“Tengo un cimiento musical muy fuerte”
El cantautor dice que desde el folclore se abre a otros estilos, y habla de sus padres, eje de su nuevo trabajo.
Raly Barrionuevo acaba de llegar a Palermo en viaje directo desde Unquillo, y el silencio que lo rodea a diario en la ciudad cordobesa cambia por una sirena que insiste en abrirse paso. “Nunca me acostumbré a la ciudad”, dice el cantautor de 45 años, dos días antes de su serie de cuatro shows -hoy, mañana, domingo y lunes en Niceto Club, en Niceto Vega 5510- de presentación de La niña de los andamios. Un puñado de canciones emparentadas con el folclore, aunque de venta- nas abiertas a distintos aires.
“Vengo de un pueblo en el que recién a los 10 o 12 me enteré de que había otras músicas que no fueran la zamba y la chacarera. Un amigo uruguayo, rockero, Jorge Nasser, cuando supo que soy de Santiago del Estero me dijo: ‘Ah, sos del Mississippi’. A mí me cayó muy simpático, porque es cierto que tengo un cimiento musical muy fuerte”, cuenta el músico.
Desde esa base, escribió Barrionuevo sus nuevas canciones, en busca de un sonido moderno, “pero sin usar batería ni platillos, que antes era una novedad pero ya no”. “En Seremos agua -detalla ya metido en la cocina de La niña...- hice un ritmo irlandés, que tiene el 6 x 8 de la chacarera. Parte de ese tema lo escribí en Londres, sentándome en los bares a tomar una cerveza, y lo terminé en Viena.” -¿Eso influye en el resultado final? -Sí. Esas andanzas influyen mucho. Respirar el aire del lugar... No me pa- recen cuestiones esotéricas ni místicas. Pero lo esencial es que siento que puedo, desde el conocimiento de la música folclórica de mi zona, darme el gusto de tocar con gente de cualquier lugar del mundo.
-Y estilos...
-También. Acá participe en discos de Las pelotas, grabé con León Gieco, a quien considero mi padre musical... -Hablando de padres, el tuyo inspiró “Mi esfera de cristal”, una de las más bellas canciones del álbum.
-El padre que no tuve. Se fue cuando yo tenía seis años, y fui encontrando otros padres en la vida.
-Pero lo tratás con mucho cariño.
-El fue un gran cantor. Lamentablemente, el alcohol, la vida, lo recluyeron; no pudo cumplir su sueño de cantar. Y tengo mucho agradecimiento por lo que llevo en la sangre. Algo me vino de ahí. Y tengo mucho de perdón, en esa canción. Aprendí a que los dolores sean mi esfera de cristal, donde puedo ver cosas, generar mi música, mi canto… Rescato la ausencia y la pongo como algo que me tenía que tocar. Aprendí mucho de eso.
-¿Lo volviste a ver?
-Sí. Yo ya cantaba; en Santiago había salido en algún diario local. Cuando lo fui a ver no sabíamos de qué hablar, así que tocamos la guitarra y cantamos. Fue hermoso. Después, cuando ya había tomado unos tragos, me llevó a su pieza, callado... Tenía una carpeta llena de recortes en los que aparecía yo. Era como: “No lo hice yo, pero lo pudo hacer mi hijo”. -En cambio, tu madre, "la niña" del disco, estuvo siempre . ¿Por qué los andamios; algo tan masculino?
-A ella le tocó ser padre y madre. Una vez, en Salta, vi una obra rodeada de andamios, y me quedé colgado mirándolos. Al tiempo, pasé y no estaban más. Sentí que me hubiera gustado que estuvieran, porque me parecían parte de la obra, Ahí los asocié al toque con mi mamá, porque me imaginé a mí, a mí hermano, a los otros dos hijos que crió, como su obra; y ella subida al andamio. La canción dice que ya “es tiempo de partir”; ella sabía que ya era tiempo. Había terminado su obra. Y es como que los andamios desaparecieron. Pero sin ellos, no hubiera podido construir nada. El andamio sigue estando ahí. ■