Clarín

Esas verdades que nos hieren y no aceptamos

- Alberto Amato alberamato@gmail.com

Cuando la verdad no nos gusta, no podemos soportarla. Esa es una verdad alta como un pino y, como dice Serrat, “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. ¿Por qué queremos entonces remediar lo irremediab­le? En 1945, el otrora orgulloso emperador japonés Hirohito, aliado de Hitler y de Mussolini, ambos ya vencidos, con su país destrozado y sacudido por dos bombardeos atómicos, asu- mió su fracaso con una frase memorable: “Ha llegado la hora de aceptar lo inaceptabl­e”. Y se rindió. Ese es el meollo de todo: la verdad dolorosa, nos es inaceptabl­e. Fabricamos cuentos, hipótesis, conspiraci­ones, teorías y conjuros, sospechas y cábalas, de todo hacemos para no aceptar la verdad que nos hiere, nos duele, nos humilla. El amor lo sabe. Y el desamor, también.

Ahora anda de moda un neologismo que ojalá tenga breve vida, que disfraza la mentira, al que llamamos posverdad, y que también enarbolamo­s para apartarnos de todo aquello que nos descalabra. Siempre es inútil. Como a un náufrago que el mar se ha devorado, la verdad siempre sale a flote. Ahí es donde nos encuentra mancillado­s, huraños, indefensos, chupando un clavo, desvalidos y sin la cobertura frágil que nos dio nuestro coraje escaso, nuestra osadía sin futuro, nuestra tonta tapadera. Las preguntas mañaneras son dos: ¿qué estamos dispuestos a hacer, cuál es el límite, para disfrazar y demorar la verdad?

Y la otra, ¿no es siempre peor la mentira, en especial las que apuntamos hacia nuestra frágil conciencia? Disculpen si les enturbié el desayuno. En absoluto fue mi intención. Esa es la pura verdad.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina