Clarín

“Yo me mantengo siempre en la mía”

El polifacéti­co actor le pone el cuerpo a un obrero en “Corralón”, un thriller que se estrenó el jueves. Habla de su capacidad para brillar en tres frentes (cine, televisión, teatro), de la relación con su ex, Gloria Carrá, y del oficio.

- Juan Tomás Erbiti jerbiti@agea.com.ar

Teatro, cine, televisión. Comercial, independie­nte, oficial. Luciano Cáceres puede encarar un protagónic­o en una ficción diaria de la pantalla chica, dirigir una obra del off en un teatro para treinta personas, o ponerle el cuerpo a una película independie­nte. Actor y director de raíz teatral -alega haber sido concebido en una sala de teatro-, a sus 40 lleva casi tantos años de actor como de vida. De ahí su versatilid­ad para destacarse en cualquier expresión escénica.

“La verdad es que soy un privilegia­do. Porque puedo estar en una película más independie­nte o en algo comercial como Cien años de perdón. Lo mismo en la tele: en una miniserie o en una tira del prime time. Ni hablar en el teatro: hago comercial, oficial y under. Voy variando el tipo de proyectos y la exposición. Y trato de unir fuerzas, porque si no tuviese este grado de exposición no me estarías haciendo esta nota por Corralón”, dice.

Cáceres habla de la película que estrenó el pasado jueves (desde este domingo, también se proyecta en el MALBA, ver Una aventura...), un thriller brutal y sórdido dirigido por Eduardo Pinto - Palermo Hollywood, entre otras- que protagoniz­a y co produce. En Corralón, compone a un humilde empleado de un depósito de materiales de construcci­ón en Moreno (GBA) que lleva una vida rutinaria y abúlica. Pero un conflicto con un cliente adinerado desata su carácter violento y despiadado. -Hace poco vinculaste el tono violento de la película con el pulso social que se vive en la Argentina. -Yo siento que tiene que ver con eso. Esta cosa intolerant­e, violenta, ventajista, donde las diferencia­s ya pasan del antagonism­o de clase social -que siempre está- sino que en la misma clase aparece la diferencia. -Parece que no podés escaparle al personaje freak, atribulado, que saca a relucir sus perversion­es. -Más o menos. Por ahí son los que más me atraen porque son más complejos a la hora de construir. Tienen como un mundo interior distinto, y uno puede arriesgar un poco más. Porque ojo, hacer de bueno hoy en día también es complejo. A veces, llevar la acción sin maldad es complicado, porque tenemos un mundo que está malo, que en lo cotidiano es una puteada por cuadra, de mucha vida unipersona­l y ventajista. Lo raro que sucede con los personajes que hago, sobre todo los masivos de la tele, es que por ahí hacés el personaje más odiado y más querido al mismo tiempo. Violador, acusador, asesino, perverso y todo, a la gente le copa. Entonces pensás: “¿Qué está pasando en a la cabeza de esas personas?”. Bueno, hay una catarsis en todo eso. -Venís haciendo más cine en los últimos años. ¿Cómo lográs combinarlo con televisión y teatro? -Voy alternando. Hubo un par de años que no hice ficción diaria, pero metí series como Estocolmo, Signos. Y también alterno con teatro. Es aprovechar la posibilida­d. Me acuerdo cuando hacía Macbeth en el San Martín. En todas las funciones había al me- nos 40 personas que iban por primera al teatro. Y venían a verme porque estaba haciendo Graduados (Telefe, 2012) Entonces conocían un Shakespear­e, y al Teatro San Martín. Mirá si no vale la pena ese contraste. De golpe podés unir una cosa masiva, de exposición, y hacerle conocer un texto noble de uno de los mejores autores de la historia de la dramaturgi­a. -Pero vos lo hacés porque venís de ese palo. Hay muchos que se quedan en el galán de televisión y no salen de ese lugar. -Sí, son elecciones. A mí me tocó transitar el galán, y tiene que ver con un rol que es re complejo. -Sin embargo, intuyo que buscaste no quedar encasillad­o en ese rol. -Sí, pero está en uno estar en otra. Yo me mantengo siempre en la mía. A mí, por ejemplo, me cuesta mucho hacer notas. Porque no sé hacer el personaje mediático que otros saben jugar. Si me das un rol, lo estudio, me preparo, veo la historia. Ahora, ir a hacer de un yo que no soy yo para quedar bien con lo que fuere, me genera mucho nervio. Porque no me sale. Muchos colegas me dicen: ”¿Para qué hacés esa obra si no ganás un mango? ¿O esa película independie­nte?”.

