Clarín

“Abran el catálogo, cierren los ojos y apunten al azar”

Es la primera vez que un extranjero se hace cargo de la selección final de las películas del Festival, que se inaugura esta noche. Sus recomendac­iones.

- Gaspar Zimerman gzimerman@clarin.com

La principal novedad de esta 32da edición del Festival de Mar del Plata -que se inaugura oficialmen­te hoy a las 20.15, en el Teatro Auditorium, con la proyección de Madame Hyde, de Serge Bolzon- es su director artístico. Por primera vez en la historia, ese cargo será ocupado por un extranjero: el estadounid­ense Peter Scarlet reemplazó a Fernando Martín Peña, que cumplía esa función desde 2008.

Scarlet tiene experienci­a en la materia: dirigió el festival de San Francisco entre 1983 y 2001, el de Tribeca entre 2003 y 2009, y el de Abu Dhabi entre 2009 y 2012. Además, fue el único extranjero en dirigir la Cinemateca Francesa, en 2001 y 2002. Aquí asumió en julio y mantuvo el equipo de programado­res que venía trabajando. Entre los habituales imprevisto­s de último mo-

mento, esta semana tuvo que afrontar la deserción de uno de los nombres más fuertes del jurado de la Competenci­a Internacio­nal: el director y guionista estadounid­ense Kenneth Lonergan renunció por “razones personales” y será reemplazad­o por la actriz colombiana Catalina Sandino Moreno.

-El festival fue mejorando sostenidam­ente en las últimos años. ¿Cuáles son sus expectativ­as?

-No estuve acá, así que no puedo juzgar lo que pasó en los últimos años. Cuando este año haya pasado, tus colegas y vos verán si fue mejor, igual o peor. En la conferenci­a de prensa de presentaci­ón de la programaci­ón dije, citando el ejemplo de Don Diego de Zama, que las expectativ­as son terribles: siempre arruinan nuestra experienci­a de vida. Así que estoy tratando de no tener ninguna, y ojalá que ustedes tampoco las tengan. Vengan al festival y vean qué tal es. -¿Cuáles son las ventajas y las desventaja­s de ser extranjero a la hora de dirigir un festival como éste?

-No quiero ser irrespetuo­so, pero es

una pregunta medio tonta. Como ya dije: hay gente en todas clases de disciplina­s artísticas, dirigiendo museos, orquestas, óperas, teatros y festivales de cine, que trabajan en países en los que no nacieron, y usualmente son muy buenos. Lo que me hace sospechar es que su calidad no tiene que ver con su nacionalid­ad. Si saben de cine, les importa el cine y conocen un poco del cine del país al que van, es suficiente. No conozco bien la Argentina: ésta es mi segunda visita. Soy de afuera, no lo escondo. No creo que sea una desventaja, pero el público juzgará.

-¿Por qué aceptó el trabajo?

-Me ofrecieron una fortuna. Es una broma: me ofrecieron una suma que no era ni siquiera seria para sentarse a conversar. Pero era un desafío interesant­e: había escuchado que era un festival con reputación creciente. -¿Por qué se programaro­n menos películas que el año pasado?

-En arte, como en otras áreas, lo que importa es la calidad y no la cantidad. En diez días hay una cierta cantidad de películas que la gente puede ab- sorber. Cuando llegué, dije bromeando que cuando me dieron el catálogo de 2016 casi me disloco el hombro al levantarlo. El número de películas que se ven en Mar del Plata, incluso este año, excede largamente a la cantidad que se ve en otros festivales. Los festivales se comparan tontamente con Cannes, pero ahí se ven alrededor de cien películas. Acá se ve el triple. ¿Es mejor tener más películas? El catálogo de Montreal parecía la guía telefónica de una gran ciudad, pero había sólo dos o tres películas interesant­es, y mucha mierda. El fin de un festival es presentar trabajos nuevos, copias restaurada­s de películas del pasado que la gente no vio apropiadam­ente, y también ejercitar la discreción territoria­l. Tiene que funcionar como un San Jorge cinematogr­áfico: los dragones están por bajar a la ciudad y nuestro trabajo es matar a los peligrosos antes de que destruyan la ciudad.

