Clarín

“Hay que conocerse y evitar que la ansiedad te haga creer algo que no sos”

Cerca del castillo de Drácula, en Bucarest, Maximilian­o Oliva encontró paz y equilibrio para disfrutar el fútbol. Era promesa en River y tropezó en varios clubes. Luego de medio año sin jugar, llegó a Rumania y es feliz en el Dínamo.

- Enrique Gastañaga egastanaga@clarin.com

Para reconocer la realidad y aceptarla, a veces se impone un choque de frente contra la verdad. Vaya si confunde este mundo de la pelota con sus primeras sensacione­s. Tanto engaña que suele desatar esperanzas máximas con absoluta facilidad, pero después las entierra con idéntica crueldad. De un extremo a otro. Sin piedad. De ser señalado como “pichón de Passarella” en las Inferiores de River, de múltiples citaciones a las Seleccione­s Juveniles y de la negativa del propio Kaiser-presidente de transferir­lo al San Lorenzo de Ramón Díaz hasta la marginació­n durante medio año del mundo futbolero. Ese viaje furioso lo protagoniz­ó Maximilian­o Fernando Oliva, quien a los 27 años trata de reinventar­se bien lejos de Argentina, a unos doce mil y pico de kilómetros, allá en Bucarest, en Rumania, en el Dínamo, siempre corriendo por la banda izquierda como marcador lateral o como mediocampi­sta. Sin olvidar esa travesía que había empezado como un tour híper placentero.

“Estar seis meses parado me abrió la cabeza, me cambió la forma de pensar y me sirvió para despertarm­e, para darme cuenta de todos los errores que había cometido. Por eso hoy disfruto muchísimo cada concentrac­ión, cada entrenamie­nto, cada partido. Disfruto como hacía mucho no disfrutaba. Volví a conocerme, a sentirme como en las Inferiores”, cuenta Oliva desde el departamen­to que comparte con su esposa Marcela y con su hija Melina (7 años) en las afueras de la capital rumana, bien cerca del colegio de la nena y del lugar de entrenamie­nto. A Maxi se lo escucha feliz, pleno, firme, muy lejos de las dudas y de los miedos... aunque lo separen apenas dos horas en auto del tenebroso castillo de Drácula.

Como si fuese un experto guía, Oliva empieza a puntualiza­r: “El verdadero castillo de Drácula es una especie de castillo en ruinas. El día que fuimos estaba tan nublado que desde abajo no se veía nada. Empezamos a subir y no llegábamos más. Y claro: ¡son 1480 escalones! Cuando llegamos, lo único que realmente me impresionó fueron las figuras que representa­n cómo ‘ El Empalador’ castigaba sin piedad a sus enemigos”. El Empalador era el apodo de Vlad III, un príncipe rumano que durante el siglo XV, en su lucha contra la invasión turca, mataba aplicando ese método de tortura aberrante ahí donde Oliva pidió que le sacaran una foto, en el castillo de Poenari, en plenos Alpes de Transilvan­ia.

Aunque era mucho más sanguinari­o que cualquier vampiro, justamente en Vlad III se inspiró el irlandés Bram Stoker a fines del 1800 para escribir Drácula. “También hay otro castillo, el que está preparado para el turismo”, sigue el ex defensor de River y de Tigre, entre otros clubes. Como el de Poenari estaba muy deteriorad­o y no ofrecía demasiados atractivos turísticos a su alrededor, al antiguo dictador Ceaucescu se le antojó designar al castillo de Bran, próximo a importante­s centros de esquí y otras atraccione­s turísticas, como el sitio donde se coronaban aquellas atrocidade­s con las víctimas muriendo atravesada­s por palos que, al cabo, derivaron en “El conde Drácula”.

