Senegal sacó el pasaje en un partido que se jugó dos veces
La FIFA invalidó el encuentro original, ganado por los sudafricanos, por un polémico arbitraje.
El estadio Peter Mokaba, en Polokwane, es una suerte de milagro en el medio de la nada. Un rasgo de modernidad -sede mundialista en 2010- en el medio de la Sudáfrica profunda, ajena a las bellezas de Ciudad del Cabo. Allí sucede un partido que se juega por segunda vez y que configura una polémica única en la historia de las Eliminatorias. Allí, el 16 de noviembre del año pasado, Sudáfrica se había impuesto 2-1 a Senegal. Un polémico arbitraje del ghanés Joseph Lamptey había facilitado aquel éxito. Un año después, hace casi nada, el partido fue anulado. Había que jugarlo de nuevo. Lamptey, en simultáneo, fue suspendido de por vida.
Ahora, se jugó de nuevo aquella ci- ta. Y Senegal se impuso 2-0. Diafra Sakho -delantero del West Ham United, compañero de Pablo Zabaleta- marcó el primer tanto. Thamsanqa Mkhize, en contra, fue el autor del segundo. En 38 minutos, Los Leones de Teranga se garantizaron la clasificación a su segunda Copa del Mundo.
Hubo dos grandes damnificados en la cuestión. Los otros dos seleccionado que hasta esta segunda cita mantenían chances en el Grupo D, Burkina Faso y Cabo Verde. Dos países cuyas historias merecían ser contadas en el contexto de las Copas del Mundo. A 30 años del crimen de Thomas Sankara - el Che de Africa- los burkineses remaron contra todo y se asomaron a la gran cita. Algo parecido ofreció la ex colonia portuguesa -el país de los esclavos más valorados, en tiempos de aquellas vergüenzasque venció en sus dos partidos a Sudáfrica, alguna vez mundialista y campeón continental.
En Rusia, el seleccionado de Senegal jugará su segundo Mundial. El primero, allá en Oriente, en 2002, fue puro deleite. Resultó el equipo más abrazado por ajenos de toda la competición. Pero no sólo eso: realizó la mejor campaña de un equipo de Africa en la máxima cita. Entonces, igualó el recorrido épico del Camerún de Roger Milla, en Italia 1990. Llegó hasta los cuartos de final. Turquía lo frenó. Antes, en el partido inaugural, había dado un golpe de los grandes: 1-0 a Francia, defensor del título.
Bruno Metsu, el entrenador, fue una de las caras más visibles de aquel equipo. Era francés. Se sintió africano desde que Senegal lo cobijó y hasta el día de su fallecimiento, en 2013.
Cuando llegó a Dakar advirtió que lo miraban como a un extraño. Su pelo largo, sus ojos celestes y llamativos, su aspecto de bon vivant en una tierra de carencias repartidas por casi todos lados, lo convirtieron pronto en el centro de cualquier escena del deporte local.
Escuchó críticas, las toleró. Sabía lo que había que hacer para modificar ese escenario. Armó un equipo osado y sólido a la vez. El Hadji Diouf -mejor jugador africano de 2001 y de 2002; destacado delantero del Liverpool- era la figura que ofrecía los mejores destellos. Un 21 de julio de hace 16 años, ante Namibia, como visitante, Senegal goleó 5-0 y garantizó la primera participación de Senegal en un Mundial.
Fue una fiesta. En las calles de Dakar, Metsu ya no fue el extraño de pelo largo, una mezcla de Carlos Vives y Michael Bolton. Por el contrario, algunos ya lo empezaron a considerar un gurú, otros un héroe. Las autoridades nacionales le entregaron la Orden de Mérito. A partir de ahora, Senegal procurará honrar su legado. ■