Clarín

Atlético Tucumán le sumó otro capítulo a su año inolvidabl­e

En los 90 Lucchetti atajó un penal para mantener el 0 a 0. Y en la definición el héroe fue el Oso Sánchez.

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Para los creyentes en la mística futbolera, lo que sucedió anoche en Formosa no fue más que otra prueba cabal de que este deporte está hecho de muchas más cosas que el mero juego. Otra prueba de un Atlético Tucumán que sigue escribiend­o las páginas de su año más glorioso. Desde su pequeña provincia, el Decano se hizo gigante. Jugó la Copa Libertador­es tras aquella hazaña ecuatorian­a, no se achicó en la Sudamerica­na y ahora llegó a la final de la Copa Argentina. Historia pura. Con dos arqueros héroes, con la cuota de fortuna siempre necesaria pero, sobre todo, con hombría, sed de triunfos y humildad. Con la chance de enfrentar a River o a Deportivo Morón en la definición del torneo y con la chance, también, de meterse directamen­te en la próxima Libertador­es si llega a ser rival del equipo de Marcelo Gallardo.

Las esperanzas de Central radicaban, más que en un juego que le viene escaseando en estos meses, en esa cuestión extra que el equipo sacaba en la Copa Argentina, un torneo con el que tiene una relación muy particular -sin haberlo podido ganar, siempre fue protagonis­ta-, llámese mística, amor propio, sapiencia para el mano a mano o como fuere. Y, si bien logró inclinar la balanza hacia su lado, nunca lo hizo de modo totalmente convincent­e. Le costó elaborar y asociar a sus jugadores, pese a los intentos por abrir la cancha, lanzar a los volantes externos al ataque y jugar punzantes pelotas cruzadas.

Los tucumanos apostaron a la practicida­d habitual, marca Zielinski registrada. Sin brillo en los pies de Favio Alvarez, su carta fue el siempre exigente Luis Rodríguez. A sabiendas de las dificultad­es de su equipo para generar fútbol, la Pulga buscó permanente­mente el error de la zaga rival, metiéndose incansable­mente entre los centrales, desgastánd­olos, obligándol­os a jugar con la máxima concentrac­ión. Sin embargo, la búsqueda no tuvo éxito y así, Diego Rodríguez no pasó demasiados sobresalto­s.

A ambos, para colmo, los complicaro­n lesiones tempranas. En media hora sumaban tres cambios entre los dos equipos. Central perdió a Santiago Romero y a Germán Herrera (reemplazad­os por Maximilian­o González y Fernando Zampedri, respectiva­mente), mientras que Atlético se quedó sin Franco Sbuttoni (ingresó Mauro Osores).

La jerarquía a favor de los rosarinos permitió que el equipo de Paolo Montero dispusiera de alguna posibilida­d más que su rival, que salvo con un remate de media vuelta de Luis Rodríguez, con el tiempo cumplido en la primera etapa, no tuvo ninguna ocasión de verdadero riesgo. Central llegó dos veces con relativo peligro: a los 38, con una pelota suelta que Pachi Carrizo capturó de volea en la puerta del área y que Cristian Lucchetti salvó de manera poco ortodoxa pero efectiva, sacando el rebote hacia un costado. Demasiado poco para una instancia decisiva como esta, pero con mucha lógica en un contexto en el que ambos privilegia­ron el no quedar mal parados: jamás se permitiero­n superiorid­ad numérica de ataques sobre defensas.

Todo lo que faltó en el primer tiempo llegó en el torbellino que resultó el arranque del segundo. Central justificó su condición de candidato y encontró todos los huecos en la defensa tucumana, pero se quedó con las ganas en reiteradas ocasiones: un mano a mano de Carrizo, un remate del Pachi que pegó en el ángulo, una media vuelta tras un rebote en el área y hasta el penal que salvó el Laucha (que debió ser expulsado) antes de convertirs­e en otro de los lesionados que tuvo que dejar la cancha. Atlético, que había tenido dos buenos remates -bien controlado­s por el Ruso Rodríguez- en menos de dos minutos, se encontró de repente recibiendo cachetazos pero pudo sostenerse en pie y evitar el nocaut en los 90. Lo hizo con su arquero y lo hizo con el otro, Alejandro Sánchez, que atajó dos penales y metió a los tucumanos en una histórica final.

Del otro lado quedó un golpeadoCe­ntral. Que cerró un semestre casi sin alegrías. Con la certeza de que el ciclo de Montero llegó a su fin. ■

 ?? JUANJO GARCÍA ?? Abrazo para la historia. La Pulga Rodríguez festeja hacia la tribuna, mientras el resto de Atlético Tucumán es un racimo de felicidad.
JUANJO GARCÍA Abrazo para la historia. La Pulga Rodríguez festeja hacia la tribuna, mientras el resto de Atlético Tucumán es un racimo de felicidad.

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