Bancarnos el running contra viento y marea
¿Es necesario?, se pregunta el runner aficionado en una destemplada naciente mañana de domingo apenas suena el despertador, anunciando que faltan diez minutos para las 6. La noche y la madrugada proporcionaron un constante y feroz, por momentos, recital de lluvia y truenos.
Mañana ideal para quedarse un buen rato más en la cama, para arrancar luego una ron- da de mates con charla familiar incluida y una sesión de mimos y juegos con los gatos y la perra. Quizás para seguir con ese libro interesante que reposa en la mesita de luz. Pero no; la pasión por el running puede más.
En vez de revolear y estampar contra la pared el reloj, se opta por levantarse dócilmente. Y tras observar que la precipitación paró, comienza la rutina de vestirse de deportista, abrochar el número de participante, atar el chip controlador del tiempo e iniciar el largo recorrido, en colectivo, hacia Palermo.
Los 21 kilómetros de Buenos Aires son una tentación irresistible para la nutrida colonia de trotadores urbanos. Antes del final de la competencia el cielo vuelve a ofrecer lluvia. Las pieles se empapan, las piernas pesan más, el cuerpo , de a ratos, parece flaquear. Pero no, sin embargo, el ánimo, pilar fundamental de estas pequeñas épicas, no decae, pese a que este último tramo se hace muy denso.
La satisfacción y la adrelina de cruzar la meta, como otros miles de compañeros de esta “locura, hombres y mujeres de todas las edades, es la recompensa soñada.
La mente viaja a la pregunta inicial ante semejante madrugón. Quizá no era necesario, pero sin dudas valió la pena. ¡Claro que sí!