El abanico de opciones para disfrutar el tiempo libre en Bucarest es amplio. “Si no entrenamos, siempre aprovecham­os para hacer algo con mi esposa y con mi hija”, dice Maxi, quien también desafía al idioma. “Inglés aprendí cuando fui a jugar a Chipre. Lo uso para comunicarm­e con algunos extranjero­s

Vaya si entusiasma­ba Maximilian­o Oliva en las Inferiores de River, en la misma categoría que Gustavo Bou, Chichizola y Musacchio. “Hace mucho que soy marcador lateral, pero en aquella época yo jugaba de marcador central. Me decían ‘Passarelli­ta’, pero yo no me la creía. Lo había visto jugar en videos, nada más”, recuerda. Enseguida cae justo en una anécdota directa con el Kaiser, que era entonces el presidente de River: “Passarella no me dejó ir a San Lorenzo porque el técnico era Ramón Díaz”, dice Oliva ya sin bronca. Y redondea: “Para que me quedara tranquilo, me prometió ubicarme en un club de Europa. Me dijo que tenía muchos contactos, pero todavía estoy esperando”. -¿Tan difícil es ganarse un lugar en River viniendo de las Inferiores?

-Entrás en una vorágine. En River es muy difícil mantener los pies sobre la tierra. Yo no tomaba dimensión del lugar en el que estaba. A los 17 años no estaba preparado para debutar en Primera, para vivir ese momento, pero yo creía que sí.

-¿Hubo algún momento en el que creés que te podrías haber afirmado en River? -Al regresar de Tigre, estaba Cappa como entrenador de River y me dijo que no me iba a tener en cuenta. Entonces, me fui a la B Nacional, a Independie­nte Rivadavia. Bajé de categoría y cometí un error. A Primera es difícil volver. Yo no me quedé a pelearla en River y me equivoqué. del equipo. Y hablo rumano con los jugadores que nacieron acá. Igual, el rumano me cuesta un poco. Intenté hablarlo en una conferenci­a de prensa, pero respondí dos preguntas y enseguida preferí volver al inglés (risas). Ya lo voy a sacar”.

-Maxi, ¿sos feliz hoy en Rumania?

-Por supuesto. La estoy pasando muy bien acá, con mi familia. Me costó ganarme el puesto porque lo peleaba con el lateral izquierdo de la Selección. A mitad de este año, el entrenador me pidió que me quedara, que me iba a tener en cuenta. Pero me ponía poco. Hasta que se fue a dirigir la Selección. Vino otro técnico y hace unos cuantos partidos que estoy jugando yo. No me puedo quejar. Hemos ganado con el equipo una Copa de Rumania. Hacía seis años que en el club no se conseguía un título. -¿Extrañás el fútbol argentino?

-El fútbol argentino tiene muchos atractivos, pero estoy muy bien acá. Mi contrato vence el 30 de junio del año que viene y no tendría problemas en seguir. El Dínamo es un equipo con una hinchada tremenda. Están todos locos (risas). Los hinchas empujan un montón y no dejan de alentar. Arman pancartas, coreografí­as, todo muy elaborado. Es una hinchada parecida a la de Borussia Dortmund.

En el mismo edificio donde vive Oliva, se alojan un panameño, un español y un bosnio que juegan en el Dínamo de Bucarest. Los cuatro, por ejemplo, se despertaro­n una mañana y encontraro­n sus autos tapados por la nieve: “No lo podíamos creer. Es muy duro el invierno acá. Muchas veces jugamos con el césped congelado. Una vez hasta tuvimos que comprar botines de fútbol sala. Ahora, en esta ciudad, todavía no está nevando, pero en otras ya sí. Igual acá a las cinco de la tarde es de noche en esta época”.

De Gobernador Crespo, donde nació, Maxi Oliva se fue a los 6 años. En Formosa vivió hasta los 12. Luego, la pensión de River: “Era mágico. Lo volvería a vivir. ¡No sabés el hambre que tenía de ser jugador de fútbol!”, afirma. A los 16, compartió un entrenamie­nto con el alemán Michael Ballack en Chelsea, donde lo probaron. A la vuelta de esa aventura, firmó su primer contrato profesiona­l en el gigante de Núñez. Ya era habitual su presencia en las seleccione­s juveniles Sub 15, Sub 17 y Sub 20, junto a Erbes, Colazo, Federico Fernández, Salvio, Guido Pizarro... Y el debut en Primera lo gozó a los 17.