-¿Y qué contestás? -Bueno, hay un pulso ahí, unas ganas puestas en algo más vocacional. Lo que sucedió con Corralón, la alegría de festejar por el estreno, orgullosos de lo que tenemos, no te lo paga nada. El deseo no tiene precio. Y al mismo tiempo, creo que eso genera laburo. Si yo no hubiese dirigido las obras que dirigí en el under, nunca hubiese dirigido en el oficial por un sueldo. Si no hubiese protagoniz­ado en el under, no me hubiesen visto productore­s de teatro para la tele, el cine. Por ahí el camino es más largo, pero los pasos que hacés son de otra manera. Te vas queriendo en cada paso. No es que accidental­mente estás ocupando lugares que no sabés de qué se tratan. Hay algo ahí que uno va defendiend­o con el oficio. Muchas veces se critica: ‘Este labura de oficio’. -¿Cuál es la crítica ahí? -Eso, que laburás de oficio. Pero tener un oficio es lo más noble que podés tener. En lo que sea. Si no tenés oficio, es pólvora que se tira en perder el tiempo. Necesitás oficio para estar concentrad­o en la tarea. Las cosas que suceden atrás de cámara son una locura. Vos estás haciendo una escena de sexo con 60 personas mirándote el culo; estás matando a alguien y hay uno que está activando el detonador para que salga la sangre, y otro para que salga el ruido. Yo hasta he hecho cámara, body cam. Pero lo lindo es eso, contribuir para la ficción, construir una realidad donde no está.

En algún momento de la charla, Cáceres empieza a hablar de su hija, Amelia, que acaba de cumplir 8 años, fruto de su relación con la actriz Gloria Carrá. “Amelia me acompaña a rodajes y a grabacione­s. Ahora está alucinada con la animación. Hoy me mandó una foto que hizo de un personaje en plastilina. Hace dibujitos y los pasa, como animación. Hace poco me vino con el planteo de que le había mentido sobre la existencia de Papá Noel. Se sentía muy traicionad­a. Y yo le dije: ‘A mí me gusta jugar con la ilusión de que existe. Para mí, existe, y si uno tiene que contribuir con eso, yo voy a hacer todo lo posible para que esa fiesta exista’. Se quedó pensando y lo entendió”, cuenta.

La anécdota sirve como pretexto para definir su oficio: “Uno a veces se tiene que volver responsabl­e de que está construyen­do una ilusión. Y eso es la actuación. Vos lo tenés que tomar como un juego, pero no como algo utópico, sino jugar de verdad. -Pero a la vez tiene las responsabi­li- dades de cualquier otro trabajo. -Sí, pero yo no laburo nunca con la cabeza. Sí pienso un montón de cosas pero estoy directamen­te laburando con el otro. Los colores de los personajes se construyen con los vínculos que tiene. Como vos en la vida: en pareja te relacionás de una manera; si tenés hijos, de otra manera; con tus padres, tus colegas de laburo, sos otro. No quiere decir que seas un esquizofré­nico. Quiere decir que uno va teniendo colores según los vínculos, grado de confianza, convenienc­ia. -¿Te ha pasado de reconocert­e en un personaje y descubrir una parte de tu personalid­ad que no conocías? -No, pero me divierte. A veces pienso que tenemos la suerte de hacer catarsis. En La esclava del amor, un clásico del cine ruso, hay una actriz que dice: “Llevo demasiadas vidas de mujer para sufrir por amor”. Como que ella le sumaba a su vida personal todas las que sufrió en la ficción. Hay algo de “ésta no la viví pero, de alguna manera, la viví”. A mí se me han muerto hijos, padres. Ese grado de sufrimient­o, ¿qué queda en el cuerpo, en la memoria? ¿Dónde queda? Por ahí es sanador y es catárquico. O por ahí en algún lugar queda el registro de vida paralela. Es un misterio. -Hablando de otras vidas. O de la misma, ¿cómo están las cosas con tu ex, Gloria Carrá? -Está todo bien. Es más el afuera que lo que sucede adentro. Me acuerdo que en los (premios) Martín Fierro, la noticia fue: “Se saludaron”. Y ya la había visto a la mañana cuando busqué a mi hija, nos cruzamos en el hotel. ¿Cómo no la voy a saludar? Lo bueno es que los dos tenemos como prioridad a Amelia. Eso es re groso. Nuestras diferencia­s son nuestras. Pero para Amelia, todo el amor, todo para adelante. Y está bueno saber que tenés una compañera de crianza. Está bueno lo que hace Gloria en su casa con mi hija. Tenemos una hija maravillos­a porque los dos somos maravillos­os. Porque en eso no hay conflicto, eso lo podemos compartir

Si no tenés oficio, es pólvora que se tira en perder el tiempo. Necesitás oficio para estar concentrad­o en la tarea”. Está bueno lo que hace Gloria en su casa con Amelia. Tenemos una hija maravillos­a porque los dos somos maravillos­os”. Soy un privilegia­do. Porque puedo estar en una película más independie­nte o en algo comercial como ‘Cien años de perdón’”.

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RUBÉN DIGILIO Doble play. El jueves estrenó “Corralón” y en unos días comienza con otro rodaje.
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