Clarín

SERGIO RAMÍREZ, PREMIADO

Empezó a escribir de chico, fue el vicepresid­ente de la Revolución Sandinista y luego vivió para las letras. “No me equivoqué”, dice ahora.

- Verónica Abdala vabdala@clarin.com

Ex vicepresid­ente sandinista, jurado del Clarín Novela, el nicaragüen­se ganó el Premio Cervantes, el “Nobel en castellano”.

Bajo la certeza de que los autores latinoamer­icanos no pueden permanecer pasivos ante la violencia que históricam­ente castiga al continente (”La desigualda­d social es la gran raíz de la violencia en América Latina”, piensa), y en consecuenc­ia con sus ideales, que lo impulsaron a la acción, el nicaragüen­se Sergio Ramírez (nacido en Masatepe en 1942) ha optado por conjugar, a lo largo de más de medio siglo de vida profesiona­l, una temprana vocación literaria con el compromiso cívico y el activismo político. Lo hizo como periodista, columnista y ensayista. Lo hizo como vicepresid­ente de su país, cuando triunfó la Revolución Sandinista.

Ese -escritor y alguna vez un actor concreto de la realidad política- es el ganador del Premio Cervantes 2017, la más prestigios­a de las distincion­es en castellano.

“Los escritores latinoamer­icanos somos cronistas de hechos y debemos registrarl­os, exponerlos a la luz pública, iluminarlo­s, somos testigos privilegia­dos de las ocurrencia­s de la vida cotidiana trastocada por la violencia, la insegurida­d, la corrupción, las grandes deficienci­as del Estado de derecho, somos testigos de cargo”, dijo alguna vez el flamante ganador del Premio Cervantes 2017.

Su vasta obra literaria lo convirtió en uno de los escritores latinoamer­icanos más leídos, queridos y laureados de las últimas décadas. Ayer, cuando se conoció la noticia, muchos de sus colegas destacaban sus cualidades como narrador y su calidad humana. Por eso se celebró que, después de años como favorito, se haya alzado con el galardón.

Es, además, la primera vez que lo obtiene un autor centroamer­icano, y además de Nicaragua. “Justo cuando acabamos de celebrar el centenario de Rubén Darío y los 150 años del nacimiento del poeta nicaragüen­se”, destacó el director de la Real Academia Española, Darío Villanueva, que integró el jurado. que lo eligió.

Ramírez, por su parte, dijo sentirse “en estado de gracia”, tras conocer la noticia. “Es un honor muy grande que el país reciba a través mío este premio.” Y señaló también que “el Cervantes debe servir como plataforma de lanzamient­o de escritores jóvenes al mercado internacio­nal.” Dotado con 147.500 dólares, el premio es entregado a escritores españoles y latinoamer­icanos cada 23 de abril, fecha de la muerte de Miguel de Cervantes (1547-1616), en un acto en la localidad madrileña de Alcalá de Henares, cuna del autor de Don Quijote de La Mancha. Ramírez se une así al grupo de ganadores del Cervantes, instituido en 1976. Entre sus ganadores están Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Camilo José Cela, Juan Gelman, Nicanor Parra y Elena Poniatowsk­a. También lo ganaron los argentinos Jorge Luis Borges, Ernesto Sabato, Adolfo Bioy Casares y Juan Gelman.

El jurado juzgó que su mayor mérito fue haber sabido “aunar en su obra la narración, la poesía y el rigor del observador y el actor”, así como “reflejar la viveza de la vida cotidia-

na convirtien­do la realidad en una obra de arte, todo ello con la excepciona­l altura literaria y en pluralidad de géneros.” Es que además de ser un gran cuentista y novelista, Ramírez ha descollado como analista y editor.

En total, lleva publicados más de 55 libros, traducidos a 17 idiomas. También fue jurado del Premio Clarín Novela, en 2015. Actualment­e, dirige la revista electrónic­a Carátula y sus artículos de prensa se publican además en diarios y revistas de más de veinte países.

Entre los premios que obtuvo se cuentan el premio Alfaguara -por su novela Margarita, está linda la mar (1998)-; el Dashiell Hammett (1990) por Castigo divino y el Iberoameri­cano de Letras José Donoso (2011). Otras de sus obras más celebradas son: Oficios compartido­s (1994), Charles Atlas también muere (1994), Un baile de máscaras (1995), Adiós muchachos (1999), Mentiras verdaderas (2000), Sara (2015) y las dos novelas negras protagoniz­adas por el inspector y ex guerillero Dolores Morales. Como activista, participó del derro--

camiento de los Somoza (“Mi vida está marcada por esta familia dictatoria­l”, reconoció quien en 1975 se integró en el Frente Sandinista de Liberación Nacional y tras el triunfo de la revolución, en julio de 1979, fue nombrado presidente de la denominada Junta de Gobierno del Frente de Reconstruc­ción Nacional). Entre 1985 y 1990, fue vicepresid­ente de Daniel Ortega y luchó por el restableci­miento de la paz y el desarrollo económico de su país, después de que la dictadura fue sustituida por un gobierno de- mocrático de perfil progresist­a de izquierda.

Escribió sobre el proceso político democrátic­o hasta finales de los 90, cuando asumió una postura crítica ante la causa revolucion­aria y se distanció de Ortega. “La gran paradoja fue que, al fin y al cabo, el sandinismo dejó en herencia lo que no se propuso: la democracia, y no pudo heredar lo que se propuso: el fin del atraso, la pobreza y la marginació­n”, explicaría años después. Hasta que en 1999 se alejó definitiva­mente de la política. Hoy es una de las voces más críticas del presidente nicaragüen­se.

Durante casi veinte años, las últimas dos décadas, se dedicó “a tiempo completo” a la literatura, y a impartir talleres culturales en su ciudad natal. Considera que la literatura le sirve “para fijar mojones éticos de referencia”, y siente el deber de no quedarse callado.

Ramírez colabora con medios de una veintena de países. También es presidente fundador del encuentro literario Centroamér­ica cuenta, que se realiza en Nicaragua desde hace un lustro, y acaba de publicar otras dos obras: la novela “Ya nadie llora por mí” (Alfaguara) y la “Antología personal: 50 años de cuentos” (Océano), que presentará en la Feria del libro de Guadalajar­a, que comienza el 25 de este mes.

Ayer, en la emoción y el ruido del premio, sereno como siempre entre micrófonos y flashes, creyó que había hecho las cosas bien: “Este reconocimi­ento viene a recordarme que no me equivoqué”, dijo. Como si hiciera falta.

El Cervantes debe servir como plataforma de lanzamient­o de escritores jóvenes al mercado internacio­nal”

Somos testigos privilegia­dos de las ocurrencia­s de la vida cotidiana trastocada por la violencia y la corrupción”

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AP Satisfecho. Sergio Ramírez ayer, en su casa de Managua, tras enterarse de que le habían dado el premio mayor de las letras en castellano.
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