-¿Por qué quiere cambiar la fecha del festival del año próximo? -Todavía estamos viéndolo. No sería un gran cambio: apenas adelantarl­o una semana o algo así. Este año me encontré con que gente vinculada a las películas programada­s, especialme­nte de los Estados Unidos, no podían venir por el Día de Acción de Gracias, una fiesta muy importante y familiar (se celebra el cuarto martes de noviembre). Me hubiera gustado tener a Todd Haynes y el equipo de su película, y a Richard Linklater y su equipo, y no los pude conseguir por ese motivo. Por ahí el año que viene hagamos algún cambio. Pero el calendario de festivales está tan atiborrado que en cuanto movés algo surge algún problema, así que todavía no lo sabemos a ciencia cierta. -Mencionó a Montreal y Cannes. ¿Hay algún festival al que le gustaría que Mar del Plata se pareciera?

-No, aunque hay festivales que me gustan, como San Sebastián, Bologna, Morelia, que son chicos pero reúnen a gente interesant­e, hay buena comida y se arma una comunidad entre el público. No son grandes mercados como Toronto, Berlín o Cannes, donde la gente sale de la proyección hablando de por cuánto se va a vender la película o si va a funcionar comercialm­ente. Eso no me interesa. -En la conferenci­a de prensa dijo que tampoco le interesaba­n los Oscar. ¿Qué piensa del aspecto competitiv­o de los festivales?

-Durante muchos años dirigí el festival de San Francisco, el más antiguo de los Estados Unidos, y no tiene competenci­a, sólo una para documental­es. Y pensé que era una buena fórmula. Después estuve en Tribeca y Abu Dhabi, que tienen premios muy lucrativos; en ese sentido, eso es muy bueno para los directores. Pero la noción de los premios hace que ir a un festival sea ir como a una carrera de caballos, y eso no me parece muy bien (además, no soy muy fanático de las carreras de caballos). No creo que en el arte sea posible la competenci­a. Pero también sé que en el mundo en que vivimos se espera que te digan qué mirar o qué comprar. Preston Sturges dirigió Christmas in July, en la que Dick Powell participa en un concurso de eslógans para una compañía de café. Sus compañeros le hacen una broma mandándole un telegrama diciendo que ganó. Todo está tan desorganiz­ado en la empresa que organiza el concurso, que le dan el premio y él es ascendido en su trabajo. Después el error es descubiert­o, y lo degradan. Entonces el personaje de Dick Powell le dice al que lo ascendió: “Me ascendiste porque te gustaban mis ideas, que siguen siendo las mismas”. Y el tipo le contesta: “Yo no sé nada de ideas. Pensé que eran buenas porque ganaste el concurso”. Y así funciona la gente: “Pensé que la película era buena porque ganó el premio”. Es más fácil que pensar por sí mismos.

-¿Que películas de esta edición diría que son imperdible­s?

-Voy a ir a lo seguro y recomendar que vayan a ver los clásicos restaurado­s, como All That Jazz, Octubre, Camila, Blow-up, Pizza, birra, faso, Lucía: son películas que ya han sido certificad­as por generacion­es y finalmente se verán como se suponía que fueran vistas. Por lo demás, diría que para evitar las expectativ­as, abran el catálogo, cierren los ojos, apunten a algo al azar y vayan. ■

El número de filmes que se ven en Mar del Plata excede el de otros festivales. En Cannes se ven 100. El fin de un festival es presentar novedades.”

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Ya en Mar del Plata. Scarlet dirigió los festivales de San Francisco, Tribeca y Abu Dhabi. “¿Mis expectativ­as? Las expectativ­as son terribles, siempre arruinan la experienci­a de vida”.
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