grande, desde un oficial de Policía hasta las grandes empresas. Desde chicos, los nenes ven a un padre que para conseguir alguna ventaja es-

Desde chicos, los nenes ven a un padre que para conseguir una ventaja está dispuesto a coimear

tá dispuesto a coimear: esto ya es parte de nuestra sangre, de nuestra carne. Porque, en general, el soborno en pequeña escala no causa escándalo: sólo los actos mayúsculos de corrupción escandaliz­an y llegan a primera plana. Y creo que esos actos no llevan a una reflexión interna en la que cada argentino crea que puede cambiar y evitar sentir que la coima cotidiana es algo aceptable.

*Ex presidente de la Academia Argentina de Letras y creador de la Diplomatur­a en Cultura Argentina de la Universida­d Austral.

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S. BOEMO La mano. El “monumento a la coima”, en un edificio público.

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