Clarín

"No comemos carne humana sólo por un tabú cultural"

Agustina Bazterrica, ganadora de la edición 2017, habla de “Cadáver exquisito”, un texto que llega a hipótesis extemas.

- Verónica Abdala vabdala@clarin.com

“La escritura es una experienci­a feroz y mi intención es sacar al lector de ese letargo en que vivimos y en el que, muchas veces, la violencia se naturaliza” dice Agustina Bazterrica, la flamante ganadora del Premio Clarín Novela 2017 que, al momento de esta entrevista, pocas horas después de la ceremonia del vigésimo aniversari­o del premio literario, dice sentirse “todavía en el aire, o como cayendo al pozo de Alicia en el país, asomando a esta maravilla”. Su novela, Cadáver exquisito, se ganó la aceptación unánime de un jurado de notables, que este año integraron los escritores Juan José Millás, Jorge Fernández Díaz y Pedro Mairal. Millás definió la obra, que se impuso a otros 493 originales, como "una novela mayor, que transcurre en una atmósfera hipnótica."

Hasta aquí, Bazterrica lleva publicadas una novela y un volumen de cuentos en editoriale­s chicas y divide su tiempo entre un trabajo administra­tivo y la coordinaci­ón de un ciclo de encuentros artísticos –llamado "Siga al conejo blanco"-, que combina lecturas con espectácul­os y pro- yecciones. Estudió la carrera de Artes en la UBA porque ama el arte, dice, pero, sobre todo, para justificar el hecho de poder quedarse días encerrada leyendo en pijama.

En Cadáver exquisito, construye un universo inquietant­e, perturbado­r: el de un mundo en que el canibalism­o se ha naturaliza­do y los humanos luchan por su superviven­cia: literalmen­te, se comen unos a otros.

El protagonis­ta -Marcos Tejo- parece representa­r la última reserva moral de la especie. Es un hombre de mediana edad, que trabaja como encargado general del frigorífic­o Krieg, el más importante del lugar; un sitio en el que –como en otros frigorífic­oslo que se faena es carne humana.

Es que la aparición del virus de la “GBB”, que afecta de manera mortal a todos los animales del planeta, ha llevado a prescindir de ellos para la alimentaci­ón y, a través de una etapa de “Transición”, a aceptar el canibalism­o como única forma de superviven­cia. Aunque Tejo tiene la hipótesis de que, en realidad, la infección generaliza­da ha sido un invento de los poderosos del mundo para evitar la superpobla­ción. En ese contexto se plantea hasta qué punto es válido servirse de otros para sobrevivir o intentar concretar sus deseos.

“Me interesa interpelar al lector, in- quietarlo, contar historias que conmuevan desde un lugar casi brutal, no tanto la autorrefer­encia ni la narrativa del yo”, señala Bazterrica. -¿Qué elementos narrativos sirven a esa estrategia?

-Diría que lo hago a través de una poética del extremo, orientada a que el lector no quede indiferent­e: apunto a generar una reflexión final. En esta novela hay desde referencia­s indirectas a la trata de personas a una representa­ción muy gráfica del canibalism­o simbólico y la violencia a la que vivimos sometidos. Y está también en primer plano el tema de cómo objetivamo­s a otros, les asignamos un valor: aquí hombres y mujeres se comen literalmen­te unos a otros, hay una traición potencial en todo vínculo. Hoy está naturaliza­do el consumo de carne animal, pero ¿no es esa tam- bién una traición a la naturaleza? Estamos procesando cadáveres en nuestro organismo, ¿y de allí extraemos energía? Lo que nos separa del consumo humano es, acaso, sólo un tabú cultural, aunque como especie parecemos estar alejándono­s de ciertos ideales, e incluso valores morales. -La naturaliza­ción de la violencia y la destrucció­n son, en la ficción, instancias inherentes a la superviven­cia. ¿Es una alegoría política? -Diría que es una alegoría y una denuncia de las consecuenc­ias, no siempre visibles, del capitalism­o feroz: nos devoramos los unos a los otros, por ahora en el plano económico y político.

-En la novela es literal…

-Sí, se mata y se muere, esa es la dinámica que permite a los personajes sobrevivir, en un contexto hostil. -¿El capitalism­o feroz al que aludís promueve la psicopatía de quienes deshumaniz­an al otro?

-Por supuesto, la capacidad de empatizar se desdibuja: ¿o no vemos gente que se come a otra gente?

-En la novela hay estratos sociales, también, entre quienes consumen carne humana: están los que compran carne de calidad, quienes comen lo que pueden y también los “carroñeros”, pobres, que se alimentan de los deshechos del sistema.

-Hay un paralelism­o de las clases sociales. Y está el tema de la conspiraci­ón: nadie sabe con certeza si las razones por las que han llegado a esa situación fueron inevitable­s o se trata de un invento de los poderosos, que se aprovechan de ese escenario, acaso construido para sus propios fines. Me parece interesant­e esta ambivalenc­ia en la que ambas posibilida­des aparecen como probables.

-El personaje central tiene, todavía, ciertos valores en juego. Pero también experiment­a cierta ambivalenc­ia, no es un romántico ni tu novela tiene una resolución naif.

-No, él también se pregunta qué hacer. Quería que estuviese dolido, confundido, ante esta etapa de “Transición” y que se planteara salidas pero que al mismo tiempo quedara atrapado en esta realidad agobiante, que

por momentos parece fagocitarl­o todo. El romanticis­mo no tiene nada que ver con mis ficciones, que reflejan más bien cierta oscuridad. -Una de las preguntas implícitas es hasta qué punto el deseo justifica el daño a terceros o su destrucció­n. -Hay quienes ya ni se cuestionan, simplement­e se acomodan donde les queda mejor. Creo que lo vemos en las calles, en los ámbitos laborales, en el seno de las mismas familias. -Y hay incluso referencia­s al nazismo en tu ficción: un personaje hace experiment­os con humanos… -No es consciente, aunque sí hay mucho sadismo en las formas en que es tratado el cuerpo. Sí investigué muchísimo sobre faena de carne, disección, dinámica de los frigorífic­os y canibalism­o: en la novela El entenado de Saer hay referencia­s a este tema, en Robinson Crusoe también; vi una película de una vegetarian­a que se vuelve caníbal. La ficción, digamos, también está documentad­a. -¿Creés que la literatura puede cambiar la percepción del lector?

-Sin duda. No soy optimista en términos sociales, creo que son tiempos complejos, pero que siempre hay personas capaces de hacer gestos solidarios. La literatura es un intento de acercamien­to entre autor y lector, que aspiran a encontrars­e.

No soy optimista, creo que son tiempos complejos, pero que siempre hay personas capaces de hacer gestos solidarios”

Hoy está naturaliza­do el consumo de carne animal, pero ¿no se trata también de una traición a la naturaleza? “

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RUBÉN DIGILIO La felicidad. Bazterrica, ayer, ya ganadora y toda sonrisas.

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