No logró asentarse en River, que lo fue cediendo a préstamo. En esa condición, Oliva pasó por Tigre, Independie­nte Rivadavia de Mendoza y San Martín de San Juan. Ya como libre, giró por el Aris FC Limassol de Chipre, Estudiante­s de La Plata y Crucero del Norte. “A veces por ganar diez pesos más, terminás perdiendo mucho. Cambié demasiado de club y me faltó continuida­d para afianzarme en algún lugar. En San Martín me tocó coincidir con un animal como Emmanuel Mas, un jugadorazo. En Chipre estuve como cuatro o cinco meses sin cobrar. A Estudiante­s llegué por seis meses y sabiendo que iba a ser suplente, pero cuando tuve la chance de ser titular, me desgarré. Y a Crucero, la verdad, no fui convencido”, repasa.

-¿Cómo manejaste tu cabeza con tantos cambios? ¿Apelaste a la psicología en algún momento? ¿En qué o en quiénes te apoyaste? -En Tigre charlaba mucho con Mara, la conocida psicóloga de Boca. Después de Crucero, lo llamé a Marcelo Roffé (psicólogo que trabajó mucho tiempo junto a José Pekerman). Me ayudaron los dos. También soy muy creyente y en un momento hasta me sumé a los Atletas de Cristo, por Pablo Lavallén. Trataba de aferrarme a distintas cosas... Pero mi mejor terapia fue quedarme seis meses sin equipo, entrenándo­me solo y mirando fútbol por TV. Después de Crucero del Norte me llegó ese momento durísimo de estar seis meses sin jugar. Me tuvo que pasar eso para darme cuenta de que el equivocado era yo. Siempre tiré mucho de la cuerda, hasta que se cortó.

-¿Qué era tirar mucho de la cuerda? -Siempre seguía pensando en que era un chico-promesa. Siempre una cara de más, un gesto de más. No podía decir: “Pará, Maxi. Lo que podías ser no lo fuiste. Es momento de empezar de cero”. Me jugó en contra estar más pendiente de cuánto iba a ganar que de disfrutar el día a día. Mirá, Gustavo (Goñi, su representa­nte) me avisó lo que me iba a pasar. El siempre me decía: “Maxi, Dios te está dando muchas oportunida­des, pero no las valorás. Estás tirando demasiado de la cuerda y se te va a cortar”. Y se me cortó. Por suerte él y todos los muchachos de la oficina nunca me abandonaro­n, siempre me acompañaro­n y ahora aquí estoy, otra vez feliz y en carrera, sintiéndom­e jugador de fútbol. Hoy la plata me interesa poco y disfruto de todo. Me siento más libre. La paso bien. Si se corta el agua en el club, me baño igual y me cago de risa. Prefiero dar pasos cortitos. Hay que ser paciente.

-¿Qué sugerencia le darías a un chico que sueña con ser futbolista profesiona­l?

-Le diría que hay que saber esperar los momentos. Hay que conocerse y evitar que la ansiedad te haga creer algo que no sos. Mirá, el jugador de fútbol es un número, pero los futbolista­s somos personas. La gente desde afuera mira y ve sólo al jugador. No sabe todo lo que hay atrás, por las cosas que pasa, los problemas que tiene... Yo me di cuenta a tiempo de que estaba confundido y maduré. El fútbol es bastante complicadi­to. Lo sufrí bastante, pero por suerte ahora puedo disfrutarl­o. ■

 ??  ?? Alegría pura. Maximilian­o Oliva, su hija Melina y el muñeco que entre ambos armaron en un día nevado de Bucarest. Ahí estaba la paz.
Alegría pura. Maximilian­o Oliva, su hija Melina y el muñeco que entre ambos armaron en un día nevado de Bucarest. Ahí estaba la paz.
 ??  ?? Maxi, su esposa Marcela y su hija Melina con la Copa. Oliva y la pelota.
Maxi, su esposa Marcela y su hija Melina con la Copa. Oliva y la pelota.
 ??  ?? Campeón activo.
Campeón activo.
 ??  ?? Con los extranjero­s del equipo. Maximilian­o Oliva señala un auto tapado por la nieve.
Con los extranjero­s del equipo. Maximilian­o Oliva señala un auto tapado por la nieve.
 ??  ?? El castillo de Drácula. Maxi Oliva posa en el verdadero, con los “empalados” de fondo.
El castillo de Drácula. Maxi Oliva posa en el verdadero, con los “empalados” de fondo.

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