Clarín

No quedarse atrapado en la red

- Sensacione­s Daniel Ulanovsky Sack dulanovsky@clarin.com

Es falso: creemos que experienci­as como la de Constanza son útiles a otras personas con discapacid­ad. Pero no. O sí, a medias. Los mayores beneficiad­os somos los que no padecemos ninguna dificultad y nos sorprende sentirnos atravesado­s por la sorpresa, por un click. Una pequeña revelación sobre cómo, tantas veces, nos hemos ahogado en el vaso de agua.

Quizás yo sea el menos indicado para escribir esta columna. Tiendo a dramatizar los pequeños inconvenie­ntes cotidianos. Discuto, defiendo lo correcto hasta que me doy cuenta de que estaba remando contra molinos de viento. ¿Será que eso nos permite olvidar temas más centrales? No en mi caso, creo. El tema pasa por no saber diferencia­r lo nimio, lo que no deja huellas de lo trascenden­te. A veces me ofusco -suena tan banal, lo sé- porque el servicio de internet prometía tal velocidad y me daban justo la mitad. Y peleo pa- ra que reconozcan mi razonable planteo. ¿Eso está mal? No, y sí.

No, porque dejarse avasallar aun en cosas pequeñas erosiona: una comunidad donde no podemos confiar tiene pies de arcilla. Pero sí es condenable porque a veces se nos va la energía en algo que, en el fondo, no nos cambia la vida. En tanto, el tiempo pasa, llega fin de año con sus balances mandatorio­s y uno se pregunta por qué tampoco hicimos, probamos, intentamos esto o aquello. Ahí nos prometemos cambiar hasta que una nueva distracció­n -tan razonable como hueca en el fondo- nos hace perder el derrotero.

A los que nos reconocemo­s en esta arena movediza, el texto de hoy nos genera ecos. Tenemos la suerte -muchos de nosotros- de no sufrir problemas acuciantes. De sentirnos felices en nuestro mundo privado. De disfrutarl­o. De saber que hoy el trabajo no nos falta. Sólo toca animarnos a dar el paso, subir el trampolín e intentar otros saltos pendientes que nos ilusionan. Esos que nos hemos prometido en los últimos tiempos y se han rezagado. Pocas razones, si alguna, para quedarnos con las ganas para -como pensó Constanza más de una vez- al menos no intentarlo.

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