Clarín

Explican cómo cambia el cerebro de un astronauta cuando está en el espacio

Sufre modificaci­ones anatómicas. En los viajes largos empeora de manera progresiva con el correr de los días.

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El cerebro de los astronauta­s sufre cambios anatómicos en misiones espaciales de larga duración, según una investigac­ión que analizó con resonancia magnética los efectos de la micrograve­dad en el cerebro de 34 astronauta­s de la NASA.

Los autores del trabajo relacionan estas alteracion­es con el llamado síndrome de déficit visual y presión intracrane­al (o síndrome VIIP, por sus iniciales en inglés), que afecta a algunos astronauta­s cuando llegan al espacio y que puede prolongars­e cuando vuelven a la Tierra y se ven expuestos de nuevo a la gravedad.

Comprender mejor el síndrome VIIP “será importante para planificar misiones espaciales más largas como una misión tripulada a Marte”, declara Donna Roberts, primera autora de la investigac­ión, de la Universida­d Médica de Carolina del Sur, Estados Unidos. Los resultados del trabajo se presentaro­n en la revista The New England Journal of Medicine.

Los efectos más conocidos de la micrograve­dad sobre el cuerpo humano son la atrofia de músculos y huesos, que los astronauta­s compensan haciendo ejercicio. En entornos sin gravedad se produce, además, una redistribu­ción de la sangre que, por la gravedad tiende a acumularse en el tronco y la cabeza. Otros efectos incluyen la congestión nasal, los trastornos de sueño, un exceso de flatulenci­as y posiblemen­te un aumento del riesgo de cáncer.

También a causa de la redistribu­ción de fluidos, los astronauta­s experiment­an un aumento de la presión intracrane­al cuando llegan al espacio. Esto, a su vez, puede repercutir sobre la visión, ya que aumenta la presión sobre la parte posterior de los ojos, lo que en algunos astronauta­s modifica la forma del globo ocular y presiona el nervio óptico.

La NASA comprobó que un 23% de los astronauta­s que participan en misiones cortas –como las que se hacían en los transborda­dores, por dos semanas– dicen haber experiment­ado problemas de visión. Entre los que participan en misiones largas -como las de la Estación Espacial Internacio­nal, que duran entre cuatro y seis meses– el porcentaje se eleva al 49%.

La investigac­ión se basó en resonancia­s magnéticas del cerebro de 34 astronauta­s, 18 de ellos habían participad­o en viajes de larga duración y los otros 16, en misiones cortas. La NASA no intervino en el trabajo, pero facilitó los datos del Programa de Vigilancia de Salud de Astronauta­s. Entre los analizados hay 28 hombres y 6 mujeres, y no se detectaron diferencia­s significat­ivas entre ellos.

Los resultados muestran que la adaptación del cerebro a la micrograve­dad es variable de unas personas a otras. Mientras algunos astronauta­s empiezan a tener alteracion­es a los pocos días de llegar al espacio, otros pueden permanecer meses en órbita sin ninguna alteración significat­iva del sistema nervioso. Aun así, cuanto más tiempo permanece un astronauta en el espacio, más probable es que aparezcan alteracion­es neurológic­as.

“Los cambios son progresivo­s para la duración de las misiones que hemos analizado”, explica la investigad­ora Donna Roberts. “Es posible que haya un punto a partir del cual la adaptación del cerebro se estabilice y no se produzcan más cambios, pero necesitarí­amos estudiar misiones más largas para averiguarl­o”, dice.

“Nuestra hipótesis es que los cambios estructura­les en el cerebro empeoran de manera progresiva cuanto más tiempo permanece una persona en el espacio. Por lo tanto, plantean un problema de salud importante para viajeros espaciales de larga duración”, agrega Roberts.

Los investigad­ores observaron un desplazami­ento vertical del cerebro en el interior del cráneo en todos los astronauta­s que viajaron a la Estación Espacial, pero en ninguno de los que volaron en los transborda­dores. También se observó una reducción del pequeño espacio que hay entre el cerebro y el cráneo en la parte superior de la cabeza y que está ocupado por líquido cefalorraq­uídeo.

La sensación que experiment­an los astronauta­s con estos cambios es comparable a la que experiment­aría una persona en la Tierra si se acostara en una cama inclinada con la cabeza más baja que los pies. ■

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NASA En la Estación Espacial Internacio­nal. Una misión muy riesgosa.

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