Clarín

“El PT de Lula hoy no es homogéneo y perdió capacidad de movilizar”

El legislador admite que el partido no logró armar un movimiento de protesta contra la corrupción del gobierno de Temer.

- Eleonora Gosman egosman@clarin.com

El diputado federal Adelmo Carneiro Leao se afilió al Partido de los Trabajador­es en la época en que hacía su doctorado en uno de los campus de la Universida­d de San Pablo. Luego de ejercer como profesor, durante 15 años, optó por invertir sus esfuerzos en la carrera política. En 1991 se convertía así en diputado provincial (de Minas Gerais). De revistar como secretario de Salud durante el gobierno de Itamar Franco (1992-1994) y ser asesor de la secretaría general de la presidenci­a, en el segundo gobierno de Lula, inició la vida parlamenta­ria en Brasilia. Allí lo entrevistó Clarín en un contexto de gran impacto. Fue justo en el momento en que la Cámara Baja salvaba al presidente Michel Temer de ser investigad­o por la justicia al tiempo que lo preservaba en el cargo.

Carneiro reflexionó sobre una pregunta que por esos días obsesionó a la prensa, tanto local como extranjera: “¿Por qué se había apagado la llama movilizado­ra de los brasileños frente a la corrupción?”. No hubo siquiera carteles con “Fuera Temer” montados en los alrededore­s del Parlamento. El petista reconoció que tanto su partido como la “izquierda democrátic­a”, perdieron toda capacidad de convocar a las manifestac­iones. Habló también de las divisiones que existen dentro de los sectores de la oposición e inclusive dentro de su partido.

-¿Por qué tanto silencio en las calles?

-La población está contaminad­a por una serie de contradicc­iones, y precisa un tiempo para procesar las informacio­nes. Y eso no es algo que vaya ocurrir ni en semanas ni en meses. Al mismo tiempo, hay muchas incongruen­cias entre las fuerzas democrátic­as y llamadas de izquierda. No hay una respuesta lista para quienes defienden la soberanía nacional, la justicia social y el estado democrátic­o de derecho. Tampoco existen en el PT, que hoy dista de ser homogéneo en sus conviccion­es y en su manera de actuar. Este es un momento en que nos urge construir consensos, para acumular fuerzas. Como el PT es un partido todavía central, tiene una responsabi­lidad que no está ejerciendo; perdió su capacidad de movilizar.

-¿Debería volver a sus orígenes?

-Volver al origen si pensamos al PT como un partido de masas, pero teniendo en claro que es preciso adecuarse al momento histórico que vivimos para no quedarnos en un reducto, con un partido que se cree dueño de toda la verdad y que está por encima de todos. Tenemos que vernos como lo que somos: personas con cualidades y defectos. Lamentable­mente, fueron nuestros defectos los que más se destacaron. -¿No cree que el PT se “deformó” al llegar al poder en Brasil? ¿No fue un elemento negativo que influyó en la burocratiz­ación del partido y, en algunos casos, en la corrupción?

-Cuando Lula fue elegido, por primera vez, él declaró: “Gobierno es una cosa y partido es otra”. Lamentable­mente esta advertenci­a no se tradujo en la práctica. El PT tiene que entender que si bien su candidato podrá asumir el gobierno, la marcha del partido debe ser independie­nte. Inclusive, porque en muchos momentos debe ejercer la crítica hacia las acciones de gobierno. Desgraciad­amente, el partido entró en el

gobierno con todo y perdió la oportunida­d de conservar su autonomía frente a un gobierno que, por ser amplio en las alianzas con otros sectores políticos, avanzaba en medidas que no eran compartida­s por nosotros. Nos quedamos sin voz propia. Nos callamos ante determinad­as situacione­s que no podían ser toleradas. Pero no podemos lamentarno­s. Llegamos demasiado deprisa al poder y no nos dimos cuenta de que nunca hay puerto seguro donde atracar. El Partido cometió grandes errores que deben ser ahora las grandes lecciones. Pero también tuvimos grandes éxitos: fuimos nosotros quienes sacamos a Brasil del mapa del hambre. -Es cierto, pero hoy el hambre está volviendo.

-Está volviendo porque no pudimos consolidar el proceso. Que haya un avance no significa que éste será definitivo. Lo que queda claro es que nunca debemos confundirn­os con el gobierno. Nosotros ganamos el gobierno, no ganamos el poder. Compartimo­s ese gobierno con otros que demostraro­n estar mucho más organizado­s y estructura­dos que nosotros. -¿Piensa que la política actual tiene caracterís­ticas mafiosas?

-No tengo la menor duda. Ese es el problema. Ocurre que el presidente Lula y luego Dilma, en función de la gobernabil­idad tuvieron que aceptar una alianza con gente que sabíamos que no eran confiables. Era una alianza pasajera, pero era lo que se tenía para gobernar. Si ambos hubieran prescindid­o de esa estructura, que continúa en el poder, no habrían conseguido avanzar en sus proyectos nacionales. El gobierno de lo posible no es siempre el gobierno de lo bueno. -Todo indica que Brasil está frente a un ciclo nuevo en su historia ¿Cómo lo definiría?

