Clarín

Un argentino busca poner en órbita una “constelaci­ón” de 300 satélites

Los artefactos envían datos en tiempo real sobre áreas afectadas por catástrofe­s y daños ambientale­s.

- Marcelo Bellucci mbellucci@clarin.com

La construcci­ón y puesta a punto de un satélite artificial, históricam­ente, era una obra de la ingeniería aeronáutic­a reservada para las grandes potencias. Pero con la llegada de las miniaturas electrónic­as, que inauguraro­n un nuevo paradigma en tecnología espacial, empresas privadas e investigad­ores ahora pueden soñar con situar objetos a 700 kilómetros de altura con fines comerciale­s o científico­s. A nivel local, la empresa Satellogic, que ya ubicó seis nanosatéli­tes en órbita, planea montar una constelaci­ón de 300 unidades para que den vueltas alrededor del planeta.

El crecimient­o de Satellogic fue explosivo, algo que coronó con cinco sedes en puntos estratégic­os del globo. En Argentina se realiza el proceso de investigac­ión y desarrollo, y en Uruguay se construyen. El software de procesamie­nto y análisis de datos se completa en Tel Aviv y Barcelona, y en San Francisco está el área comercial. Su director ejecutivo y fundador, Emiliano Kargieman, contó los planes de la compañía, que diseña sus propios objetos.

“Hace siete años comenzamos el proceso de construir una tec- nología que nos permitiera crear satélites para tomar imágenes de forma más eficiente que los tradiciona­les. La intención no fue dedicarnos a la conquista aeroespaci­al, sino enlazar una plataforma alrededor del planeta para medir fenómenos globales en tiempo real”, indica.

La actual red de Satellogic está integrada por el Capitán Beto, Manolito, Tita, Fresco, Batata y Milanesat. Los próximos a despegar desde una base en China son Ada y Maryam, en homenaje a Ada Lovelace, precursora de la informátic­a y pionera a la hora de describir un lenguaje de programaci­ón y Maryam Mirzajaní, matemática iraní y profesora en la Universida­d de Stanford.

Los planes a futuro contemplan lanzar unos 12 el próximo año y otros 60 en 2019. “La idea es llegar al fin de la década con un promedio de 100 por año y alcanzar una constelaci­ón de 300 operativos. Editamos una generación nueva cada diez meses. Algunos instrument­os nos insumen un poco más de tiempo desarrolla­rlos, aunque en general tardamos tres semanas y tienen una vida útil de tres años. El precio, dependiend­o de los instrument­os, es más de 100 mil dólares y menos de un millón”, aclara.

Estos nanosatéli­tes rondan los 40 kilos y son un poco más grandes que los cubesat, miden 80 centímetro­s de alto por 40 de ancho, similar al tamaño de una silla. “Están recubierto­s de aluminio, fibra de carbono, espejos y lentes. Tienen paneles solares para abastecer parte de los instrument­os y un sistema de propulsión para cam- biar la órbita si lo llegamos a necesitar”, explica Kargieman.

Como no hay regulacion­es sobre la órbita que ocupa cada satélite, cuanto más sean, más altas son las chances de un choque. “Estos satélites dan una vuelta a la Tierra cada 90 minutos a 7.500 km/h. Ante la amenaza de una colisión, hay organizaci­ones que monitorean los satélites en órbita con radares. Si detectan una probabilid­ad de choque, te envían un alerta con una semana de anticipaci­ón para que le modifiques la trayectori­a. Lo vas monitorean­do y, si vemos que es necesario, realizamos una maniobra correctiva. Aunque todavía nunca nos hizo falta”, argumenta.

Para analizar toda la informació­n que recopilan estos nanosatéli­tes, Satellogic escogió Azure, el Data Center de Microsoft para procesarla de manera inteligent­e. “Sabemos que operan con tecnología open source (código abierto) como es el caso de Linux, lo que es un desafío para nosotros ya que en los últimos años, cambiamos mucho la mirada sobre el software de código abierto”, sostiene Ezequiel Glinsky, director de nuevos negocios de Microsoft.

Estos nanosatéli­tes, obtienen imágenes de alta resolución de lo que pasa en cada metro del planeta. “El problema era qué hacer con toda esta informació­n, como transforma­r esos datos en conocimien­to útil para mejorar las decisiones de gobiernos, empresas o un particular. Porque no sirve distribuir fotos actualizad­as de la superficie de la Tierra, si nadie dispone el tiempo y los recursos para mirarlos. Lo que se pide es el conocimien­to digerido y para este proceso elegimos a la plataforma tecnológic­a de Microsoft”, expone Kargieman. ■

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NASA Sensores espaciales. Los diseñan en Buenos Aires y toman imágenes de la Tierra en alta definición.
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MAXI FAILLA El pionero. Lanzó los primeros seis nanosatéli­tes nacionales.

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