“Todos los gobiernos quieren hacer el ajuste sin sacar el gasto obsceno”
Para aprobar el Presupuesto 2018, se lee que el Gobierno está viendo con urgencia dónde bajar el gasto con su serie de reformas. Cuando esto no sucede, siempre se opta por otro incremento fiscal o en no pagar sentencias firmes a los jubilados, pero sobre todo recaer sobre la población las consecuencias de un país desvastado y las medidas en marcha que se creen necesarias para tratar de lograr un equilibrio fiscal.
El problema reside en que los diferentes gobiernos siempre soslayaron la necesidad de que el ajuste priorice suprimir el gasto obsceno, que significa mantener un aparato estatal no acorde con la austeridad necesaria. Es así como muchas provincias, incluyendo Buenos Aires, mantienen un sistema bicameral injustificado (Córdoba es un buen ejemplo de lo contrario), se sigue manteniendo a un tercer senador nacional, en su momento moneda de cambio radical de una reelección presidencial peronista.
Se sigue gastando en una flota de automóviles y choferes, cuando deberían limitarse únicamente a ministros; muchos legisladores toman como normal la inmoralidad de canjear pasajes no utilizados por dinero. Los jueces piensan que no deben contribuir al mantenimiento de la defensa, la salud o la educación, por eso se niegan a pagar Ganancias. Se crean irresponsablemente cantidades increíbles de ministerios y secretarías, se continúan subvencionando planes a mansalva que son mantenidos por falta de valentía en anular los injustificados, y la AFIP sigue persiguiendo objetivos fáciles como monotributistas y trabajadores, manteniendo una indiferencia hacia quienes desprecian los controles y trabajan con locales a la calle vendiendo o prestando servicios sin dar facturas.
Señores del Gobierno, comiencen a ser eficientes en la recaudación, terminar con la “generosidad” con nuestros dineros, reducir en poco tiempo el costo político, como las absurdas y costosas PASO, y de esa forma podrán intentar lograr obtener más respeto. La población está pasando de la indiferencia a la aversión de lo que significa ser un funcionario, un político, un juez o un representante, y eso es muy peligroso desde lo democrático