Sin juego ni ideas, es difícil hacer goles
Italia expuso la voluntad de ir a buscar el resultado. ¿Qué otra cosa podía hacer? Y no jugó bien porque habitualmente Italia no juega bien. ¿Por qué iba a hacerlo en una situación límite? Las pocas ideas de la Azzura son las de siempre. Juega un fútbol anacrónico. El técnico Ventura optó por un módulo 3-5-2 con Buffón y los tres defensores de Juventus, solidez garantizada ante un rival que nunca iba a atacar. Puso cinco voalntes, con dos externos (Candreva y Darmian) y tres centrales (Jorginho, Parolo, Florenzi) de quienes debía surgir el juego, la elaboración. Nunca ocurrió. Immobile y Gabbiadini quedaron presos entre los lungos Granqvist y Lindeloef.
El árbitro español Mateu ignoró dos claros penales por manos de Darmian y Barzagli. En el segundo tiempo, cuando Italia se desesperaba, cobró una mano de Darmian en el área sueca (que era menos mano que aquella no cobrada) justo antes de que Lustig le cometiera un clarísimo penal. Malísimo Mateu.
La idea de Ventura no prosperó. La superpoblación de volantes no aportó nada. En el banco había dejado a Insigne, Belotti y El Sharawy, tres delanteros, más los mediapuntas Eder y Bernardeschi. Los cambios los hizo tarde. Nada bueno llegó desde el banco al campo. Aún así, sin claridad, Italia creó situaciones como para marcar, sobre todo al final. No fueron por su juego, sino por instinto de conervación. Y no pudo. Y quedó afuera. ■