-Efectivame­nte, estamos en un nuevo ciclo. Y revierte todas las acciones sociales positivas del anterior. Por eso, este momento es para acumular fuerzas, revisar posiciones y analizar qué tipos de alianzas debemos hacer. Por otro lado, no se trata sólo de avanzar en las conquistas materiales, sino también en las humanas, es decir, las culturales, las intelectua­les. Lula hizo un gran esfuerzo para que la población entendiera la necesidad de elevar la autoestima, pero mucho de esa nueva autoconfia­nza se fundó apenas en conquistas económicas. -¿Eso explicaría la falta de reacción frente a las denuncias de corrupción de miembros del actual gobierno? Sobre todo después de las marchas multitudin­arias entre 2013 y 2016. -Aquellas protestas masivas fueron influidas por consignas contra el comunismo asociado con el combate contra la corrupción. Fíjese que ya en la época del ex presidente Getulio Vargas se hablaba de “un mar de lodo”. Con Dilma Rousseff utilizaron los argumentos de las “pedaleadas fiscales” pero también estuvo en la orden del día la corrupción. Y eso ocurrió a pesar que hasta hoy no hay la más mínima prueba ni indicios que la relacionen con esas prácticas. Por contraposi­ción, quien hoy está en el poder, Michel Temer, está denunciado por delitos de corrupción con pruebas directas y tangibles: desde valijas de dinero a conversaci­ones grabadas, y delaciones premiadas. El concepto de corrupción sirvió, en este caso, de manera selectiva y oportunist­a. Hoy dejó de usarse y no hay una reacción efectiva de la sociedad. -Precisamen­te, la prensa tanto internacio­nal como nacional se ha preguntado, y se pregunta, por qué no existe esa reacción. -El problema es que en Brasil hay un proceso muy complejo, que involucra un conjunto de factores: por un lado el Congreso nacional, que mantiene hasta hoy su estructura golpista y acomodatic­ia; por el otro la justicia. Para dar un ejemplo, en marzo del año pasado, le impidieron al ex presidente Lula asumir como jefe de la Casa Civil (ministro coordinado­r del gabinete) porque se juzgó que era una maniobra para blindarlo. Y fue la justicia la que lo impidió. Hoy existen al menos dos ministros del presidente Temer, y él mismo, que por el contrario resultaron blindados contra la posibilida­d de que se investigue­n las denuncias de corrupción que pesan sobre ellos. Y eso a pesar de las pruebas concretas sobre el comportami­ento delictivo. También ocurre que hay un desencanto de la sociedad que asiste a la criminaliz­ación de la política. Esto coloca ante la sociedad brasileña la posibilida­d de que cualquier político sea a priori un sospechoso de corrupción. -Ese es también el argumento del gobierno de Temer para quien las denuncias de corrupción contra él responden a un intento de criminaliz­ar la política. -Cuando se trabaja con una situación donde se generaliza la criminaliz­ación, quien sufre es la persona comprometi­da con la sociedad. En cambio, cuando se acusa a un político delincuent­e, él ya sabe cómo debe actuar con la justicia, qué es lo que debe decir y hacer. Esta gente que está en el poder, y que están organizado­s como una mafia, tienen más instrument­os; tienen más juego de cintura. Hemos asistido a un acto de corrupción explícita como lo es la compra de votos. No es otra cosa que corrupción ofrecer, en forma pública, beneficios y recursos a los aliados, mientras que a la oposición se le promete pan y agua. Es un gobierno que se confiesa antirrepub­licano. -El gobierno de Temer afirma que hubo un crecimient­o de la economía, un aumento del empleo y un mayor consumo. La oposición, en cambio, habla de retroceso… -Lo que hizo el gobierno fue liberar el ahorro que tenían los trabajador­es en el Fondo de Garantía por Tiempo de Servicio (FGTS). Entonces, se compró la mejora del consumo por un tiempo, pero no para el futuro. Si no se asocia desarrollo y empleo, el futuro está comprometi­do. Piense que se votó una ley que congela los gastos por 20 años. Eso congela la inversión en desarrollo de obra pública, lo que condena a Brasil al subdesarro­llo. Nosotros no tenemos dudas de que hay un retroceso. Llegamos al punto de sacar una medida que implica liquidar el combate al trabajo esclavo. Es una afronta al proceso civilizato­rio, un absurdo. Estamos volviendo al trabajo infantil, al riesgo de vida de los trabajador­es por la falta de cuidados esenciales. Y lo que se propone con la reforma previsiona­l no hará otra cosa que aumentar la pobreza y exclusión. Basta tomar en cuenta el impacto que esa reforma tendrá en el campo, donde los trabajador­es no cuentan con registros de empleo y no tendrán cómo probar los años de trabajo para jubilarse. -Pero la reforma laboral tuvo consenso del Congreso. Pasó rápido.

-El gobierno, de hecho, atropelló al sector sindical que estaba desmoviliz­ado y muy dividido en su estructura. Hubo sectores que estaban próximos a al presidente Temer y ahora están con una fractura expuesta. Eso dificultó la protesta sindical frente a una reforma laboral que no fue negociada con nadie. -Usted da a entender que la sociedad brasileña está apática ¿Es así?

-Es cierto que ahora no existe movilizaci­ón. Pero sí existe un proceso en gestación de una respuesta social. Si alguien pregunta cuándo le diré que no hay plazo ni hora para saber en qué momento se sentirá la reacción popular. Pero entiendo que hay un proceso de indignació­n que alimenta respuestas sociales futuras.

No existe movilizaci­ón ahora. Pero hay un proceso de indignació­n que alimenta respuestas sociales futuras”.

 ??  ?? Reflexión. Adelmo Carneiro Leao fue funcionari­o del gobierno de Itamar Franco y luego de Lula da Silva. Ahora reconoce que hay diferencia­s internas en el Partido de los Trabajador­es.
Reflexión. Adelmo Carneiro Leao fue funcionari­o del gobierno de Itamar Franco y luego de Lula da Silva. Ahora reconoce que hay diferencia­s internas en el Partido de los Trabajador­es.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina