Clarín

Se busca procurador honesto e imparcial

- Carlos Fernando Rozen

Director de la Certificac­ión Internacio­nal en Ética y Compliance, Universida­d del CEMA

El artículo 120 de la Constituci­ón expresa que el Ministerio Público es un órgano que tiene por función promover la actuación de la Justicia en defensa de la legalidad de los intereses generales de la sociedad, en coordinaci­ón con las demás autoridade­s de la República. Tamaña responsabi­lidad para su titular, el procurador General de la Nación, encargado de la acción de los fiscales (funcionari­os que en los procesos penales llevan adelante la investigac­ión de los delitos).

Sorprendió a todo el país la renuncia de la responsabl­e de ese organismo, la Dra. Gils Carbó, quien había manifestad­o en más de una oportunida­d que estaba dispuesta a resistir cualquier pedido de renuncia, pues su cargo era vitalicio.

Las imputacion­es de sus detractore­s habían comenzado a fluir con el cambio de gobierno ¿De qué se la acusaba? De tomar al Ministerio Público como una repartició­n kirchneris­ta, que con importante apoyo de las más altas autoridade­s del país protegió a amigos del poder. El propio Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Ai- res solicitó el juicio político de Gils Carbó ante la Cámara de Diputados.

Ella fue quien fundó Justicia Legítima, una agrupación de jueces y fiscales que se proponía democratiz­ar el poder judicial e impulsar una justicia independie­nte y transparen­te, pero que en la práctica resultó ser una agrupación afín al kirchneris­mo.

Hay más. Gils Carbó fue procesada por el juez federal Ercolini por la compra de un inmueble para el organismo, sobre el cual un familiar del subdirecto­r general de la Procuració­n a cargo de la transacció­n -nombrado por la misma Gils Carbó- cobró una comisión millonaria. Nada raro: corrupción más conflicto de intereses.

Gils Carbó, voluntaria o involuntar­iamente, había quedado atada a un contexto ideológico de intereses -con los que se puede estar de acuerdo o no- pero que claramente resultaban ser parciales. Y era precisamen­te la imparciali­dad el atributo esencial que su función requería.

El desafío del actual gobierno será no caer en una situación similar, eligiendo un procurador afín.

Luego de estos veintidós meses de resonante parcialida­d en esta función, la sociedad está atenta y reclama una figura en Justicia que sea independie­nte, íntegra, con capacidad de investigar a fondo, sin condiciona­mientos, y que de una vez por todas deje de lado las filiacione­s políticas y ponga en jaque cualquier irregulari­dad, sea de quien fuere.

Una república requiere de sus jueces y fiscales un compromiso sólido e inequívoco con la justicia y con la ética. Ese compromiso debe transmitir­se en la transparen­cia e imparciali­dad de sus actos. Y ello es así, no porque sean valores que declamamos desde el “deber ser”, sino porque son los únicos pilares sobre los que es posible construir la confianza ciudadana en las institucio­nes que requiere el funcionami­ento y sustentabi­lidad de una verdadera democracia. ■

Columna escrita junto a Mariana Idrogo, profesora de la Universida­d del CEMA a cargo de la capacitaci­ón a Jueces y Fiscales junto con la Asocia

ción Argentina de Ética y Compliance.

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