A la historia de una enorme amistad le faltaba el capítulo de una final
El medio scrum es el padrino del hijo del centro ex Puma. Y ambos son figuras de Alumni e Hindú.
El rugby es sinónimo de amistad, respeto y compañerismo y una historia en la que se resumen esos valores es la de Tomás Passerotti (31 años), medio scrum de Alumni, y Santiago Fernández (31), centro de Hindú, quienes forjaron una amistad entrañable desde la escuela primaria y hoy se ve- rán las caras como adversarios en la final del Torneo Top 12 de Buenos Aires que se jugará a las 16.30 en CASI.
“Si bien a los dos nos gusta mucho la competencia sabemos que nuestra relación va por otro lado y que lo importante en la vida es la amistad que fuimos forjando a lo largo de estos años”, destaca Passerotti, quien fue testigo de casamiento de Fernández y es el padrino de su hijo Beltrán.
“La casa del Negro siempre fue como un segundo hogar para mí; debe haber sido la de mis amigos de la escuela que más visité por robo. Después de clase siempre nos íbamos ahí a hinchar un poco. Hemos pasado horas y horas riéndonos y jugando a la play”, recuerda Fernández en un momento de la charla con Clarín en Ruka Garden, un resto-bar que el centro tiene con Francisco Díaz Bonilla en Beccar. “Me sumé al proyecto que tenía el Zorro y la verdad es que estoy contento porque nos está yendo bien”, cuenta.
Su rival de hoy acota: “Jugábamos mucho, es verdad, e incluso cuando ya estábamos en la facultad; me acuerdo de que Rochi, la esposa de Santi, hacía maquetas mientras nosotros le dábamos a los jueguitos y siempre bromea que por eso ella se recibió y él no”.
La amistad nació en el colegio St. John’s de Beccar en el que compartían el curso pese a ser de distintas camadas ya que Passerotti es de 1985 y Fernández, de 1986. El camino de ambos en el rugby empezó de la mis- ma manera aunque luego eligieron tomar distintas sendas para finalmente aparecer en la Primera de sus clubes varios años después.
“Me acuerdo de que Tito, el papá de Santi, siempre nos agarraba a todos los pendejos después del colegio, nos cargaba en la camioneta y nos llevaba a jugar a Hindú”, apunta Passerotti recordando al enorme José Javier Fernández, figura fundamental en la historia del rugby argentino. “Era todo muy informal, hacíamos unos pases, corríamos por ahí y nos divertíamos; ni siquiera nos vestíamos de azul y amarillo”, agrega su amigo, quien jugó en el club de Don Torcuato por tradición familiar.
El caso de Passerotti fue distinto porque su padre había jugado al rugby en CASI pero no tenía una preferencia de club para su hijo que a los 11 años llegó a Alumni. “Vino un amigo y me dijo de ir; al final nos quedamos y ya son 20 años los que llevo en un club que se volvió una parte importantísima de mi vida y que es como mi segunda casa”, destaca.
Uno de los acontecimientos que marcó a fuego la amistad entre ambos jugadores fue cuando Fernández eligió a Passerotti como padrino de su hijo. “Yo lo vivo un poco como el traspaso de nuestra amistad y, de alguna manera, seguir fortaleciendo nuestro vínculo: es un orgullo muy lindo ser padrino de Beltrán aunque me tomó por sorpresa porque Santi, que es rústico y te sorprende, un día desde Francia prendió el Skype y me dijo: ‘ Negro, ¿cómo estás? Acá te está esperando tu ahijado’. Al principio no lo podía creer”, confiesa el padrino.
“Creo que el Negro es el mejor padrino que puede tener Beltrán y que nuestra relación seguramente se vio fortalecida por el rugby, aunque en realidad es una relación de amistad en la que disfrutamos de muchas cosas más allá del deporte, como compartir una comida o tener charlas sobre la vida”, explica Fernández. ■