Clarín

Por la integració­n

Está al frente del equipo femenino del barrio y fundó "La Nuestra", que hoy festeja sus diez años con un festival.

- María Belén Etchenique metcheniqu­e@clarin.com

Fundó una asociación civil (La Nuestra) y generó un espacio en la Villa 31 para práctica exclusiva de fútbol femenino como un elemento de integració­n. Ya tienen un equipo que participa en la Liga de la Conmebol. Y la distinguie­ron en la Legislatur­a porteña. Ahora celebran su primera década con un festival artístico.

Las calles de la Villa 31 empiezan amplias. En sus bordes, a metros de la terminal de ómnibus de Retiro, funcionan como avenidas, cargadas de camiones y micros de larga distancia. Pero adentro mutan a puro pasillo. Ahí, en la parte estrecha, Mónica Santino arrastra una bolsa llena de pelotas, cintas, conos y pecheras. Avanza entre casas apiladas, muros del Gauchito Gil, motos y chicos que vuelven de la escuela. Usa una remera blanca que dice: “Me paro en la cancha co- mo en la vida”. Es martes, y en la villa más antigua de la Ciudad, Mónica, ex jugadora de All Boys y actual directora técnica, se abre paso hacia la cancha Güemes, un potrero histórico del barrio. Recorre ese camino desde hace diez años, cuando fundó la asociación civil La Nuestra, un espacio que prueba que la equidad de género puede empezar pateando una pelota.

“Ahora los varones van a correrse”, dice Jimena Aón desde una grada de cemento. Es una de las dos educadoras populares, que junto a Mónica y otras tres entrenador­as, una kinesiólog­a y una psicóloga conforman La Nuestra. “Las mujeres no podían entrar a esta cancha -sigue-. Fue muy difícil pelear el territorio y ellas lo lograron a fuerza de constancia”. En el inicio, fue una lucha cuerpo a cuerpo, soportando que les tiraran piedras, las mandaran a lavar los platos, no les dieran la llave que prende los reflectore­s, indispensa­bles para en- trenar al atardecer. Pero diez años después, los hombres dejan el pasto sintético solos. Hay una rutina ganada: los martes y jueves de 18 a 20 y los sábados a la mañana la cancha es de las mujeres. Y en la villa lo respetan.

El área de juego es un rectángulo verde de nueve contra nueve, pero hay alrededor de 20 mujeres, de entre seis y 22 años. En una mitad están las más chicas, las autoconvoc­adas, como las llama Mónica. “Ven a las más grandes y empiezan a sentarse a los costados, a agarrar la pelota, a jugar”, dice. “Ahora están haciendo un trabajo de coordinaci­ón de pies sin pelota. La escalera (una cinta con forma de peldaños estirada en el suelo) es muy buena para mejorar la agilidad”, agrega. Las más grandes están divididas en dos grupos: uno zigzaguea entre conos de colores y busca la pelota; el otro entrena tácticas. Son la segunda generación de jugadoras de la Villa 31 y están disputando la Li- ga de Desarrollo de Fútbol Femenino de la Confederac­ión Sudamerica­na de Fútbol (Conmebol), un hito en la historia deportiva de La Nuestra.

Hay pecheras rojas y amarillas, trenzas y colas de caballo, botines flúo, cuerpos que aprenden a caer, a patear al ángulo, a esquivar, a sacar la pelota, a defender una posición, a hacer jueguitos. “En los barrios carenciado­s, las canchas de fútbol son los espacios públicos más importante­s. Pueden existir miles de necesidade­s de vivienda, pero a nadie se le ocurre construir sobre la cancha. Es una convención social. Y si una mujer cobra visibilida­d en el espacio público más importante del barrio el resto se va dando”, analiza Mónica.

Algunas de las conquistas fueron reivindica­r el derecho de la mujer al juego y desnatural­izar que en una misma familia el varón tenga la libertad de volver del colegio, dejar la mochila y salir a jugar al fútbol, mien- tras la mujer es obligada primero a cuidar a sus hermanos o hacer tareas domésticas. También, lograr que las madres negocien con sus parejas: “Estas dos horas son para mí. El cuidado de los hijos es de a dos”, ejemplific­a Jimena, la educadora popular.

En la Argentina se calcula que hay un millón de jugadoras de fútbol. “Las que jugamos en la AFA sabemos que te cancelan los partidos por cualquier cosa, que no tenés apoyo del club. Esos antecedent­es de lucha me sirvieron para persistir con La Nuestra. Hay que generar opciones para que más mujeres accedan al deporte”, sostiene Mónica, que recibió distincion­es de la Legislatur­a porteña y de la Fundación Avon, que le entregó el premio Mujeres Solidarias.

Hoy, desde las 16, La Nuestra celebra sus diez años con un festival en la villa, con bandas en vivo, break dance y circo, entre otras actividade­s. La invitación dice: “Cumplimos diez años y queremos festejar. Porque somos muchas más. Porque ganamos la cancha a fuerza de sacrificio, pases cortos, gambetas y conviccion­es. Porque somos mujeres decididas a no dar ninguna pelota por perdida. Porque entendimos que en la cancha entramos todas y que a veces las líneas de cal pueden estirarse hasta el infinito. Porque nuestros cuerpos son más nuestros que nunca”. ■

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Mónica Santino DT de fútbol femenino.
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FOTOS: EMMANUEL FERNÁNDEZ Entrenamie­nto. Mónica les enseña a las chicas que tienen derecho a jugar.
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Entre los conos. Las jugadoras demuestran sus habilidade­s.

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