Que la polémica no sea injusta con la notable gesta de un gran equipo
Se dio un resultado inesperado en la semifinal copera. Inesperado porque tras la derrota de Lanús en el Monumental, un simple gol de River “obligaba a Lanús a hacer tres”, se decía por el costado de la lógica (muchas veces ajena en este juego bendito). Pero para completar el cuadro, River marcó ¡dos! Entonces los locales debían meter cuatro. Ya se conoce la historia. Un gol de Sand cuando ya terminaba el primer tiempo abrió una hendija, muy pequeña. Porque la diferencia seguía siendo grande. Pero vino el aluvión de los tres goles en 23 minutos. Y se dio un hecho histórico. Porque dar vuelta una diferencia de tres goles, y más en una semifinal de la Libertadores, tiene ribetes extraordinarios. Hubo -claro- en el medio situaciones polémicas, inclu- so con la participación del VAR (implemento tecnológico para colaborar con el árbitro) que pudieron perjudicar a River. Porque no se dio la consulta visual al sistema por una supuesta mano penal de Marcone y sí por un penal de Montiel a Pasquini que el árbitro Wilmar Roldán no había sancionado en primera instancia. Y así quedaron a la vista los peligros de estas innovaciones que se le quieren hacer al fútbol “para generar mayor justicia en los fallos” y terminan por confundir más las situaciones. Especialmente en las jugadas de “interpretación”. Porque a la autoridad máxima del árbitro se le suman otras opiniones “humanas” que terminan por complicar las resoluciones. Roldán consideró que la mano de Marcone no fue intencional. Y esa fue la regla de siempre para no sancionarlo. Las recomendaciones de la FIFA extendieron los casos, sobre posiciones del cuerpo y supuestas “resistencias” de los brazos en lugares no naturales (?). Sólo consiguieron sumar mayor confusión. Hasta hace un año la mano de Marcone no era penal. Ahora sí, aunque no fuera intencional.
Quedó a la vista que la incorporación de la tecnología no beneficia al fenómeno social que impuso la popularidad única del fútbol en el mundo. Más bien, puede deformarla. Pero hubo otros motivos por los que la gente de River también se sintió dañada por el arbitraje. Al cabo, el árbol pareció tapar al bosque. Poco se habló de la flojísima actuación de un equipo proclamado como “infalible” en los “mano a mano”. Y poco se dijo de la extraordinaria recuperación de Lanús, sin renunciar al estilo que le impuso Jorge Almirón. Posesión del balón indeclinable, orden, búsqueda variada. Buena técnica y dos atacantes distintos pero igualmente contundentes como Acosta y Sand. Lo de Lanús fue una hazaña futbolera con muy pocos antecedentes. Y quedó escondida por las discusiones externas. Quizás la paradoja diga que esa soberbia actuación haya sido el mejor homenaje final para Ramón Cabrero, un prócer granate que dejó esta vida después de recibirlo. ■