El modelo educativo “de moda” baja la violencia, el bullying y mejora la enseñanza
Los alumnos trabajan siempre en equipo y cada uno aprende a su ritmo. El docente sólo “orienta” las clases.
Cuando se habla de la escuela del futuro, uno suele pensar en sociedades avanzadas, en países desarrollados o sectores sociales acomodados. Pero no necesariamente es así. En zonas rurales -y algunas urbanas- de bajos recursos de Colombia está creciendo un modelo educativo que combina las pedagogías que están “de moda” en el mundo con un marcado enfoque hacia la ciudadanía, y que está dando resultados tanto en los aprendizajes como en la convivencia pacífica entre los alumnos. En esas escuelas prácticamente no hay bullying y lograron bajar la violencia hasta puntos mínimos, al tiempo que mejoraron los índices de calidad educativa.
El modelo articula cambios en los enfoques educativos con políticas masivas desde el Estado y ya llegó a más de 20.000 colegios colombianos. Son todas escuelas públicas, y algunas privadas de sectores pobres. Se aplica en la primaria y los primeros años de secundaria (hasta alumnos de 15 años). Si bien las escuelas están gestionadas por cada una de las jurisdicciones estatales, el modelo es implementado por una fundación (“Escuela Nueva”), que es la encarga- da de gestionar la pedagogía, generar el material didáctico y capacitar a los docentes. Por este trabajo, que sostiene hace más de dos décadas, la fundación acaba de ser reconocida con el primer premio en la primera edición del Yidan Prize, uno de los principales galardones de educación a nivel mundial. Recibirá us$ 4 millones.
El “sistema Escuela Nueva” pone al alumno en el centro de la escena y promueve “la educación personalizada”, es decir, cada estudiante aprende a su ritmo, a partir de guías impresas -con material de gran calidad- que tienen que ir completando. El docente se trasforma, así, en un “orientador” o “facilitador” de los aprendizajes, tal como ahora se propone para la nueva secundaria en la Argentina.
Los chicos se sientan siempre en mesas hexagonales, donde estudian en equipos de entre 4 o 5 alumnos; y casi no existen las “clases magistrales” del maestro. Se apunta al trabajo “colaborativo”: el alumno que se queda atrás en sus aprendizajes es ayudado por los compañeros de su mesa y, recién en última instancia, por el docente. No existe la repitencia: todos los chicos van promoviendo a su ritmo, a medida que cumplen los objetivos, que están “modularizados” dentro de las mismas guías impresas.
Hasta aquí parece uno de esos enfoques de vanguardia, pero Escuela Nueva le agrega un toque “a la colombiana”. Es la fuerte preocupación por educar para la paz y en la “formación ciudadana”, que se materializa a partir de la organización de un “gobierno escolar”. En cada colegio, los alumnos eligen su presidente, vice, fiscal, vocal, tesorero y otros cargos, para que promuevan el autocontrol y la convivencia. El gobierno estudiantil se ocupa de los aspectos que hacen a la organización de las clases y el espacio escolar (no a lo pedagógico).
“Esto nos permite delegar en ellos muchas tareas burocráticas que tiene la escuela tradicional y centrarnos más en guiar los aprendizajes”, le cuenta a Clarín Alba Lucía Orosco, maestra de quinto grado en la escuela Barragan del departamento del Quindío, una en las que se aplica el modelo Escuela Nueva.
Clarín tuvo la oportunidad de visitar dos escuelas con este enfoque en la zona. En ambas, fue recibido en primera instancia por representantes del “gobierno estudiantil” que, tras la bienvenida, puso en contacto con las autoridades adultas. “Una de las grandes fortalezas de este modelo es que es costo efectivo, replicable y escalable. Hay muchos que proponen algo similar, pero se quedan en la teoría. Nosotros logramos el cambio”, le dijo a Clarín Vicky Colbert, directora de la Fundación Escuela Nueva.
Jaime Guevara es docente de una escuela urbana ubicada en Antonio Ricante, en Calcará, donde reciben a muchos chicos en situación de calle. “Llegan expulsados de otros colegios y acá pueden integrarse”, afirma.
El modelo es observado por los principales investigadores en educación del mundo. “Es un muy buen aporte. Esto es lo que funciona y sirve para todo tipo de escuelas, no solo las pobres. Del problema de la educación se sale con este modelo”, dice la especialista Inés Aguerrondo. Axel Rivas, de la Universidad de San Andrés, coincide en que es “una de las grandes innovaciones de la región” a la que conviene prestar atención. ■