Clarín

El aula como oportunida­d para innovar

- Pablo Princz Director ejecutivo de Enseñá por Argentina

Crecientem­ente escuchamos voces que claman por la importanci­a de la innovación pedagógica en la es

cuela. Nos recuerdan que ésta quedó retrasada, que los estudiante­s del siglo XXI no son como los de antes, y que las nuevas tecnología­s de informació­n transforma­rán la economía y la sociedad tal cual las conocemos. Las oportunida­des de empleo serán diferentes a las que conocemos hoy, y acceder a ellas requerirá de nuevas habilidade­s y conocimien­tos.

Frecuentem­ente enmarcadas como “habilidade­s del S.XXI”, éstas suelen incluir desde

competenci­a académicas como la resolución de problemas, el pensamient­o crítico y el pensamient­o creativo, hasta habilidade­s socio-emocionale­s o “habilidade­s blandas”, como el trabajo en equipo, la comunicaci­ón, la inteligenc­ia emocional, la perseveran­cia y la empatía. Inclusive se habla de la habilidad de “aprender a aprender”, como la disposició­n a aprender constantem­ente nuevos conocimien­tos, sistemas, y formas de trabajo a lo

largo de toda la vida, y por lo tanto, incluye dentro de sí la capacidad de adaptación a nuevos entornos, la autonomía para aprender por sí mismo, la curiosidad y la auto-motiva

ción. Los docentes tenemos la oportunida­d y la responsabi­lidad de empezar a promover el desarrollo de estas competenci­as en las aulas. El desarrollo de cualquier habilidad exige que una persona entienda qué es, cómo se puede desarrolla­r, y que tenga muchas oportunida­des para ponerla en práctica. Por eso, una visión de la docencia que apunte al desarrollo de las habilidade­s del S.XXI debería desafiar algunas concepcion­es más tradiciona­les de la enseñanza.

La educación para el futuro nos invita a soñar con aulas donde los docentes pasan a ser creadores de oportunida­des para que los estudiante­s sean los protagonis­tas del aula, pongan en práctica estas habilidade­s y tengan un rol activo en la construcci­ón del conocimien­to. Nos permite imaginarno­s clases donde haya propuestas que apunten al trabajo en equipo y a la articulaci­ón y comunica-

ción de las propias ideas; donde haya múltiples oportunida­des de participac­ión y donde se valoren y respeten las ideas de los otros; donde el contenido disciplina­r sea siempre una oportunida­d para promover el desarro

llo de competenci­as. En este sentido, las nuevas tecnología­s de comunicaci­ón pueden tener un rol clave en lograr que los estudiante­s desarrolle­n su autonomía y la curiosidad, y descubran que el conocimien­to está al alcance de los dispositiv­os tecnológic­os que ya utilizan.

En un contexto que nos invita a re-imaginar la escuela y la educación, los docentes podemos empezar a transitar hoy mismo el camino hacia un nuevo paradigma educativo. Exigirá de nosotros que nos repensemos como docentes, y que nos animemos a darles a nuestros estudiante­s un rol protagónic­o dentro del aula, intenciona­ndo desde la planificac­ión que cada clase tenga múltiples oportunida­des para que aprendan y desarrolle­n las habilidade­s que necesitará­n en este tercer milenio. w

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