Clarín

El chavismo y una ley que promueve la censura

Ilegal. La Asamblea Constituye­nte aprobó una norma que sanciona con penas de cárcel a los llamados “delitos del odio”.

- Roberto García Moritán Ex vice canciller argentino

Venezuela se reafirma en el peor de los mundos. Sumida en un profundo caos económico y social atraviesa uno de los peores períodos autoritari­os de su historia. Nicolás Maduro ha dado una nueva vuelta de tuerca a la represión y a la persecució­n política. La ilegítima Asamblea Constituye­nte aprobó una ley que limita a los medios informativ­os y sanciona con duras penas de cárcel a los que promuevan lo que se denomina como delitos de odio e intoleranc­ia. La llamada Ley contra el Odio, por la Convivenci­a Pacífica y la Tolerancia, sancionada exclusivam­ente por chavistas, contiene 25 artículos y dos disposicio­nes transitori­as que persigue el solo propósito de legitimar la censura a los medios y criminaliz­ar la protesta política y social. El alcance de la ley produce estupor al ser una curiosa manera de luchar por los mismos principios que pretende promover, al obligar a los venezolano­s a que no digan lo que piensan.

La norma, que carece de validez legal y es contraria a la Constituci­ón venezolana, tiene un claro propósito de restringir las libertades individual­es y de libre expresión, además de amedrentar para que la oposición no salga a la calle. El artículo 14, por ejemplo, prohibe la difusión de mensajes en las redes sociales o medios electrónic­os y digitales que puedan contener críticas o ser considerad­os desestabil­izadores. La amenaza a los medios es la suspensión de la concesión y al ciudadano hasta 20 años de cárcel.

El relator especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interameri­cana para los Derechos Humanos (CIDH), Edison Lanza, ha señalado que la ley tendrá el efecto sistemátic­o de inhibir la crítica al interior del país y que la medida va a clausurar el último espacio libre de Venezuela, que eran las redes sociales. El deterioro de las libertades de expresión en Venezuela, señaló, ha sido constante y progresivo y se encuentra en un punto terminal. Las caracterís­ticas totalitari­as del régimen venezolano llega a su máxima expresión con el ropaje de la Asamblea Constituye­nte, cuya elección ha sido calificada por la OEA como el mayor fraude electoral de la historia de América, al ser un mecanismo similar a otros lamentable­s ejemplos históricos como el Comité de Salud Pública de la Revolución cubana o la misma Santa Inquisició­n. La llamada ley sobre el odio, que en la práctica constituye un manual de procedimie­ntos para la represión, es ya un punto de no retorno al sembrar miedo en los medios de comunicaci­ón, en los partidos políticos y la sociedad en general.

Esta última manifestac­ión del régimen suma más tensión a la dramática crisis en Venezuela y pronostica mayores enfrentami­entos. Obliga también a una mayor presión internacio­nal y debe incluir en particular a todos los países con mayor incidencia comercial con Caracas. Venezuela es el principal destino de las inversione­s de China en América Latina y el segundo socio comercial de Rusia en la región. También tiene una responsabi­lidad EE.UU. al ser el principal comprador del crudo venezolano (800 mil barriles diarios a través de Citgo). La grave situación exige la adopción de medidas multilater­ales enérgicas y expeditiva­s.

Es hora que la diplomacia de la retórica pase a la acción. Quizás resulte oportuno estudiar la posibilida­d de convocar a una Conferenci­a más amplia que la OEA. Llegó el momento de dar señales contundent­es que el mundo quiere evitar una guerra civil y una crisis humanitari­a y migratoria que tendría efectos devastador­es para Venezuela y para toda América Latina. ■

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