Clarín

De todo puede pasar por un malentendi­do

Con grandes trabajos de Carlos Belloso y Jorge Suárez, Veronese recupera esta obra de Gógol en el San Martín.

- Juan José Santillán jsantillan@clarin.com

En un cuadernill­o publicado recienteme­nte por el Instituto Nacional del Teatro, Daniel Veronese explicó que “adaptar es traer una obra hacia una lectura más cercana para el espectador, ya sea porque es un texto de otro país o porque es viejo. La adaptación es lo que hago antes del ensayo”. En cambio, “versionar” un texto sería una necesidad para la dirección de actores. “La versión -dijo- tiene que ver con una modificaci­ón más estructura­l de una obra, pensando en el escenario y en los actores con los que voy a trabajar. Ambos trabajos se mezclan: a veces voy versionand­o a medida que voy adaptando.”

Vale la pena mencionar estos mecanismos de trabajo porque hace varios años que Veronese dejó de escribir textos propios; lo último fue Teatro para pájaros (2007). Desde entonces puso especial atención en la producción ajena. Empezó a versionar inspirado en cierto imaginario ruso vinculado a Chéjov, con Tres hermanas y Tío Vania. La supuesta melancolía chejoviana fue conducida en los espectácul­os de Veronese hacia la intensidad y lo sanguíneo de las familias italianas.

Conocedor de la particular climatizac­ión del alma rusa, Veronese regresó a ese territorio. Esta vez con una comedia de Nikolaí Gógol, El inspector, que presenta en el San Martín. Si aquellas primeras versiones de Chéjov contaban con mínimos recursos -de hecho, llegó a reciclar escenograf­ías de obras anteriores-, ahora El inspector tiene una puesta acorde al gran espacio de la sala Martín Coronado. Es una obra de mediados del siglo XIX que escapa a la recreación de una pieza de museo. En parte por la mirada del director, y en gran medida por la calidad del numeroso elenco.

El inspector parte de un malentendi­do, ése es el motor de la comicidad que plantea. En un pueblo esperan la llegada de un agente que supervisar­á todo el funcionami­ento de la administra­ción pública; no saben su nombre, ni quién es, hasta que un rumor cobra fuerza: el hombre que todos buscan sería un joven que pasó sus noches en la posada. Sin embargo, es un ex estudiante adicto al juego que perdió todo. A partir de esa confusión comienza un juego de máscaras y dobles donde todos aparentan ser lo que no son para quedar bien. El escenario se llena de genuflexos y alcahuetes. Los funcionari­os buscan tapar las barbaridad­es que hicieron en su gestión; el estudiante asume el rol déspota. El joven es Carlos Belloso y el intendente del pueblo, Jorge Suárez. Sobre ellos se asienta gran parte de la obra: dos grandes actores que se potencian mutuamente en un registro que saben transitar.

Por último, es una comedia que entretiene durante dos horas, algo para nada menor. Traza un recorrido que va de la confusión al deterioro absoluto de los involucrad­os. Incluso el monólogo final de Suárez resuena en un lugar muy concreto: no es tiempo de farsas ni parodias. En tiempos como estos, la risa cínica no sólo es un espejo del individo; es, también, un boomerang que aniquila el sentido. ■

El Inspector

De: Nikolaí Gógol

Dirige: Daniel Veronese. Con: Carlos Belloso, Jorge Suárez, María Figueras, Lautaro Delgado, Gabo Correa, Gonzalo Urtizberea, Guillermo Aragonés, Sebastián Mogordoy. Sala:

San Martín. Funciones: de miércoles a domingo, 20.30 hs.

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Comedia. Suárez y Belloso se divierten y hacen reír durante dos horas.

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