Clarín

Atame y llamame Jessie

Con más horror que erotismo, el filme se centra en una pareja que quiere buscar límites... y los encuentra.

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

El juego de Gerald Horror/Thriller. EE.UU., 2017. 103’, SAM 16. De: Mike Flanagan. Con: Carla Gugino, Bruce Greenwood.

Disponible en: Netflix Camisón de seda. Algo madura, Jessie se recuesta sobre la cama de la casa de la familia frente al lago. Hasta allí –la casa, no el dormitorio- llegó con Gerald, su esposo. Llevan once años de casados. Y en los preparativ­os del viaje, ella dobla con prolijidad la ropa. El, un par de esposas.

El viaje a ese lugar alejado un kilómetro de otras casas, tiene como propósito excitarse y probar límites. No se tocaron por meses y parece que la fantasía de violación que tiene Gerald es la que activa a la pareja.

“Me siento ridícula”, le dispara la morocha. Le pide que la libere de las esposas con que él la ató a la cama. El le sigue lo que cree es un juego, hasta que Jessie lo muerde. En la boca, eh. De pronto él sufre un dolor en el pecho, y cae a los pies de la cama. Desde su posición, la mujer sólo ve una mano y algo de la cabeza. Que empieza a sangrar.

Ah, un pequeño detalle -para seguir El juego de Gerald conviene es-

tar atento a todo lo que pasa hasta segundos después de que Jessie se recueste en la cama-: al comienzo casi atropellan un perro hambriento.

Y Gerald dejó la puerta de la casa abierta. Y…

En El juego de Gerald se cruzan Cujo, de Stephen King, con cualquier película de factoría semierótic­a más alguna de terror. Porque al advertir que está sola, y que no puede moverse, el perro la puede atacar, nadie la oirá gritar y, que sin beber agua morirá al tercer día, Jessie comenzará a tener…. Alucinacio­nes.

¿Está loca si habla con Gerald, y consigo misma, y lo ve y se ve parado y parada al lado de la cama? ¿Qué secretos de su infancia la atormentan? ¿Y esa figura espectral que se le aparece? ¿Eh?

Bien vista, la película trata sobre la manipulaci­ón -de un amor, de una menor-, pero el director Mike Flanagan cae en pecados mortales, como remarcar alegorías (el anillo de bodas) y alguna palabrita (“ratoncita” puede sonar muy lindo o no de boca de un padre) . El realizador de Ocu

lus y Ouija: El origen del mal tiene apetito por lo fantástico, y el filme abreva en tantos tarros de pintura que algunos terminan descoloreá­ndose.

Carla Gugino, que alguna vez fue la joven mamá de los Spy Kids de Robert Rodríguez, se la pasa gran parte de la película sin poder moverse. Y al canadiense Bruce Greenwood se le nota que no e siente demasiado cómodo en su rol de falso seductor, acomplejad­o y desdichado.

Lo que sí: estén atentos a todo lo que hacen los personajes al comienzo, y ganarán tiempo. Claro, descubrirá­n un par de trampitas y guiños, pero si no les decimos esto, ¿para qué les vamos a escribir sobre esta película?

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Qué caras. Bruce Greenwood y Carla Gugino quería pasar un anoche de placer y excitación. Agitados, ejem, van a estar.

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